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Todo muy difícil y lento

Hallar en el Registro Civil una certificación de un familiar antecesor puede concluir en una expedición arqueológica interminable, al punto del agotamiento; como le ha sucedido a Ailén Blanco Alfonso, residente en calle 6ta., La Pedrona, en el municipio holguinero de Mayarí.

Cuenta ella que en febrero de 2016 gestionó en el Registro Civil Municipal la inscripción de nacimiento de su abuela paterna, y no aparecía. La registradora le prometió que profundizarían la búsqueda. Pero pasaban los meses y nada. Ella volvía al registro e ídem: no aparecía en el sistema, y debían continuar buscando en los antiguos documentos manuscritos. Documentos que, según Ailén, habían permitido que ella y otros familiares extrajeran anteriormente copia de la inscripción de su abuela.

Sin respuesta, Ailén insistía. E irrumpió un nuevo elemento: el libro que contenía la inscripción de su abuela se había destruido, y tal deterioro no permitía elaborar documento alguno. Le orientaron que viera a la nueva registradora, no a quien había iniciado el trámite. El pasado 5 de enero fue a verla, y esta le dijo que debía llamar a su jefa de departamento en la provincia, para que le informara qué procedía en ese caso.

Ya el 18 de enero fue Ailén quien llamó a la Dirección Provincial de Justicia de Holguín, donde le dijeron que no había solución, pues en el Registro Civil de Mayarí no constaba nada. Que ella buscara una copia de la inscripción de su abuela, y la presentara ante la registradora para reconstruirla o transcribirla; la que, de tenerla, hubiera presentado antes, argumenta la remitente.

La otra opción dada fue, dirigirse al Consulado de España en La Habana a solicitar el expediente de una de las tías de Ailén, pues hacía solo tres o cuatro años, para gestiones allí, les habían emitido la inscripción de la abuela en ese mismo Registro Municipal.

El 19 de enero habló con la Directora municipal de Justicia, quien le tomó los datos para hacer las consultas y reiniciar la búsqueda en el Registro Municipal. Ni así hubo solución. El 17 de marzo, cuando Ailén me escribió, aún se esperaba respuesta de la directora provincial.

«¿Qué culpa tenemos de que se hayan deteriorado esos libros? ¿Por qué no hay un duplicado, a tantos años de que se digitalizaran los registros civiles? ¿No se pudo realizar un buen trabajo antes de que se deterioraran? ¿No es su objetivo archivar de por vida los documentos identitarios de una nación?», concluye cuestionando Ailén.

Por el cambio de un nombre

Jorge Suárez Ramil (calle Oscar Lunar 166, entre Camilo Cienfuegos y Coyula, Regla, La Habana) cuenta que su madre, fallecida el pasado 30 de octubre, había guardado en una cuenta bancaria sus ahorros de muchos años, para que los hijos la recibieran luego de su desaparición física.

Y según refiere él, los herederos han ido a la sucursal del Banco Metropolitano en Regla, al Registro Civil, al Bufete Colectivo, se han entrevistado con muchas personas, y al final la conclusión es que hay que subsanar la inscripción de nacimiento de su abuelo, porque el nombre en la misma no coincide con el que aparece en el certificado de defunción de la hija, madre de los herederos.

«Mi abuelo falleció ¡hace 44 años!, señala el remitente. ¿Qué tiene él que ver con la última voluntad de mi madre, que dejó la cuenta bancaria legalmente a nombre de sus hijos? ¿Es que es tan difícil con el burocratismo que nos carcome en todas las gestiones que deben realizar los ciudadanos para cualquier trámite, que se logre hacer realidad la voluntad de mi mamá?», concluye el solicitante.

Un muro en Bacuranao

«Hoy, al caminar por la playa de Bacuranao, me asombró la reciente construcción de un alto muro de bloque transversal a la costa, colocado allí con la clara intención de impedir el acceso de las personas hacia un puente que ha sido por muchos años utilizado por pescadores y bañistas. La villa Bacuranao restituye su cerca perimetral, y la acción brindará más seguridad a su instalación y a sus huéspedes, pero no tienen derecho a limitar la utilización de este espacio, que siempre ha sido del disfrute de los bañistas». (Arnaldo Arévalo, edificio 669, apto. 25, zona 18, Alamar, La Habana del Este, La Habana).

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