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El rey que adoraba Martí

José Julián no llegó a vivir siquiera 60 meses al lado de su hijo. A pesar del poco tiempo jamás dejo de amarlo y aconsejarlo 

Autor:

Osviel Castro Medel

Entre las penas que comprimieron profundamente el pecho de José Martí estuvo la de pasar poco tiempo al lado de José Francisco, el hijo nacido el 22 de noviembre de 1878. Una estudiosa de la talla de Paula María Luzón, autora de un excelente volumen sobre la vida de Pepito, ha llegado a calcular que pasaron juntos, a intervalos, menos de 58 meses.

José Julián no pudo disfrutar siquiera el primer cumpleaños de su retoño, pues el 25 de septiembre de 1879, solo diez meses después del anhelado parto de Carmen Zayas Bazán, el patriota fue deportado por segunda vez a España, un acontecimiento desgarrador para el autor de Abdala

Por eso, como apuntó el periodista espirituano Enrique Ojito Linares, en su artículo Hijo soy de mi hijo, Martí lamentó repetidamente la ausencia física de su pequeño, como lo hizo el 28 de noviembre 1879 en carta enviada desde Madrid al abogado Miguel Francisco Viondi, en la que señala: «Es cosa de huir de sí mismo esta de no tener ni suelo propio en que vivir, ni cabeza de hijo que besar».

Él volvería a ver a José Francisco en marzo de 1880 cuando el niño viajó en los brazos de Carmen a Nueva York. Sin embargo, en octubre de ese año retornaría la tristeza porque la esposa se marchó, espoleada por las conocidas divergencias que lastraban el matrimonio.

Hoy, leyendo con detenimiento Ismaelillo, el libro de 15 poemas que el Maestro le escribió en Venezuela, en 1881, cualquiera entiende la opresión en el alma del que redacta.

El prólogo del poemario es una de esas joyas que estremece de punta a cabo y que deberíamos leerles a nuestros hijos: «Espantado de todo me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.  Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!».

En ese sentido homenaje lo llama «mi reycillo», «monarca de mi pecho», «mi caballero», «príncipe enano», «hijo del alma», «ángel», «niño que va sentado sobre mi hombro».

Confiesa, como si le sangrara el corazón, que «hiela el dolor»; también que «...en tu busca/cruzo los mares…/pero voy triste». Y dibuja la nostalgia en versos como estos: «Por las mañanas/Mi pequeñuelo/Me despertaba/Con un gran beso… Y yo besaba/Sus pies pequeños,/¡Dos pies que caben/ En solo un beso!».

El período que más pasaron juntos fue entre diciembre de 1882 y marzo de 1885, cuando Carmen, quien no dejó de amar a Martí, va otra vez a Nueva York junto a José Francisco. Entonces se repetiría la ruptura y emergerían las tristezas por la separación.

La última oportunidad en la que hijo y padre se rencontraron fue a finales de junio 1891, cuando Pepito se encaminaba a sus 13. ¡Habían pasado seis largos años desde aquella estancia en Estados Unidos! Pero en esa ocasión solo estuvieron un mes y 27 días. Para colmo, Carmen se marchó sin despedida, de modo que Martí no pudo abrazar en la partida a su amado Ismaelillo.

Ese propio año, en Versos Sencillos, el Apóstol publicó: «Bien estará en la pintura/El hijo que amo y bendigo:-/¡Mejor en la ceja oscura,/Cara a cara el enemigo!».

El primer día de abril de 1895, sin saber que le faltaban menos de 50 días de vida, Martí le escribió: «Hijo: Esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo».

Al enterarse de la caída en combate de su padre el 19 de mayo de 1895, abandonó sus estudios y desde Estados Unidos partió a la manigua con apenas 18 primaveras. A la sazón, se convirtió en oficial de artillería, subordinado al Mayor General Calixto García.

En el Ejército Libertador llegó al grado de capitán y terminó la guerra con problemas auditivos, que quedaron como secuelas del uso del cañón. Luego ocuparía distintos puestos militares en la llamada República.

«Allí viene el asunto de los Independientes de Color y la tendencia de un grupo de personas, en los últimos años, de responsabilizar a Martí Zayas Bazán con la represión de aquel movimiento por ser jefe del Ejército. En realidad, él no estuvo en las operaciones militares. Estaba en La Habana; inclusive, todo parece indicar que las cosas que supo que sucedieron influyeron para que abandonara poco tiempo después el cargo y se acogiera al retiro», le dijo el ilustre martiano Pedro Pablo Rodríguez al periodista camagüeyano Enrique Atiénzar.

Y comentó: «Que el hijo sea igual al padre no tiene sentido», para luego concluir que el hecho de haber estado dispuesto a dar la vida por Cuba, dejándolo todo y a espaldas de Carmen, lo sitúa moralmente en un lugar elevado.

No somos dioses para señalar con el dedo. De seguro, aquel 22 de octubre de 1945, cuando se despidió de este mundo, después de haberse casado en 1916 con María Teresa Bances (8 de febrero de 1890-12 de octubre de 1980) y no dejar descendencia, José Francisco Martí Zayas-Bazán se fue pensando en los versos y el ejemplo de su gigantesco padre.

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