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Resuelto… ¿y antes?

El pasado 8 de enero, José Reyes Manso, residente en Marqués González 704, entre Maloja y Sitios, municipio capitalino de Centro Habana, denunciaba aquí los problemas del alcantarillado y drenaje pluvial en su cuadra, «después de más de un año de infructíferas quejas y reclamaciones a Aguas de La Habana».

Relataba José que, con el peso de los vehículos en tránsito, se había quebrado la parte superior del canal de desagüe soterrado, lo que causó su obstrucción total y un gran bache en la superficie.

Aguas de La Habana fue a reparar, decía, y decidió no reconstruir el viejo canal, sino poner una tubería de PVC mucho más estrecha, pese a las advertencias de los vecinos, en cuanto a que ello podría traer nefastas consecuencias. Concluido el trabajo, a la semana colapsó el canal y se hundió de nuevo el pavimento.

La obstrucción de la línea central —apuntaba— implica que al llover, las aguas albañales se acumulen y hagan retroceder por todos los conductos posibles las descargas residuales de las viviendas, para provocar filtraciones de los pisos, que se han quebrado al interior de las viviendas, y la salida por los tragantes de aguas albañales.

José precisaba que los vecinos habían reclamado a Aguas de La Habana por el mal trabajo e informaron al Vicepresidente correspondiente del Gobierno provincial, además de llevar hasta allí a los inspectores para que vieran el desastre con sus propios ojos. Pero no habían tenido respuesta.

Al respecto, respondieron el 18 de enero José Antonio Yáñez Balbuena, director de Atención al Cliente de Aguas de La Habana, y Ana Remis Castro, jefa del Departamento de Atención al Cliente, quienes informan que luego de efectuados los trabajos por la Dirección Territorial de Aguas de La Habana, comprobaron al realizar la visita que existía un hundimiento en la calle frente a los números 706 y 712. Y en el 712 había una rotura del entronque.

Añaden que se trabajó en la colectora principal para desobstruirla. Se verificó por el operario la presencia de un tubo de alcantarillado que reducía la circulación del fecal, el cual consideraron pudo verse afectado cuando se selló la calle.

Esa era la causa, refieren, por la cual cuando llovía, el sistema se recargaba y trabajaba a una menor capacidad de desagüe. Y una vez que cesaba la lluvia, se revisaba la línea y no se percibía la afectación.

Apuntan que se procedió a la reparación inmediata de la línea y se trabajó con un equipo de alta presión y una brigada, se desobstruyó el sistema y ejecutó la limpieza de los registros fecales y pluviales, con la consiguiente solución del problema.

Agradezco la respuesta y la solución definitiva de la afectación. Solo me queda señalar que en la carta de Aguas… no se esclarecen ciertos asuntos que saltan a la vista: ¿por qué en un primer momento los trabajos de reparación no resolvieron, a pesar de los alertas de los vecinos? ¿Por qué estos últimos llevaban más de un año sufriendo con la rotura, reclamándole a Aguas de La Habana, y sin respuesta? ¿Por qué entonces se resolvió cuando salió publicado en esta columna?

El otro cuarto se alquila…

Con fotos elocuentes del desastre, Ana Julia Fernández Fontirroche denuncia el vertimiento de aguas albañales que rodea hace varios meses el Edificio 8, donde ella vive, entre 4 y 6, en el reparto Julio Antonio Mella de la ciudad de Camagüey.

«Lo hemos planteado, advierte, pero no hay solución ni se avizora nada para resolver el problema. En estas aguas putrefactas hay muchos vectores, moscas, mosquitos y roedores, amén del mal olor que despiden.

«Ya para entrar al edificio es molesto, pues por las aceras corren los desperdicios. Esto puede dañar los cimientos del inmueble, además de afectar la salud. Los niños ya no pueden bajar a jugar», concluye Ana Julia.

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