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Conversación para entretejer puentes de afectos

Emotivo, transido de múltiples ideas y transparencias resultó ser el encuentro que tuvo lugar en la tarde de este viernes, desde el Palacio de la Revolución, entre el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y un grupo de universitarios estadounidenses

 

Autor:

Alina Perera Robbio

«Gracias a ustedes por el encuentro, por el tiempo, y por construir puentes», dijo en la tarde de este viernes el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, a un grupo de estudiantes de la Universidad neoyorkina The New School, que por estos días pasan un curso de verano, auspiciado por Casa de Las Américas.

Desde el Salón Portocarrero en el Palacio de la Revolución, hacia el final de un encuentro donde ante los ojos de los jóvenes —muy jóvenes— emergió una Cuba mostrando sus desvelos, realidades y desafíos, el Jefe de Estado pidió a sus interlocutores que vuelvan.

Luego de haberlos saludado uno a uno, luego de haberles respondido desde la sinceridad y las emociones cada interrogante extendida por ellos, el Presidente Díaz-Canel Bermúdez compartió su certeza de que entre Cuba y los Estados Unidos pueden haber «muchos puentes», porque «no estamos tan distantes», porque «nuestros pueblos cada vez se van a conocer mejor, se van a querer más».

Mirando al futuro, el mandatario habló de una bella lección a la humanidad: de cómo el ser humano podría ser testigo de la relación entre dos pueblos, en la que no haya odios, en la que existan todas las posibilidades de compartir y de complementarse. Y desde un optimismo que resulta ingrediente cardinal de la resistencia cubana, recordó a esa terrible piedra en el camino que es el bloqueo, algo que con el apoyo de los amigos también podrá superarse.

Fue una tarde hermosa, humanísima, conmovedora; en una jornada que también contó desde la presidencia con el ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau; así como con el Presidente de Casa de las Américas, Abel Prieto Jiménez.

Foto: Estudios Revolución

Los educandos que —como explicó el profesor del Programa, Gabriel Vignoli Teja— se proponen desde el aprendizaje encontrar respuestas a desafíos del mundo a partir de enfocar la lente sobre Cuba, hicieron diversas preguntas al Presidente Díaz-Canel: quisieron saber sobre cómo la Isla se inserta en contextos económicos del planeta; sobre cómo será el socialismo en el país caribeño; sobre la música que más gusta en la Isla —y hasta sobre las piezas que prefiere el mandatario.

Se mostraron, además, interesados por asuntos como la infraestructura urbana de La Habana y su mantenimiento; o el deporte; o los modos en que los jóvenes pueden participar; o la estrategia del actual Gobierno para el desarrollo de la economía. En un intercambio que el dignatario calificó de familiar, de «una conversación entre iguales», fluyeron, uno a uno, todos los temas.

Los estudiantes del Programa New School-2022 escuchaban atentamente; y el anfitrión disertaba a punto de partida de cada pregunta: «Vamos a hablar un poco de socialismo», dijo en un momento, sobre este asunto de largo alcance. Y en una explicación abarcadora y profunda razonó que «para nosotros el socialismo, en el caso de Cuba, es alcanzar la mayor justicia social posible», en una suerte de lógica, dijo, que difiere de la capitalista, de la imperial, de la hegemónica, esa en la cual el Hombre es lobo del Hombre, y en la que se persigue fracturar identidades y culturas que no quieran alinearse a la lógica del imperio actual.

«Nosotros —enunció Diaz-Canel y así puso al descubierto «un proceso de transculturación» que tiene como base la dominación de los otros— siempre diferenciamos gobierno de los Estados Unidos del pueblo de Estado Unidos; nosotros por el pueblo de Estados Unidos lo que sentimos es una relación de respeto, de amistad, de fraternidad; nos unen elementos culturales, históricos, de relaciones; nuestra discusión es con el gobierno de los Estados Unidos por la manera que nos han tratado».

Luego de un análisis sobre la plataforma de dominación neoliberal y neocolonial que levanta el Norte, el Presidente abordó seguidamente la arista ideológica de tal expansión: «Se apoyan, denunció, en una enorme e intensa estrategia mediática, sobre todo en las redes sociales, de descrédito a la Revolución cubana. Todos los días hay ataques». Y recordó esos hechos que pueden ser normales en otras latitudes, y que si se producen en la Isla son llevados a todo extremo negativo, para manipular emociones.

Foto: Estudios Revolución

En esa guerra, enfatizó, se obvian las causas reales de los problemas, «y entonces con eso tratan de personalizar en el Gobierno, en el Estado, en los líderes, en los dirigentes, las causas de esos problemas, para buscar una ruptura pueblo-gobierno, y sobre esa base entonces confundir». Es un andamiaje mediático, dijo, que se hace desde la mentira y la perversidad, con el apoyo incluso de algo tan seductor como la industria del entretenimiento.

Volviendo a los «ideales de la construcción de una sociedad más justa, donde haya crecimiento económico pero con desarrollo y con igualdad social», el Presidente cubano no pasó por alto que «nuestra economía es una economía de guerra, es una economía de bloqueo»; que no renuncia a llegar a todos desde variables tan importantes como la de la seguridad social y el ofrecimiento de muchas posibilidades de realización humana.

