Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Gorrión

Hoy nos tomaron las muestras para el PCR que definirá el siguiente paso y no es cosa de pescar al intruso coronado cuando tal vez en menos de 24 horas ya estemos en casa

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

En esta beca de Girón, como antes en el Instec, cada mañana me despierta el bullicio de los pájaros. Antes de que asome el Sol, antes de que el celular cante la hora de estirar el cuerpo, meditar y organizar la telejornada periodística, los gorriones picotean el amplísimo ventanal, como pidiéndole a la seño Anay otro trocito de pan para su desayuno.

Uno de ellos, más atrevido, entra y sale libremente del cuarto a cada rato. Debería decirle que eso no está bien, que aislamiento significa distancia, como la que mantenemos entre los seres humanos bajo este techo… Pero siempre es una alegría su visita, y hasta empiezo a entender por qué llaman gorrión a la nostalgia cuando te alejas de tu amado terruño.

El único visitante de la habitación en días de distanciamiento. Foto: Mileyda Menéndez

Mi municipio, Regla, es uno de los más complicados con la epidemia de irresponsabilidad que acompaña a la COVID-19. Me da vergüenza oírlo del doctor Durán, el afable epidemiólogo que nos visitó dos veces en el barrio y nos animó a respetar las sencillas medidas que pudieran frenar en menos de un mes esta pesadilla, si todos las cumplieran a cabalidad.

Tres semanas de convivencia con el virus en primera línea, y sobre todo con quienes se proponen acabarlo, me indican que puede ser agotador estar todo el tiempo pendiente del gel o pasando hipoclorito por donde tocó otra persona; que la careta puede olvidarse y el nasobuco molesta cuando tratas de dormir en pleno día para que el tiempo pase rápido…

Pero basta una «invasión» de 28 tripulantes de otros centros, como la que nos llegó ayer, para que el sentido común se espabile y mi equipo refuerce su autoprotección. Hoy nos tomaron las muestras para el PCR que definirá el siguiente paso, y no es cosa de pescar al intruso coronado cuando tal vez en menos de 24 horas ya estemos en casa con el salvoconducto de salud en las manos.

Esta mañana hablé con Patricia, la microbióloga que desde noviembre pasado se encarga de hurgar con el temido palito en las narices de los voluntarios que culminan acá su estancia, tras servir en varias islas de prevención capitalinas. La joven tiene buena mano, así que embromamos a nuestros tripulantes, cuya fama de estrictos en la toma de muestras dejó una estela de estornudos y lagrimeo en el Instec.

Daniel es villaclareño y sueña ser cirujano o ginecólgo como segunda especialidad. Se recibió como médico en plena pandemia, pero desde 2018 vive en la capital con su familia, a quien llama con frecuencia para tranquilizarles.

Betsy es habanera y se graduó hace tres años. Su ilusión es hacerse oftalmóloga, y quien más la llama es su novio, a juzgar por el tierno pestañeo y las conversaciones en susurro.

Ambos se conocían del policlínico Mártires del Corynthia, en Plaza de la Revolución, Ella es la médica de familia del consultorio tres, y él es el titular del nueve.

Como las casualidades no están escritas, en la tripulación del ISRI vino la enfermera Adriana, quien comparte con Daniel el trabajo en la comunidad. Se regocija al verlo bien y le comparte la inquietud por su propia «niña» embarazada, a quien quisiera acompañar en todas las consultas.

Cada mañana compartimos la preocupación del doctor Durán por los territorios en los que aún no se  frena el peligroso contagio. Foto: Mileyda Menéndez

Anay es también habanera, y lo digo con sorpresa porque es jacarandosa y bailadora como una caribeña oriental. También se vincula al Corynthia, a través del círculo infantil Amiguitos del mundo, al que asisten pequeñines del área de salud de ambos doctores. Cada día la llama su nietecita Ashley, de dos años y medio, y la amplia habitación se ilumina mucho más con las frases cariñosas de la pequeña ocurrente.

Mañana a esta hora los resultados estarán en nuestras manos. ¿Negativo? ¿Positivo? ¿A repetir? Sin pensar en eso, intento escribir mi reporte final de estas andanzas, pero sus risas me desconcentran: Betsy, Anay y Daniel juegan al Veo veo, cada uno desde su litera, como adolescentes que reorientan su energía en un día lluvioso.

Aún no pueden volar tras el diminuto visitante, y por mucho que jueguen, no «ven» cómo dejar atrás estos días de espera.

Mi teléfono suena, una vez más en este día. Es mi esposo con alegres noticias familiares. Mis perras ladran a su alrededor y aun así escucho el alboroto primaveral de los gorriones en mi patio. «Todo está bien», dice despacio. «Yo también te extraño», le respondo, y su risa nerviosa confirma que acerté con el mensaje.

Reto del día: Que termine pronto.

 

Consulte todas las publicaciones de esta interesante serie:  

(Im)pacientes

Encadenamiento

Pensamiento

Puerta a puerta

Razones

Carolina

Lucía

En positivo

De lujo

Día Cero

¡Agua!

Modelaje

La pared

Tripulación

Aniversario

 

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