Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Loca por la trova

A pesar de solo tener 21 años, encima del escenario Yeni se transforma y enamora por la belleza de su voz

Autor:

Yasel Toledo Garnache

Casi nunca está tranquila, parece una niña, siempre inquieta y bromista. Encima del escenario se transforma y enamora por la belleza de su voz, los gestos y la armonía con la guitarra, a pesar de solo tener 21 años de edad.  Desde pequeña es una encantadora, una perseguidora de sueños, que podría definirse de muchas maneras, pero prefiere decir: «Soy una hormiga loca», nombre de su peña desde hace más de dos años en El Mejunje, especie de catedral villaclareña del arte y la inclusión.

Yenisleidy Turiño Gutiérrez, más conocida como «Yeni», camina con naturalidad en el sendero de la trova, canta y sigue por las calles de su ciudad con ese ritmo musical en su manera de ser y la sonrisa. Para ella Santa Clara es inspiración, «una urbe mágica que no tiene ningún paisaje hermoso ni grandes construcciones ni costa; pero es donde los trovadores somos más unidos, donde sin importar los años siguen saliendo de abajo de las piedras.

«El ambiente cultural aquí es inmenso, todo el tiempo hay peñas de trova, obras de teatro, conciertos, talleres literarios, cuando se acaba un evento empieza otro; no hay tiempo para el descanso. Todo esto ha sido la base para mí y para todos los artistas de esta ciudad, que nos complementamos los unos a los otros».

—¿Cómo fue tu primer acercamiento a una guitarra?

—Una vez mis padres me dijeron: «Hasta que no aprendas a tocar, no vamos a comprarte la guitarra». Y tal decisión me condujo a comenzar los encuentros con mi primera maestra de ese instrumento. Disfrutaba cómo surgían en la punta de mis dedos ampollas que luego serían callos, y orgullosa los mostraba. Luego de tres meses, interpreté la Guantanamera, y terminé con la muñeca hinchada, pero con tremenda satisfacción. Justamente cuando cumplí diez años encontré sobre la cama de mi hermano un regalo especial: una guitarra vieja con apenas cuatro cuerdas.

«En mi infancia quería ser profesora y mantuve esa decisión hasta la secundaria, cuando me encontré con el rock and roll. Entonces era muy diferente a los demás. Me encantaba leer y escuchar rock, suficiente para ser un bicho raro. Al terminar esa etapa, con todo lo freaky que era, empecé a estudiar guitarra clásica y descubrí lo infinito de la música.

«Visitaba con frecuencia El Mejunje, y Yatsel Rodríguez, mi primo, formaba parte de La Trovuntivitis, por lo cual me llegaba la música de los trovadores de aquí».

—¿Cuándo decides dedicar tu vida casi completamente a la trova?

—Luego de componer mi primera canción, un día después de la clausura del Longina 2015. Había vivido tanto en ese Festival, donde conocí a los autores de muchos de mis temas favoritos… Fue la primera vez que llegué a mi casa al otro día. En una descarga al final del evento me preguntaron por qué no tenía mis propias canciones. No respondí, pero horas después me salió la primera de un tirón. Desde entonces no paro.

—¿Cuán gratificante es ser trovadora?

—Es una batalla fuerte, en la que no hay enemigos. Los gustos personales y de cada grupo se relacionan con muchos aspectos socioculturales, en los cuales influyen las características del lugar donde viven, los medios de comunicación… Eliminar o reducir las banalidades sin hacer la guerra es una tarea dura de nuestro país.

«Ser trovadora es gratificante. Significa un reto permanente, defender las canciones a partir de la guitarra, la voz y los sentimientos, más allá de la suerte que pueda correr cada tema».

—¿Qué sientes en el escenario?

—He aprendido que el estar sola en un escenario no es motivo para deprimirme. Cuando canto me vuelvo una «estrella» que no soy; pero siento, porque soy artista, y eso implica un motón de características especiales, el sello de cada quien.

—¿Por qué el nombre de La hormiga loca para tu peña?

—El espacio fue una idea de Ramón Silverio. Surgió en 2017. Yo había cantado en una Jornada de la no violencia contra las mujeres y las niñas. Entonces Alexis Castañeda (escritor de la ciudad y programador de ese Centro Cultural) me comentó lo que el principal impulsor de El Mejunje tenía en mente. Me puse muy nerviosa, no me imaginaba como anfitriona ni me sentía preparada, solo contaba con 19 años, pero decidí hacerlo. El nombre se lo puso Alain Garrido por una canción seudoinfantil que compuse, llamada Canto de Hormiga Loca, y me gustó su aspecto teatral. Esta peña es mi laboratorio.

