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El Mella que nos mira desde otras alturas

Se cumplían entonces 67 años del asesinato de Julio Antonio en México y, en singular homenaje, los universitarios cubanos decidieron subirlo, vestido de bronce, al pico que lleva su nombre

Autor:

Osviel Castro Medel

BARTOLOMÉ MASO, Granma.— Han pasado más de dos décadas; sin embargo, la hermosa historia de  Mella renacido, sigue latiendo con la fuerza de aquel 10 de enero de 1996.

Se cumplían entonces 67 años del asesinato de Julio Antonio en México y, en singular homenaje, los universitarios cubanos decidieron subirlo, vestido de bronce, al pico que lleva su nombre.

Antes, a principios de la década de los 90 del siglo pasado, habían sido colocados en esa montaña dos bustos del insigne antimperialista: el primero era de yeso y el segundo de cemento. Por cierto, esas estatuas precedentes se  conservaban hasta hace poco en instituciones docentes de la ciudad de Manzanillo.

En marzo de 1995, en el contexto del 5to. Congreso de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), tomó auge la campaña Un grano de bronce para Mella, que posibilitó, con los aportes voluntarios de los miles de personas, acopiar el material suficiente para construir el busto del revolucionario. Otra pieza similar sería llevada a la Ciudad de México.

Tal vez muchos desconozcan que la obra, autoría del prestigioso artista santiaguero Alberto Lescay, tuvo un viaje complicado hasta las serranías.

Era un enero de neblinas y no pudo ser trasladada en el helicóptero hasta los lomeríos, como se había pensado. A la sazón, tuvo que ser desmontada en el estadio de pelota de Bartolomé Masó. Del parque beisbolero, se transportó en un carro ZIL hasta lo intrincado de las serranías.

La idea consistía en vencer el trayecto final en mulo, pero el sendero hasta la cima era muy estrecho, por lo tanto, jóvenes universitarios –uno de ellos el bayamés Domingo Cusa- y cuatro campesinos de la zona cargaron el busto en sus hombros hasta el Pico Mella.

Corría el 9 de enero de 1996; un día después, en acto solemne, fue develado el busto.

Desde esa fecha han sido constantes las escaladas de los pinos nuevos a esa elevación, que adquirió su nombre en mayo de 1950, cuando un grupo de estudiantes ortodoxos, socialistas y de otras afiliaciones, como parte del programa para conmemorar el centenario de la bandera cubana, ascendió al Turquino y le puso el apelativo de Mella a una de las estribaciones relativamente cercanas a la montaña más alta del país.

Este jueves, siguiendo una tradición de cada enero, 30 jóvenes de Granma subieron a homenajear al que con solo 25 años y diez meses de vida creó, fundo, batalló y fue puntal de una generación gloriosa.

Antes de la travesía los imberbes hablaron, en taller original, sobre las virtudes del hombre que Raúl Roa llamó «el atleta olímpico de la Revolución» y cuyo crimen, justamente hace nueve décadas, no logró borrarlo.

Desde esas alturas, no solo geográficas, él nos sigue mirando, a nuevos y a viejos, hablándonos de luchas y del tiempo futuro en el que ya se infiltró.

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