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Quiero acceder a todos los caminos

Afirma la destacada actriz, directora y guionista cubana, quien recientemente ganó el concurso de DOC TV II LATINOAMERICA con el filme En el cuerpo equivocado

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Todo parecía indicar que después de Fresa y chocolate, Marilyn Solaya regresaría una y otra vez al plató. Y lo hizo, pero no con la frecuencia que pensábamos. Después de estar bajo las órdenes de Titón y Tabío, fue llamada por Eliseo Subiela para Despabílate amor. Luego estaría en el elenco de Omertá, de Pavel Giroud, y de la película canadiense La ley del silencio, mas no por ello abandonó sus estudios de Dirección.

De esa manera me sintetizó su vida, a raíz de que su guión estuviera entre los cinco finalistas de la II Muestra Temática del Cine Pobre de Humberto Solás, en una de las tantas conversaciones que sostuvimos en Cienfuegos, cuando le pregunté por sus pasos después de Fresa y chocolate.

«Pasé un largo tiempo en la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños, haciendo de todo: como actriz; asistente de dirección y de producción, de casting... Fue así como la actuación fue quedando atrás porque realmente nunca me interesó como profesión. Surgió de un modo circunstancial: era muy joven y la única oportunidad de acercarme a los rodajes. Cambié mi imagen en función de eso y, curiosamente, se abrieron esas puertas que, por supuesto, aproveché».

—¿Te arrepientes de haberla dejado a un lado?

—Respeto mucho el trabajo actoral, que requiere mucho más que una buena imagen; te hablo de talento y pasión. Tengo miedo escénico y exponerme siempre implicó violentar mi naturaleza. Confieso que nunca disfruté esos momentos delante de las cámaras. Por otro lado, soy muy exigente conmigo misma. Por eso cuando veía los resultados, quería desaparecer... Fantaseaba con hacer algo vandálico con las cosas que había hecho... Pero bueno, con el tiempo me he ido reconciliando con esa etapa de mi vida a la cual le debo mucho. Ahora pienso más en todo lo que me aportó como directora, y me gusta desde esa perspectiva. Estuve ahí y eso nadie me lo puede quitar.

—Todo parece indicar que tu quehacer como guionista ha tenido mucho más suerte que como directora...

—Siempre me ha gustado contar historias, escribía desde niña, ganaba concursos... Pensé que sería escritora, poetisa... Estudiando teatro me di cuenta de que lo mío era el cine, porque de repente lo vi más cerca. Iba a la Cinemateca y al salir siempre pensaba lo mismo: «No estoy soñando, es ahí donde se hacen las películas». Desde ese momento todo lo que he hecho ha estado en esa dirección: convertirme en una cineasta. El camino ha sido (y es) largo y difícil, pero el cine me apasiona. Asimismo, he tenido resultados que apuntan a que lo puedo hacer, a que lo puedo lograr...

«Me gusta comunicar, cuestionar la realidad, poner el dedo en la llaga; me gusta escribir y dirigir historias a partir de la vida, de los conflictos que se nos presentan a cada paso. Socializo mucho, me implico, no pudiera ser honesta con lo que hago si no fuera así. Todos mis documentales han sido seleccionados para participar en festivales nacionales e internacionales y también premiados y/o “celebrados”, como diría un crítico amigo mío. Sobre todo Hasta que la muerte nos separe, que realicé en mi pueblo, Florida, Camagüey, en el 2001. Desde entonces lo ponen cada año dos y tres veces en la televisión, y siempre parece que está acabado de hacer. Ese documental es una manera de aferrarme, cada vez que estoy en crisis, a la niña que fui, a los valores de ese mundo sano e ingenuo de provincia, de campo, que, en ocasiones, se van perdiendo por el camino, porque la realidad citadina te impone otro estilo.

«Pasó un tiempo sin que pudiera volver a filmar. Después de ese hice un par de documentales más y, casi al mismo tiempo, realicé la gran obra de mi vida: mis dos hijos Carolina y Raúl. Ese acontecimiento hace que todo sea más difícil, sobre todo para una mujer que se dedica a un oficio tan complicado. Los hombres —mis colegas como los de otros oficios— suelen delegar y es así como pueden seguir adelante más allá de las responsabilidades que implica tener una familia. Ellos pueden realizarse, ser brillantes en lo que hacen y demostrarlo, pero para nosotras es diferente; esencialmente para aquellas que no quisimos perdernos esa experiencia de la maternidad y a la vez seguir pensando y soñando otro tipo de proyectos.

