Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tupidas las soluciones

Inmersos en la recuperación de todo lo que nos devuelva a la normalidad luego de los desastres ocasionados por los huracanes Ike y Gustav, no debe tampoco desatenderse la atención a los problemas comunes de los ciudadanos, que nada tienen que ver con esas tragedias.

Ariel Morales me escribe en nombre de los vecinos del inmueble sito en Egido 517, entre Sol y Muralla, La Habana Vieja. Y lo hace porque, aunque parezca mentira, no han logrado que les destupan los seis tragantes de su patio interior.

Y uno se pregunta si, en medio de una temporada ciclónica, con tantos golpes que nos da la Naturaleza, no es mejor precaver que tener que lamentar.

Refiere Ariel que han planteado el problema al delegado, quien los remitió al Consejo Popular. Luego de tres semanas visitando el Consejo Popular Belén, al fin lograron que les dieran una orden, para que la Micro Social los atendiera, con su brigada de plomeros.

Pero la brigada de plomeros, con sus equipos, no cuenta con combustible. Los vecinos consiguieron el combustible, y al fin aparecieron dos de la brigada. Rompieron una de las seis rejillas, introdujeron un alambre y se marcharon. Según ellos, el problema se resolvió. Pero actualmente la situación se ha agravado.

Señala Ariel que el edificio data de 1800, y en su planta baja hay un almacén, cuyo techo es el patio de los tragantes de marras. Con un leve aguacero, este se inunda, y con él los 17 apartamentos que lo rodean.

«De no tomarse medidas lo más rápido posible, señala el lector, estos daños se agravarán, y las consecuencias serán catastróficas. Se perderá un buen almacén que en estos momentos trabaja para la Batalla de Ideas. Y estaríamos de muy buena suerte si no perdemos vidas humanas».

¿Necesitarán extraterrestres?

Ahora que la ciudad de Santiago de Cuba emprende la gran inversión de acueducto, no dejemos que el entusiasmo por la inmensa obra no nos permita ver los detalles, los puntos rojos que reclaman atención.

César Blanc me escribe desde el apartamento 5, U-140, Micro 9 del Distrito José Martí, en esa ciudad, para comunicar que desde octubre de 2007 los 40 apartamentos de varias escaleras no reciben agua corriente por la red.

Ellos han realizado gestiones con el delegado de su circunscripción, en la asamblea de rendición de cuentas, «al rojo vivo», asegura. Y también han hecho gestiones en la Dirección de Acueducto y en el Gobierno local. Pero nada.

En Acueducto lo mismo les dicen «vamos a llamar al valvulero», que «estamos localizando a Francisco», o un sinnúmero de explicaciones, que al final no traen el agua requerida.

Ya es paisaje habitual, en una ciudad que potencia su acueducto, ver a esos vecinos cargando agua en lo que puedan. Y claro que aparecen oportunamente los mercaderes, quienes aprovechándose de las carencias, le ponen precio al vital líquido.

La situación es tan calamitosa que muchos, acuciados por la necesidad, han unido trozos de mangueras de todos los grosores y colores, intentando paliar la situación.

«Se han abierto infinidad de huecos en todas las aceras para medir la presión y quién sabe cuántas cosas más. Los huecos siguen abiertos, pero el agua no aparece».

Y César pregunta:

«¿Es que no existe la inteligencia suficiente para darle solución a un problema como este, que afecta a tantas familias, que deambulan buscando agua en un desierto? ¿Habrá que traer a algún extraterrestre para resolver el problema? Se ha puesto como excusa en muchos casos la nueva conductora principal, pero antes de que se hablara de eso, había agua.

Agradecido...

Lucio Pak Chang, vecino de Edificio 801, zona 1 en el barrio capitalino de Alamar, desea hacer justicia con los médicos y el resto del personal que labora en las unidades de Cuidados Intensivos, Intermedios y Especiales del Hospital Calixto García de Ciudad de La Habana.

El remitente relata que su esposa, Ana Rosa Muras, padece de EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), y es asmática desde niña. Por ello, en muchas ocasiones ha sido ingresada allí, y siempre ha sido atendida «con prontitud y profesionalidad».

Lucio destaca la «increíble eficiencia» de médicos, enfermeras y asistentes. «La dulzura y cariño con que tratan a los pacientes ayudan a la recuperación y curación de los enfermos».

El remitente no puede recordar a todos, pero menciona especialmente al profesor Tony Rubial, y a los médicos Robertico, Leonardo, Aleida, Mayumi, Mayra, Roselia, Verónica, Monzón, Alain, Douglas y Durán; así como a los enfermeros y asistentes Caridad, Yuneisy, Tahití, Ernesto, Lisbeth, Yusnier, Ivón, María Cristina, Deily, Mustelier, Rusber, Reinier y Dailene, entre otros.

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