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Un enamorado de la lucha

Filiberto Delgado, entrenador de lucha libre, conversó con JR acerca de su carrera en la selección nacional, de su trabajo en otras geografías y sus recientes éxitos en la categoría femenina

Autores:

Javier Rodríguez Perera
Enio Echezábal Acosta

Un hombre es totalmente incapaz de ocultar sus sentimientos cuando está enamorado. Cuando se le mira a los ojos, no importa la hora del día, se nota en ellos un brillo especial e inconfundible, que es imposible de disimular. Exactamente eso es lo que ocurre al conocer a Filiberto Delgado.   

Cuando se le escucha hablar sobre sus alumnas cualquiera diría que se refiere a sus propios hijos, y se le ve sonreír cuando recuerda sus éxitos.

Sus andanzas en el más alto nivel comenzaron en el año 1996, justo después de los Juegos Olímpicos del Centenario, celebrados en Atlanta.

«Yo había estado antes en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) nacional durante nueve años, al frente de la selección nacional juvenil. Entonces, en el año 1996, al terminar las olimpiadas fui llamado para asumir la jefatura de cátedra del equipo nacional de mayores, al frente de la cual me mantuve durante 12 años, hasta 2008».

Y como él mismo es demasiado modesto para reconocerlo, para hacernos una idea del trabajo de Filiberto entre 1996 y 2008, basta con decir que entre juveniles y mayores, sus muchachos obtuvieron 50 medallas en campeonatos mundiales.

—¿Cuáles fueron los momentos más importantes que le tocó vivir con la selección nacional?

—Esa fue una época de resultados bastante satisfactorios. Recuerdo que ganamos todos los títulos en los Centroamericanos de Maracaibo 1998 y Cartagena de Indias 2006. En Panamericanos también estuvimos muy bien, con grandes actuaciones en varios juegos: desde Winnipeg 1999 hasta Río de Janeiro 2007, pasando por Santo Domingo 2003. 

«Luego están los Juegos Olímpicos. En Sídney estuvo la plata de Yoel Romero y el bronce de Alexis Rodríguez, y cuatro años después, en Atenas, Yandro Quintana logró el ansiado primer oro de la lucha libre, además del bronce que logró Iván Fundora. Más adelante, en Beijing 2008, nos fuimos en blanco, un momento que recuerdo con tristeza, por tratarse tal vez del peor que me tocó vivir durante esa etapa.

—Luego de entrenar a tantos atletas, ¿cuál considera que fue el más talentoso de todos?

—Tuvimos varios excelentes luchadores, como fueron los casos de Yoel Romero, Alexis Rodríguez o Geandri Garzón, por citar algunos. Sin embargo, creo que en ese período el más talentoso que hubo fue Yandro Quintana. Para mí era el luchador ideal, casi imbatible, con un nivel técnico muy elevado, gran explosividad y una resistencia especial.

—¿Cuáles son las dificultades que entraña llevar las riendas de un equipo nacional?

—En primera instancia, nosotros siempre supimos la responsabilidad que teníamos, no solo desde el punto de vista meramente deportivo, sino desde la mirada de los aficionados, que en Cuba son muy exigentes, y complacerlos resulta un hecho ya de por sí muy difícil. Yo agradezco siempre al colectivo técnico con el que trabajé, pues fue uno de los elementos que más fortaleza le aportó a la labor que yo realizaba como encargado del equipo. Pudimos cumplir muchos de nuestros objetivos, y aun así nunca estuvimos satisfechos porque sabíamos que había espacio para mejorar.

—¿Qué pasó con Filiberto después de 2008?

—Luego de las olimpiadas, afortunadamente, pasé a trabajar a la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte (UCCFD) Manuel Fajardo. Digo esto porque incluso con la experiencia en el equipo nacional, allí pude seguir superándome metodológicamente, lo que me ayudó en las responsabilidades que asumí más adelante.

