Con la firma de la primera Ley de Reforma Agraria se vieron beneficiadas miles de familias, al tiempo que comenzó la liquidación del latifundismo y el dominio imperialista en los campos. Autor: Archivo de JR Publicado: 17/05/2025 | 09:29 am
Habían transcurrido casi cinco meses del triunfo de la Revolución, cuando aquel 17 de mayo de 1959 cambió de manera radical la realidad del campesinado cubano. Ese día, al amparo del simbolismo patrio de la Sierra Maestra, Fidel Castro Ruz firmó la primera Ley de Reforma Agraria, en la comandancia rebelde de La Plata.
«Puede decirse sin temor a dudas (…) que quizá una medida nunca contó con tan unánime apoyo del pueblo; que quizá nunca pudo decirse que una Ley era cabal expresión de la absoluta mayoría del pueblo», dijo el Comandante en Jefe durante aquella jornada.
Para entender la trascendencia de ese hecho hay que remontarse a la historia de una nación que pasó de colonia a neocolonia, con la agricultura como sostén económico. En sus campos se vivía de manera precaria entre desmanes, miserias y latifundios.
El dominio latifundista
A inicios del siglo XX, más del 70 por ciento de las tierras cultivables estaban en manos de compañías extranjeras, en su mayoría estadounidenses. En alrededor de tres décadas, la sociedad cubana quedó bajo el dominio latifundista, la monoproducción azucarera y el capital foráneo en las zonas rurales.
Un censo realizado en 1931 indicaba que las fincas mayores de 670 hectáreas constituían el uno por ciento de las censadas en total. Esta situación se agudizó en Cuba de manera acelerada y en 1946 de más de 159 000 fincas censadas, el tres por ciento de los propietarios tenían bajo su poder al 57 por ciento de las áreas, lo que evidencia la notable desigualdad en cuanto a la propiedad sobre las tierras.
Antes del 59, el 1,5 por ciento de los propietarios poseían más del 46 por ciento del área nacional de las tierras. Muchas de ellas eran explotadas de manera extensiva, mientras se cometían todo tipo de atropellos con quienes se desempeñaban de forma incansable a pie de surco, por una exigua remuneración.
La liberación de los campos
Por suerte para la Patria oprimida, un grupo de cubanos dignos se propusieron luchar contra cualquier obstáculo, en pos de su independencia. Entre ellos, se encontraba el joven Fidel, quien supo liderar un movimiento que llevó a Cuba por el necesario sendero de la soberanía plena y la autodeterminación.
En su alegato de autodefensa La historia me absolverá, llevado a cabo en el juico posterior a los sucesos del Moncada, denunció sin tapujos las barbaries vinculadas a las injusticias agrarias, dejando claro que la tierra debía ser para quien la trabaja.
«Nosotros llamamos pueblo, si de lucha se trata (…) a los 500 000 obreros del campo que habitan en bohíos miserables, que trabajan cuatros meses al año y pasan hambre el resto (…), a los 100 000 agricultores pequeños que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya», dijo el entonces joven abogado.
Años más tarde, ese principio revolucionario se afianzó durante la lucha en la Sierra, bajo la máxima de que la liberación del país pasaba necesariamente por la liberación de sus campos. Por eso es compresible la emoción que muchos sintieron aquel decimoséptimo día de mayo, las lágrimas de incrédula alegría al saberse propietarios del pedazo de tierra al que habían dedicado su vida entera. Ahí estaba la promesa cumplida de la Revolución y de Fidel.
El Día del Campesino Cubano
Con su rúbrica, se vieron beneficiadas miles de familias, al tiempo que comenzó la liquidación del latifundismo y el dominio imperialista en los campos. Además, suprimió el derecho de las empresas extranjeras y ciudadanos foráneos a tener tierras en Cuba, con la excepción de los pequeños agricultores.
En su primera versión, la ley dispuso 30 caballerías (402 hectáreas) como cantidad máxima de tierra que podía poseer una persona y comprendió, además, la fundación del Instituto Nacional de Reforma Agraria, presidido por el entonces primer ministro Fidel Castro Ruz.
Esta Ley, que en su momento fue considerada de las más radicales de América Latina, provocó el resquemor de antiguos latifundistas y empresarios norteamericanos que vieron frustradas sus pretensiones e intereses en la isla, e intentaron generar caos y conflictos de orden interno, pero su aplicación no se detuvo.
Con ella se sustituían antiguos métodos productivos por técnicas más modernas cooperativas e intensivas a gran escala, que facilitaban el aprovechamiento eficaz de los recursos y la eliminación de la dependencia del monocultivo agrícola. Así se daban los primeros pasos en materia de crecimiento de la industria cubana.
En ese contexto, se crearon 26 Zonas de Desarrollo Agrario, encargadas de aplicar las disposiciones de la reforma en todo el país. Asimismo, se organizaron reuniones nacionales con los delegados provinciales y jefes de zonas para orientar y supervisar el proceso.
Para diciembre de 1959, se firmaron los primeros 541 títulos de propiedad de ley agraria y el inicial fue para la campesina Engracia Blet, usufructuaria de una pequeña finca en Baracoa, con un marcado simbolismo al tratarse de la zona por la que los colonizadores españoles comenzaron a despojar a los aborígenes de sus posesiones.
Además de redistribuir las tierras, también se llevaron a los campos servicios de salud, educación y se mejoraron de manera notable las condiciones de vida de los campesinos. Se construyeron más de 20 000 viviendas rurales en los dos primeros años de la Revolución, superando el total de viviendas edificadas en el campo antes de 1959.
A 66 años de la dignificación del campesinado cubano, el país continúa celebrando cada 17 de mayo como el Día del campesino, en reconocimiento a la huella imborrable de Niceto Pérez García, que en igual fecha pero de 1946, fuera asesinado en la zona realenga de El Vínculo, en la provincia Guantánamo.
Trabajar y producir
Hoy son otros los retos y desafíos para quienes integran la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), constituida en igual día, pero de 1961, mas la voluntad de avanzar en pos del crecimiento y desarrollo agrícola permanece intacta en su accionar.
En el actuar escenario, plagado de desafíos para la nación cubana, tienen más vigencia que nunca las palabras expresadas por el Líder Histórico de la Revolución en la clausura de la plenaria nacional de la ANAP en 1961, a solo dos años de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria. Ese día, afirmó:
«Así que debemos seguir demostrándole al imperialismo que sabemos más que ellos; tenemos que seguir actuando inteligentemente y actuando patrióticamente. Y ahora la tarea fundamental que tenemos y a la que yo quiero seguir exhortándolos aquí, es a trabajar y a producir».