Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La palabra de Fidel es más que nunca necesaria e iluminadora cuando el imperio contraataca

Palabras de Aylín Álvarez García, primera secretaria de la UJC de Cuba, en el panel de solidaridad con las causas justas de América Latina y el Caribe, que sesionó como parte del 19no. Congreso de la Oclae, en Venezuela

Autor:

Yuniel Labacena Romero

¡Queridos hermanos todos!

Una alta emoción me embarga desde la llegada a esta Caracas tan nuestra, tan de todos. Como Martí en 1881, acudí a Bolívar en primera instancia y recordé sus palabras cuando sentenció: «Todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano».

Durante estos días hemos recodado también al hombre que siendo joven prometió volver y volvió gigante, volvió con sus propósitos y sueños realizados. Volvió no solo líder del proceso revolucionario victorioso de este pueblo venezolano, sino también como una personalidad internacional relevante, querida, admirada y respetada por muchos millones de personas en el mundo, y de modo especial por nuestro pueblo cubano, quien lo consideró el mejor de sus amigos.

Hoy es un día especial para los cubanos, hace seis años partió a la eternidad nuestro Comandante en Jefe Fidel, el César de la dignidad y del socialismo, como le dijera Chávez. Fidel no le pertenece solo a Cuba, le pertenece a este mundo nuestro, a esta América nuestra, también sentenció el Comandante Hugo, el hijo prodigo que lo llamara padre, compañero, maestro. Y sí Fidel es ese Maestro de la estrategia perfecta.

Es el Fidel que sigue en la primera línea de batalla, el que nunca se ha ido, ni se irá de ella. Desde la trinchera de las ideas, nos sigue orientando este gran padre de los revolucionarios y revolucionarias de nuestra América. Su palabra es, más que nunca, necesaria e iluminadora, ahora cuando el imperio contraataca.

Soy una joven que la herida de su muerte no le ha sanado, soy de esa multitud de pueblo que jamás lo dejaremos ir. Soy de las que el corazón le late fuera y de las que nunca lo despediré. Soy de las agradecidas que siempre lo acompañarán, que anhelaré sus hazañas haciendo las nuestras. Y Siempre lo sabré eterno.

Hoy, en esta sala, se erigen en la voz de los movimientos estudiantiles del continente un altar con muchas luces para cada uno de nuestros próceres. Hoy las juventudes aquí reunidas, caminamos agarradas de las manos de Bolívar y Martí, de Chávez y Fidel. A ellos los sabemos eternos.

Fue el propio Chávez, quien en su primera visita a nuestra Patria expresó: «Esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos, y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano». Hoy debemos decir que también hemos venido a Venezuela a extender nuestros brazos jóvenes y alimentarnos de los nuevos proyectos revolucionarios latinoamericanos.

Los aquí reunidos pertenecemos a una nueva oleada revolucionaria, de cambios, una nueva oleada de pueblos. Nuestro continente nuevamente se ha desatado. No ha llegado, no llegará el fin de la historia de nuestros movimientos libertadores. La América solo sabe de entrega y de lucha, siempre seremos de combate, siempre vendrán nuevas oleadas protagonizadas por nuestros jóvenes.

La Oclae nos ha convocado. Una organización con gran vitalidad después de 56 años de fundada y con elevada capacidad para seguir reuniendo las mejores aspiraciones de los estudiantes en esta región del planeta. La OCLAE es abanderada del compromiso histórico del estudiantado, de sus empeños de lucha constante contra el imperialismo, de independencia de los pueblos, así como de los ideales de paz.

La vida de millones de adolescentes y jóvenes del continente está marcada por la desigualdad y las profundas secuelas que el neoliberalismo y las políticas imperialistas han dejado en nuestras sociedades y especialmente en los proyectos de inserción educativa, de acceso al empleo y a un bienestar social general, así como al derecho a una participación plena.

Hoy cobra relevancia promover la lucha por la democratización de la educación, la erradicación del analfabetismo, el desarrollo de la más firme unidad y de los vínculos de solidaridad entre los estudiantes de la región, por la conquista y defensa de sus legítimos derechos y reivindicaciones contra la deformadora penetración de banalidades, segregaciones, elitismos y colonialismo cultural, en nuestras universidades y escuelas secundaristas.

Esos derechos solo los conquistaremos haciendo Revoluciones. Revoluciones que despierten el sentido moral del pueblo; que despierten la solidaridad humana en los hombres y mujeres de nuestros pueblos; las Revoluciones abolen el egoísmo y convierten la generosidad en la virtud principal de cada ciudadano; una Revolución recoge lo mejor de las naciones; las Revoluciones ha barrido, las Revoluciones purifican, las Revoluciones redimen.