A ese futuro, definió, aspira la Revolución, por él trabaja; «lo que pasa es que la Revolución nunca ha podido desarrollar su proyecto de construcción socialista de manera digamos lineal, o en una situación favorable, porque desde que surgió, desde que se declaró socialista ha estado bloqueada». A los jóvenes estadounidenses le extendió una interrogante en modo de reflexión: ¿Qué fuera de este país si no tuviéramos bloqueo?

«Nosotros —recordó— no hemos atentado en nada contra los Estados Unidos. Esta es una situación asimétrica; nosotros como país —primero por vocación, por sentimiento—, nunca haríamos nada contra el pueblo norteamericano, nosotros no somos un peligro para la seguridad de la nación norteamericana, y mucho menos para el pueblo norteamericano».

«Nosotros no odiamos —resaltó el dignatario—; amamos el amor y, si odiamos algo, ese es el odio». Díaz-Canel habló del talento, del empuje de los cubanos, cualidades que podrían habernos llevado mucho más lejos de no existir un cerco que calificó de acción sin ética. El socialismo cubano, expresó, «defiende la dignidad del Hombre, que el Hombre no sea humillado, que el Hombre no sea mancillado, que el Hombre no sea explotado, que el Hombre no sea discriminado. Esa es nuestra concepción del Socialismo, y es a lo que no renunciamos». ¿Qué futuro le tocaría a Cuba —reflexionó— si se perdiera la Revolución?: ¿Acaso el capitalismo desarrollado?

No quedó una pregunta sin respuestas: el mandatario habló sobre música —sobre sus preferencias que incluyen a gigantes como Silvio Rodríguez, a la Nueva Trova en general, y a figuras emblemáticas de la cultura estadounidense, sin olvidar géneros como el Jazz—. Se sumaron asuntos alusivos a La Habana y su arquitectura, a la juventud, al desarrollo del deporte y a cómo la mujer se ha destacado en ese universo luego de 1959. Se habló sobre un desafío tan complejo como el de la vivienda, o sobre los modos de gobernar país adentro.

«Creo que contesté todas las preguntas», dijo el Jefe de Estado, cariñosamente, a los estudiantes. Y entonces él quiso saber: ¿Se han sentido bien? ¿Por qué? Así fue como una joven tomó el micrófono para contar de su gratitud y de cómo los cubanos mostraron a un pueblo que sabe ser abierto y recibir a todos cuantos quieran conocerle y quererle.

Parecía que la jornada estaba a punto de concluir, pero la joven quiso saber qué se siente al tener sobre los hombros una responsabilidad, en la Cuba de hoy, como la que tiene Díaz-Canel Bermúdez.

«Trato de seguir todos los días los pasos de dos gigantes, con el convencimiento de que uno no es un gigante», respondió el mandatario. Y habló de «lo que todavía nos queda por perfeccionar», por mejorar en Cuba para seguir sosteniendo y renovando la Revolución: «Nosotros sabemos que mucha gente en el mundo mira con fe, con esperanza» a la Revolución; y eso, dijo, son realidades que comprometen mucho.

Habló del «compromiso con la Revolución con la que uno nació», lo hizo en nombre de todos los compañeros que trabajan en la dirección del país. Hizo hincapié en «el compromiso con ese pueblo cubano, heroico, que ha aguantado sesenta años de bloqueo y que no claudica».

A veces, reflexionó, hay que decir verdades duras; «hay que trabajar con mucha honestidad, con mucha transparencia». Y en referencia a Fidel y a Raúl, comentó: «Para seguir los pasos de esos gigantes, cada vez necesitamos más la dirección colectiva; por eso estamos tan involucrados ahora en esos temas de cómo creamos cada vez más espacios de participación, que la gente tengan cada vez más momentos para participar en la toma de decisiones, porque sí hay mucha sabiduría en el pueblo cubano».

«Si uno sigue al pueblo, si uno sigue lo que está diciendo la gente», razonó, se puede avanzar, sabiendo «dónde nos equivocamos nosotros», y dónde están las causas generadas por el bloqueo que ha sido particularmente duro en estos dos años y medio de pandemia.

Seguían los razonamientos: Cuando se es digno, hay respeto; en los retos está la belleza de la vida; hay que saber superar las adversidades. Y en cuanto a la tamaña responsabilidad de dirigir en Cuba, Díaz-Canel expresó: «Uno se crece, porque se aprende, dominas temas que antes no sabías, profundizas; y sobre todo cuando uno ve que se hizo un bien, que algo mejoró, que ayudaste a que la gente mejorara una situación, que el país avanza, que el país se destaca, eso enaltece mucho».

No olvidó la tremenda admiración que le inspiran nuestros científicos, esos que, con la vacuna contra la COVID-19, supieron defender «la vida del país»: «Nosotros tenemos un pueblo lindo —ustedes lo han visto—, gente con sentimientos; que cuando quieren, quieren de verdad; y con un estoicismo…». Y compartió entonces una definición de especial valor: Se trata de «un pueblo que no quiere ser esclavo, que no va a volver nunca más a ser esclavo, y va a defender la Revolución. Lo que tenemos es que lograr —subrayó ante los estudiantes— que la Revolución no se equivoque».

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