Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Igualito el cuartito...

Esta columna se toma muy en serio ese principio periodístico que es el seguimiento informativo. Por eso hoy desentierro varios casos publicados aquí, pero no resueltos.

Leticia Caamaño retorna. Esta lectora de calle Segunda número 8721, entre H e I, reparto Miraflores, en el municipio capitalino de Boyeros, me había escrito junto a otra vecina, Irima Ortega, para connotar el gran charco, una laguna desbordada por encima de las aceras, como consecuencia de un salidero en la calle H, entre 4 y 5, en ese reparto.

La queja aparecida aquí el pasado 4 de febrero, abundaba en la molestia y el peligro de aquella inundación frente a un círculo infantil y una escuela primaria: los niños haciendo malabares para no enfangarse; y las motos, para evitar la hondonada de lodo y agua, subiéndose a las aceras para transitar, con el riesgo que ello entraña. Eso sin contar el peligro para la salud de aquella agua desbordada y estancada.

Ahora retorna Leticia para narrar la otra parte de la historia: al publicarse la denuncia, se pusieron en acción las autoridades. Se comenzaron a arreglar las calles de inmediato, se personaron en sus casas con una carta donde se comprometían a terminar lo antes posible el trabajo. Todo iba a un ritmo acelerado...

«Pero después de que terminaron las asambleas de rendición de cuentas, en abril, todo se paralizó. El lago está de nuevo allí. El agua sucia corre por la calle, y el hueco se ha formado de nuevo, amén de que el que estaba frente a la escuela nunca se tapó. Es una falta de respeto», concluye.

Peor es el caso de Yolanda Vázquez Peña, vecina de Laguna 272 esquina a Escobar, en Centro Habana: el 12 de julio de 2003, hace nada más y nada menos que unos tres años, esta sección reflejó su queja acerca de una verdadera laguna que hace años se formaba allí, resultado de una constante tupición. Los de Comunales iban, sacaban un poco de fango y lo dejaban tirado, alegando que el camión luego lo recogería. Y tanto demoraba el camión, que volvía a tupirse la alcantarilla.

Me cuenta ahora Yolanda en su nueva carta que todo sigue igual. «A raíz de publicarse mi caso en la columna de ese diario, vinieron los compañeros de Aguas de La Habana, es decir, un inspector, el cual me explicó la envergadura del trabajo, que conllevaba romper la calle y hacer un desagüe central; que cuando ellos fueran a acometer esa tarea me la comunicarían. Mientras tanto, lo único que hicieron fue sacar un poco de fango de la alcantarilla, lo dejaron en el lugar, y, por supuesto, con el tiempo volvió a la alcantarilla. Sigue tupida».

Ojalá y no le suceda lo mismo a Aniuska Martínez, vecina de Manrique 209, entre Concordia y Virtudes, en Centro Habana. El pasado 27 de junio apareció aquí su queja de los daños ocasionados a ese inmueble primero por los constructores que reparaban el contiguo hotel Girasol, de la CTC: tupieron los tragantes con los desechos de mezcla. Y luego fue el carro de destupición de Aguas de La Habana: en sus trabajos rompió una tubería, lo que ha originado desbordamientos e inundaciones que entran a las casas y a la cisterna.

Y ahora Aniuska me escribe de nuevo para dar cuenta de que nadie se ha sentido tocado por aquella publicación. Nadie ha ido allí a preocuparse por el problema. ¿Será posible tanto desentendimiento?

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