—¿Cómo te defines como persona y artista?

—Soy una hormiga loca, no hay mejor descripción que esa. Una hormiga consciente de cada paso de su locura.

—¿En Cuba, país con una larga tradición trovadoresca, acaso es posible proponer algo realmente nuevo o cada autor debe conformarse con adaptaciones y simulaciones?

—Cada ser humano es único e irrepetible. Todos tenemos influencias, también Silvio, Pablo y quienes pasaron antes. El espectro de la guitarra y la poesía es infinito. Todos no vivimos las mismas circunstancias. Cada persona, artista, trovador… es el reflejo mismo de su época; por eso siempre hay algo nuevo que decir, de una forma u otra. Eso sí, nunca debemos conformarnos, nunca crear una zona de confort en la creación; arriesgarse es la clave.

—¿Cómo la pasión por la trova ha afectado o enriquecido tu vida?

—La trova siempre me ha enriquecido. He aprendido a llevar la música y los estudios por el mismo carril; eso lo puedo demostrar. He aprovechado cada segundo. Los conocimientos adquiridos en el aula y otras vías son tan importantes para componer y ser una artista completa, como las experiencias en el ámbito personal. Ya casi estoy por graduarme de Licenciatura en Gestión Sociocultural para el Desarrollo, en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas y no pararé de estudiar mientras viva.

—Vicente Feliú ha dicho que para ser trovador no basta con dominar la guitarra y cantar: «Es un modo de vida». ¿Qué piensas al respecto?

—Claro, y me encanta que así sea. El trovador es un juglar, un ser que necesita de sus canciones para vivir, un ente errante y nocturno que va mostrando su realidad con la voz y la guitarra. 

—¿Cuán complejo es para una joven trovadora ascender en su carrera?

—Por suerte he tenido un montón de padrinos, principalmente los trovadores de Santa Clara. Y cada vez que doy un paso, allí están ellos para felicitarme o corregirme.

«La AHS me acompaña en mi carrera y en casi todos los proyectos. Participaba en sus actividades y eventos sin ser miembro, porque quería contagiarme de esa vitalidad y esos deseos de hacer arte en toda circunstancia. Poco a poco he conocido a diferentes células del país y tengo una casa en cada provincia».

—¿Se puede ser totalmente libre musical y artísticamente en la Cuba de hoy?

—Siento total libertad. Soy el resultado de un proceso histórico y es imposible separar mi obra de la realidad cubana. Mis inquietudes artísticas y mi forma de expresarme me llevan a decir lo que pienso, siempre con el respeto que merece el público, principalmente.

—¿Cómo es la relación entre los jóvenes trovadores y los de más experiencia?

—Hay mucho que aprender de los trovadores de más experiencia; por eso es tan importante la confluencia de generaciones en los distintos festivales de música. Algunos me dicen: «Lo que te perdiste por haber nacido después», y a veces hasta yo digo eso cuando escucho a mis compañeros hacer historias que me dejan boquiabierta. Un día yo también estaré contando anécdotas a jóvenes soñadores y pensarán que mi tiempo fue mejor que el de su presente. Me toca defender a esta generación, dejar una huella.

—¿Qué otros trovadores jóvenes recomiendas?

—Te puedo hacer una lista resumida. Soy fan de todos estos y estoy segura de que se me quedan otros: Frank Mitchel Chirino (La Habana), Tobías Alfonso (La Habana), Annalie López (Guantánamo), Ernesto Fabián (Santa Clara), Juan Pablo Palmero (Camagüey), Yaily Orozco (Santa Clara) y Wendy Martínez (La Habana).

—Estuviste en talleres literarios, ¿cultivas la literatura también?

—Antes de hacer canciones, escribía poesía y tuve grandes maestros: Yamil Díaz, Frank Abel Dopico… Un día todo lo que iba escribiendo se convertía en canciones. Aunque para no perder la práctica todavía escribo versos, y la narrativa, casi siempre por trabajos de la universidad. Las canciones son poesía, a veces hago el ejercicio y recito algunas de la trova.

—¿Momentos de más tristeza y alegría? ¿Sueños en el arte?

 —De alegría cuando tengo una nueva canción, cuando hay muchos trovadores juntos. La tristeza trato de utilizarla a mi favor; no soy fácil de vencer por esta, ni siquiera en circunstancias difíciles.

—¿Anhelos en la música y en la vida personal?

—Mi anhelo a largo plazo es grabar mi primer disco, que mi música trascienda las fronteras de Cuba. Quisiera desarrollarme en otras facetas del arte a la par de la música: el teatro, el cine, la televisión; hacer bandas sonoras. Si te cuento todos mis anhelos no termino.

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