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Galería de arte a cielo abierto

Con 505 años de existencia, la villa del Espíritu Santo protege a algunos de sus personajes populares en su propio corazón: el bulevar

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Recorrer el corazón de la añeja villa que este martes celebra sus 505 años: su bulevar, significa rencontrarse con parte de su historia, vivencias, esencias… Arropados en retratos escultóricos, nacidos del talento de Félix Madrigal Echemendía, conviven con los transeúntes tres de sus personajes populares: Francisquito, Oscar Fernádez Morera y Serapio.

Muchos son los que pasan con paso apurado por la céntrica calle diariamente o se detienen a captar un ángulo determinado de estos protagonistas, quienes allí están con el fin de evitar que el tiempo, en su indetenible paso, los retoque con el polvo del olvido.

«Fueron, definitivamente, del pueblo, por eso la memoria es capaz siempre de devolvérnolos», opina Juan Eduardo Bernal Echemendía, «Juanelo», uno de los cronistas costumbritas más reconocidos de la ciudad.

Inusual Reloj

«¿Francisquito, qué hora es?», preguntaban insistentemente cada vez que el hombre de pelo bronco, saco de oscuro confuso como su piel y ropas raídas aparecía por cualquiera de los recodos de la villa.

La respuesta era tan exacta como el más moderno de los relojes suizos. Tanto así que no pocos vecinos perdieron apuestas tratando de desmentir la precisión de sus horas, sin que jamás contara con un reloj, ni tan siquiera se volteara hacia el campanario de la Parroquial Mayor.

Francisco Polanco Guerrero caminaba de una punta a la otra las callejuelas con una parsimonia muy propia. Sobre su cabeza, grandes bultos de basura para arrojar al río le empequeñecían mucho más que el diminutivo, puesto por quienes poco supieron de sus orígenes.

«Personaje extraodinariamente simpático, extraño, raro a la hora de establecer un vínculo de comunicación. Nadie ha podido explicar qué recurso empleó para no equivocarse. Aún es un enigma», añade Juanelo, quien disfruta siempre el tema musical que lo inmortaliza, gracias a las voces del trío D’Gómez.

Muchos años después de su muerte, en la década de los 80, se emplazó uno de sus más merecidos homenajes. Sobre la figura de un reloj, saco en su torso, saluda a quienes cruzan casi el final de la céntrica arteria espirituana.

Los primeros colores

Paleta en mano, Oscar Fernández Morera, uno de los precursores de las artes plásticas espirituanas, aún parece captar con su talento los colores que cada día le dan vida a Sancti Spíritus.

Cultivador del retrato y la naturaleza muerta, distinguió su formación autodidacta e intuyó a su manera los albores de la pintura moderna. Justo en la entrada de la galería de arte que lleva su nombre, otrora vivienda, este retrato escultórico resulta el más vulnerable, por la forma de su brazo, donde no pocas personas se apoyan para hacerse fotos.

Con cientos de obras tanto en el país como en el extranjero, Oscar Fernández Morera (1880-1946), supo despojarse de los acomodos económicos de su familia para rodearse de las personas que como él amaron el arte con una pasión desmedida.

A paso de conga

«Si tú pasas por mi casa y ves a mi mujer, tú le dices que hoy no me espere que yo con Pueblo Nuevo me voy a echar un pie…», hace correr los pies a un ritmo inigualable.

Nació del ingenio de Gerardo Echemendía Madrigal, «Serapio», un auténtico yayabero, músico de madrugadas infinitas con una humildad del mismo tamaño de su alta estatura.

«Fue hombre de comparsa. Compuso melodías. Vendía periódicos. Tuvo una vida muy pecualiar. Leía como nadie el diccionario y de ahí extraía las palabras que le resultaban interesantes o inteligentes para componer una canción», resume Juanelo la personalidad de quien, entre las tres personas representadas en esculturas, tuvo el placer de posar para el artista.

Periódico Escambray, bajo el brazo, guayabera planchada y maracas en mano da la bienvenida a quienes circulan por el umbral del bulevar. Justo allí, desde 2011, cada 25 de diciembre se le canta y se le deposita una ofrenda floral como muestra de que sigue entre nosotros.

Un espacio vital

Junto a estos tres personajes populares emplazados en un espacio público estrecho, como el resto de las arterias, de piso de mármol, con objetos decorativos y centros del comercio y la gastronomía, mayormente, palpitan las alegrías, tristezas y preocupaciones del espirituano.

Un ir y venir constantes, los saludos vía internet, la venta de los periódicos o el pago de la electricidad protegen a esos seres inmortalizados en yeso.

«El material actual es de tránsito. Ya hemos compartido con las autoridades lo útil que sería aprovechar las relaciones con la Fundación Caguayo, de Santiago de Cuba, para alcanzar ese anhelo», dijo Félix Madrigal en los primeros días de este año, cuando debió devolverle la vitalidad a la pieza de Fernández Morera, al ser casi desprendida la paleta por el impacto de un montacargas.

La denuncia del accidente y la constante preocupación por el tiempo que demoraría su arreglo expresada por varias generaciones de espirituanos confirmó la identificación con esas creaciones y por tanto con su historia, matices e idiosincrasia de 505 años de vida.

Una verdadera galería de arte a cielo abierto, aunque su autor se sabe deudor de otros personajes populares como Bulla-bulla y el Güije del Charco del Negrito, por citar solo dos ejemplos, que de algún modo él pudiera salvar del olvido.

Francisquito tenía  la capacidad de decir la hora con exactitud sin mirar un reloj

Serapio es el autor de la popular canción. Si tu pasas por mi casa....

 

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