«Tiempo después, me llegó la posibilidad de un contrato a través de CubaDeportes. Producto del mismo estuve tres años y medio en Italia, y allí fue donde comencé a trabajar con (Frank) Chamizo para el ciclo olímpico».

—¿Cómo fue la experiencia allá?

—Fueron más de tres años de trabajo —de 2013 a 2016— y de experiencia, de constante aprendizaje, además de poder estar en Europa, donde hay grandes potencias en el mundo de la lucha.

«También fue una época difícil, porque significó estar lejos de la familia demasiado tiempo, aunque por la parte profesional me permitió volver al contexto de competencias de alto nivel.

«Otra cosa que me satisfizo fue el binomio que pude hacer con Frank, porque era un muchacho que necesitaba apoyo no solo desde la parte técnica, sino desde su formación personal, y nosotros pudimos hacer un engranaje muy fuerte que dio excelentes resultados».

—¿Cómo llega usted al equipo femenino?

—Esto se empezó a manejar incluso antes de yo regresar de Italia, y empezamos a hablar de la posibilidad de incorporarme a la selección femenina para ayudar a la formación de sus figuras. El comisionado nacional Portilla, nombrado antes de las olimpiadas de 2016, me propuso entonces asumir ese reto.

«Al principio fue un choque un poco brusco para mí, pero en un corto tiempo reaccioné y me di cuenta de que se trataba de una nueva oportunidad de brindarle a mi país lo que he aprendido luego de tantos años en este deporte.

«Era, y todavía es, un reto muy difícil, pero a medida en que ha ido pasando el tiempo desde que comenzamos a trabajar juntos en febrero de 2017, ellas me han acogido de muy buena manera, y ya actualmente nos encontramos en una fase superior.

«Hemos mejorado en varios sentidos como el técnico, y el sicológico, pero sobre todo en el aspecto formativo, ya que se trata de una escuadra muy joven, con un promedio de edad de poco más de 18 años. Agradezco por haberme ayudado a lograr estos resultados a mi colectivo de trabajo, formado por mis exalumnos Iván Fundora y Serguei Rondón, además del entrenador Alexis Estrabao, cuyo apoyo ha sido clave».

—A pesar del poco tiempo que lleva con las muchachas, han salido muy buenos resultados. ¿Realmente esperabas esos premios?

—La verdad es que no. Te voy a ser sincero: cuando a nosotros nos dieron esa responsabilidad lo primero que le planteamos a la Comisión Nacional fue que nos dejaran hacer una estrategia a largo plazo, y que nos dejaran hacerlo a nuestra forma, para ir sentando las bases de la selección.

«Cuando empezamos a observar los resultados de las muchachas, vimos que estaban participando en competencias de mayores en donde su actuación era efímera, pues no estaban realmente preparadas. Entonces fue que le pedimos a la Comisión que nos permitiera ir creciendo poco a poco, e ir participando primero en competencias juveniles para ir creando un ambiente de confianza y fortaleza que les permitiera subir su nivel en la medida de sus categorías.

«Primero fuimos con Lianna de la Caridad Montero, Yudari Sánchez y Mabelquis Capote al Panamericano de Lima. Allí ellas lograron dos oros y una plata, además de su boleto al Mundial Juvenil. Ya en el Mundial de Tampere, Lianna y Yudari ganaron sus platas, lo cual fue motivo de orgullo para nosotros, no solo por el premio en sí, sino por la forma en que supieron afrontar la competencia».

—¿Consideras que te has enamorado también de esta nueva misión?

—Yo les digo a ellas que son como mi familia, como si fueran hijas o nietas mías. Y sí, la verdad es que estoy sumamente enamorado de mi trabajo, con mucho estímulo y deseos de sacarlas adelante. Como mínimo, si la vida me lo permite, estaré en este ciclo completo junto a ellas.

Para Filiberto Delgado, el campeón olímpico Yandro Quintana es el luchador ideal. Foto: Getty Images

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