«Adoro a los hombres y, de hecho, mucho de lo que soy se lo debo a la buena presencia de algunos de ellos en mi vida: desde mi padre hasta en el amor, pero eso no quiere decir que me quiera menos. Es evidente que, a pesar de los logros apreciados a lo largo de la Revolución, esto parece ser un problema cultural».

—De tus tantos proyectos, ¿cuál te quita el sueño?

—Estando en casa, y entre hijo e hijo, nació Vestido de novia. La idea de dar un salto al largometraje de ficción también es un deseo y una necesidad de las féminas cineastas, aunque no se vea en la filmografía nacional, por razones cada vez más obvias. El guión fue premiado en el 2006 por CINERGIA, Costa Rica, Fondo Centroamericano para el Desarrollo de Proyectos Cinematográficos. Luego, fue seleccionado por DREAMAGO, en Suiza, una Fundación Internacional de Proyectos Cinematográficos que busca guiones que marquen la diferencia por el tema que abordan.

«El año pasado Vestido de novia fue elegido para participar en el I Taller de Guiones Latinoamericanos, un nuevo espacio creado dentro del Sector Industria como parte del Festival del Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. ¿Y qué te puedo decir? Ahí está, buscando presupuesto como los otros proyectos de cualquier realizador que quisiera hacer una película en estos días, pero no junto a los otros, ni por la misma vía ni con las mismas oportunidades.

«El caso es que el ICAIC sigue haciendo películas, pero a mí siempre me recuerdan la crisis económica mundial. Muchas realizadoras quedaron en el camino sin hacer sus proyectos de largometrajes: Ana Rodríguez, Mayra Vilasis, Marisol Trujillo; la misma Sara Gómez no culminó su filme —debido a su prematura muerte en medio del rodaje, lo terminó Titón—; mientras que con notable esfuerzo —y después de muchos años de proyectos e intentos abortados—, la realizadora Rebeca Chávez logró hacer su película.

«Acabo de participar en el II Taller de Guiones que auspicia el Festival Internacional del Cine Pobre de Humberto Solás, donde premiaron Bajas pasiones, cuyo tema es la supervivencia. Comenzaré ahora su reescritura y me iré implicando en él poco a poco, con el mismo ímpetu que con los anteriores.

«No te voy a negar que Vestido de novia es el proyecto que todavía me quita el sueño. He aprendido mucho construyéndolo a lo largo de siete años: por la profunda investigación que he llevado a cabo y por el reto que ha significado intentar hacer una película. Y es que ya no se trata de escribir un guión, sino de hacerlo bien, por mí misma y por la responsabilidad con el tema que estoy abordando. Es difícil cumplir con las expectativas de todos los filtros y miradas por las que he tenido que pasar; muchas veces desde el cuestionamiento de mis recursos como guionista y realizadora, desde la subestimación».

—¿Cuál es el argumento de Vestido de novia?

—Trata sobre la homofobia, sobre el drama que viven las personas transexuales. Es una película necesaria, muy a tono con los tiempos que vivimos, con esta nueva etapa cubana de buscar y poner en tela de juicio los prejuicios que tanto han obstaculizado las libertades esenciales de las personas, las ventajas de la diversidad.

«Siento que soy otra mujer después de este proceso, que he madurado mucho como profesional y como persona.

«Ahora mismo acabo de ganar el concurso de DOC TV II LATINOAMERICA con En el cuerpo equivocado, que me servirá de pretexto para hacer un análisis sobre el “cuerpo” sexual/social de la nación cubana. La pelea fue dura, había trabajos muy buenos compitiendo con este, y te juro que todavía no lo creo. Aprovecho para felicitar a la Oficina de Creación Artística que ha propiciado un concurso desde la ética y la seriedad que exige este tipo de eventos, donde por primera vez sentí que realmente estaba compitiendo en igualdad de condiciones. Salí de allí pensando que no ganaría.

«Es ese criterio de selección el que debería primar dentro de la institución. No quiero que por ser una mujer me regalen nada, solo quiero tener la oportunidad de acceder a todos los caminos y ventajas que ofrece la industria, los cuales permanecen en el mismo círculo y conlleva a una evidente falta de equidad en ese espacio; algo que va más allá del género, que también afecta a los nuevos realizadores y a otros no tan nuevos, quienes no acaban de sacar adelante sus proyectos».

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