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Qué clase de Partido tenemos!

Texto del discurso del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Ministro de las FAR, en el acto conmemorativo por el aniversario 60 del primer Partido Marxista-Leninista de Cuba

Autor:

Juventud Rebelde

Texto del discurso del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Ministro de las FAR, en el acto conmemorativo por el aniversario 60 del primer Partido Marxista-Leninista de Cuba. Sala Universal de las FAR, 16 de agosto de 1985. «Año del III Congreso»

Compañeros y compañeras: 

Sesenta años han transcurrido, desde aquellos días de agosto de 1925 en que un reducido grupo de revolucionarios portadores de las ideas de Marx, Engels y Lenin se reunieron clandestinamente para dejar constituido el Primer Partido Comunista de Cuba; hoy, a solo seis décadas de haber tenido lugar aquel trascendental acontecimiento, se levantan triunfales y mantienen en alto en nuestra Patria las banderas del Primer Estado Obrero y Campesino del Hemisferio Occidental.

La difusión de las ideas socialistas entre los obreros cubanos y los intentos de crear organizaciones partidistas de clase, están ya presentes en las postrimerías del pasado siglo, cuando Carlos Baliño abraza y propaga el marxismo desde la emigración obrera revolucionaria, Enrique Roig San Martin divulga ideas básicas de Marx y Engels a través de su  periódico "El Productor" y con las lógicas limitaciones del reformismo utopista, el Partido Socialista Cubano, organizado por Diego Vicente Tejera, intentó ser un partido del proletariado cubano.

Con el advenimiento de la República neocolonial se crean las primeras organizaciones de carácter marxista, a partir del Club de Propaganda Socialista de la Isla de Cuba en 1903. Entre ellas se destacan la Agrupación Socialista de La Habana, el Partido Obrero Socialista, el Partido Socialista de Manzanillo, el Partido Socialista de Cuba, que llega a contar con órganos de prensa propios y se extienden a varios lugares del país. Sin embargo, solo a comienzos de la tercera década de este siglo empiezan a madurar las condiciones que permiten la creación del Partido de nuevo tipo, basado en las ideas marxistas enriquecidas con la teoría y la práctica leninistas. Ello es posible, de una parte, después que la Gran Revolución Socialista de Octubre triunfa y se consolida en la vieja Rusia de los zares demostrando a los oprimidos del mundo que el socialismo no es una utopía, sino el único camino, científicamente fundamentado, qua conduce a la liberación definitiva.

Por otra parte, ya en esos años se han producido cambios importantes en la economía del país: han aparecido los grandes centrales azucareros, el ferrocarril se ha extendido por toda la isla, empiezan a hacerse grandes zafras azucareras. Este desarrollo económico no se traduce, por supuesto, en un mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo el pueblo, sino al contrario: el monopolio azucarero arruina a los campesinos, crece el desempleo y se agrava la miseria las masas; las huelgas son aplastadas por la fuerza y la crisis cae sobre las espaldas de los obreros, campesinos y artesanos, de la burguesía media y la pequeña burguesía.

Estos fenómenos impulsan el espíritu de lucha del proletariado y ayudan a elevar su nivel ideológico y organizativo e influyen la conciencia de varios sectores de la nación que son golpeados por la crisis, principalmente el estudiantado y la intelectualidad progresista.

En 1922, la Agrupación Socialista de La Habana se adhiere a la III Internacional; en 1923 se crea la Agrupación Comunista de La Habana y a partir de entonces surgen organizaciones similares en otros lugares del país. Han aparecido condiciones mínimas para vertebrar en un partido el movimiento de los comunistas cubanos.

A partir de entonces la clase obrera, así como el campesinado y el pueblo trabajador, contó con una organización de vanguardia y un instrumento de lucha idóneo para enfrentar las grandes batallas que tenía por delante e irrumpió con ímpetu creciente y proyección de futuro en el panorama político del país.

Tal y como señaló el compañero Blas en una oportunidad, "La importancia de la fundación del Partido Comunista en 1925 reside en que dio organización a los elementos más conscientes de la clase obrera, sistematizó la propagación de los principios marxista-leninistas y dio oportunidad y persistencia a la lucha por la aplicación de esos principios al movimiento de los trabajadores cubanos, a la solución de los problemas históricos de la Revolución Cubana".

No por conocido está de más recordar en ocasión como esta, que entre el exiguo grupo de comunistas que protagonizaron ese hecho, se encontraban presentes y desempeñaron un papel decisivo figuras de la talla de Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, símbolo de la continuidad de generaciones en las luchas por la liberación nacional y social. Era Baliño "un cubano que padece con alma hermosa por las penas de la humanidad" según palabras de Martí, de quien fue no solo amigo sino también cercano colaborador en el afán de unir esfuerzos y voluntades para el reinicio en 1895 de la contienda nacional-liberadora. Aquella labor tuvo su histórica expresión en la creación del Partido Revolucionario Cubano en 1892, cuyo documento de constitución suscribió Carlos Baliño, plenamente identificado con nuestro Héroe Nacional.

Mella, representante de una nueva generación revolucionaria, "joven brillante, lúcido, valiente, una de las más extraordinarias figuras de la historia de nuestro país" como dijera Fidel, había alcanzado un alto grado de desarrollo como revolucionario, y logró un certero sentido de clase, al vincular la lucha estudiantil, de la cual era líder indiscutible, con la de los trabajadores. Martiano profundo y ferviente, Julio Antonio Mella tiene además el mérito de haber proclamado el pensamiento antimperialista de Martí cuando intencionadamente los lacayos criollos del imperialismo lo mantenían oculto en favor de la dominación neocolonial.