A estas juventudes nos toca prepararnos para cumplir nuestros deberes con los demás, sin lo cual nuestro concepto de la fraternidad quedaría enmarcado en la esfera minúscula de nuestras fronteras y de nuestros intereses nacionales.

En nuestras juventudes debemos alimentar el sentimiento del deber de solidaridad internacional, arraigar ese sentimiento es una cuestión esencial y para ello debemos educarnos y crear una conciencia revolucionaria. Nos corresponde sentir hondamente la solidaridad, la admiración y el apoyo hacia los pueblos que luchan por su liberación.

Tenemos la dicha de vivir una época revolucionaria, una época de hermandad revolucionaria, de solidaridad revolucionaria y de unión entre los pueblos revolucionarios. Acuñamos aquella frase de Fidel de que «más poderosos que los huracanes es el sentimiento de solidaridad del hombre».

Nuestro deber es rebelarnos con fuerza contra los que nos arrebatan y roban la libertad. Debemos con decoro levantarnos miles de hombres y mujeres; pueblos enteros por la dignidad humana. Sí así lo defendemos, veremos formar en América la más grande nación del mundo por su libertad y por su gloria. Nuestros movimientos estudiantiles deben regalarse la unión necesaria para completar la obra de nuestra generación.

Esta unión al decir de Bolívar no nos vendrá por pródigos divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. En este empeño la Venezuela bolivariana y la Cuba martiana se mantienen firmes a pesar de las embestidas criminales por parte de Estados Unidos con sanciones que afectan su dinamismo económico.

Las crisis hacen surgir líderes. Así surgió Bolívar cuando la ocupación de España por Napoleón y la imposición de un rey extranjero crearon las condiciones propicias para la independencia de las colonias españolas en este hemisferio. Así surgió Martí, cuando llegó la hora propicia para el estallido de la revolución independentista en nuestra Patria.

Así surgió Chávez, cuando la terrible situación social y humana en Venezuela y América Latina determinaba que el momento de luchar por la segunda y verdadera independencia había llegado. Así surgió Fidel cuando se recrudecía la tiranía de Batista. Y así surgieron Maduro y Díaz-Canel, quienes con su colosal obra de hermanamiento nos acompañan en esta nueva era esperanzadora para los pueblos del continente. Así surgen -y surgirán- líderes estudiantiles que mañana impulsarán revoluciones proletarias.

Como Alí Primera dijera en su obra: sigamos el ejemplo de nuestros libertadores, proclamemos en todos los hemisferios de la tierra que el hombre debe de vivir con dignidad y libertad y que en todas las naciones deberán de gozar de su independencia y soberanía por el bien general del orden universal y por el bien de toda la humanidad.

Para Cuba y en particular para nuestra FEU, es un gran honor y una enorme responsabilidad continuar desempeñando un rol protagónico en el funcionamiento de la Oclae, misión que asumimos con modestia y compromiso, para la cual nos apoyamos sobre todo en la historia y la experiencia que la Revolución Cubana ha acumulado en materia de unidad y consciencia de lucha.

Por eso, desde aquí agradecemos profundamente a todos los amigos que nos han apoyado durante estos más de 60 años de lucha constante contra el enemigo común de nuestros pueblos: el imperialismo, a quienes sin vacilación alguna han denunciado el injusto y criminal bloqueo impuesto por Estados Unidos a una Isla inmensa que solo sabe de amor y solidaridad, a quienes en estos más de dos años de pandemia nos ayudaron a salvar muchas vidas con nuestros esfuerzos, a quienes con prontitud brindaron —y llegaron— con su ayuda material y humana ante el incendio de grandes proporciones que golpeó nuestra base de supertanqueros en Matanzas, y a todos los que sabemos que están ahí con su mano extendida porque solo con el esfuerzo y coordinación de todos podremos alcanzar la verdadera transformación revolucionaria.

Quiero finalizar evocando nuevamente a Fidel y haciendo mías sus palabras: «Solo decirles a mis hermanos de Venezuela que nunca tendrá Cuba con qué pagarles estos gestos de solidaridad, que nunca tendrá Cuba con qué pagarles este formidable y grandioso apoyo moral que el pueblo de Venezuela le ha dado hoy, y que nunca, nunca tendré con qué expresarle al pueblo de Venezuela mi reconocimiento por el aliento que he recibido aquí».

 

¡Vivan Bolívar y Martí!

¡Vivan Chávez y Fidel por siempre!

¡Vivan todos los Pueblos y naciones del Mundo!

¡Viva la libertad de los países de Sudamérica!

¡Hasta la Victoria siempre!

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