Mella divulgó en todo su significado el alerta que nos dio Martí con claro sentido de futuro, en relación con el peligro que se cernía sobre las tierras de América, que no sólo avizoró, sino que trató de conjurar desencadenando la lucha de nuestro pueblo por su independencia y soberanía. Se advierte, al leer las actas de aquel congreso, la admirable participación que tuvo Julio Antonio Mella, cuando apenas contaba con 22 años, en las discusiones que durante dos días sostuvieron los representantes del destacamento precursor de los comunistas cubanos en torno a cuestiones fundamentales relacionadas con la vida del Partido, su programa y sobre la cuestión de afiliar el Partido Comunista de Cuba a la Internacional Comunista que había fundado el líder del proletariado mundial, Vladimir Ilich Lenin, en 1919.

La mano criminal de la tiranía machadista tronchó en 1929, a los 26 años de edad, la joven y prometedora vida de quien fue conductor y líder por excelencia del movimiento comunista y antimperialista cubano y una de sus figuras cimeras.

Como manifestación del carácter proletario del nuevo partido y de su estrecha ligazón con los sectores humildes del pueblo, cinco de los nueve miembros del Comité Central elegidos por el Congreso eran obreros -incluidos tres dirigentes sindicales de mucho prestigio, y los cuatro restantes eran un maestro, un empleado, un periodista y un estudiante.

Pasarían pocos años para que el Partido se extendiera a las zonas rurales y extendiera sus filas con campesinos trabajadores.

La fundación del Partido Marxista-Leninista tuvo lugar en uno de los momentos más aciagos de los años transcurridos en la República mediatizada. Baste sólo recordar que el 20 de mayo de ese año se había instaurado la reaccionaria y sangrienta tiranía de Gerardo Machado; de este modo el Partido nació bajo el signo del del terror y de la ilegalidad, de la persecución de sus integrantes, que desde el primer momento se vieron ante las más duras y difíciles condiciones para realizar su histórica misión.

La tiranía machadista desató de inmediato la más feroz persecución contra los comunistas. Días después de la celebración del Congreso de constitución del Partido se puso en marcha un arbitrario proceso judicial contra ellos bajo la acusación de "traición a la patria". En el proceso fueron involucrados unos 40 militantes, entre ellos Carlos Baliño, a despecho de su limpia y patriótica trayectoria y sin tener en cuenta que en aquel momento no sólo contaba con avanzada edad sino que se encontraba en delicado estado de salud. El Secretario General del Partido, José Miguel Pérez, resultante de esta brutal represión, fue detenido y expulsado del país.

El 27 de noviembre de ese mismo año, día en que se producían las demostraciones públicas que recordaban a los estudiantes de Medicina fusilados por la vesánica exigencia de los voluntarios españoles en 1871, Mella fue detenido y mantuvo durante 19 días una huelga de hambre que trascendió incluso las fronteras de nuestro país y obligó al régimen a ponerlo en libertad. Poco después, ante el inminente peligro que corría su vida, se vio en la necesidad de marchar al exilio, donde finalmente fue asesinado.

A pesar de estos golpes, la enérgica lucha desplegada contra la tiranía proimperialista de Machado, por el movimiento obrero y revolucionario, logró estremecer los puntales del régimen y cabe destacar en este sentido la gran huelga del 20 de marzo de 1930. Esta primera huelga general política contra la tiranía, organizada por el Partido Comunista conjuntamente con la Confederación Nacional Obrera de Cuba, contó con la participación de unos 200 mil obreros y logró producir la paralización total de La Habana y otras ciudades importantes. La clase obrera evidenció con esta acción su fuerza poderosa e inició con ella una etapa de grandes luchas de masas contra la tiranía que culminó tres años más tarde, en agosto de 1933, con el derrocamiento del tirano.

Un impresionante martirologio de vidas de militantes comunistas fue el saldo de aquellos años de agudo enfrentamiento.

Las banderas de lucha desplegadas por Mella se encontraban en ese momento en las manos firmes y seguras de Rubén Martínez Villena, quien no sólo fue un insigne revolucionario comunista sino además hombre de fina sensibilidad de intelectual destacado.

Con la caída de Machado, se abrió un período de semilegalidad para el Partido; fue por aquellos tiempos que el Comité Central del Partido, ante la situación creada después del derrocamiento del régimen, lanzó la consigna de lucha por un gobierno de obreros y campesinos. Como respuesta de los trabajadores a este llamado se produjo la proclamación de los "soviets" en los centrales Santa Lucía, Jaronú, Senado y Mabay, que si bien no respondían a las necesidades de la realidad cubana de aquel momento sin duda fue una muestra de la capacidad movilizadora del Partido.

Fue también por aquellos años que la solidaridad combativa entre la clase obrera y los campesinos tuvo elocuente de demostración en la consecuente ayuda que los comunistas brindaron, incluso con la presencia de valiosos cuadros, a las heroicas luchas que en defensa de su derecho a la tierra mantenían los campesinos de Realengo 18, en la actual provincia de Guantánamo.

Sin embargo, la segunda mitad de la década del treinta, convulsa y contradictoria, trajo un agravamiento de las condiciones político-sociales imperantes en el país; el binomio Batista-Mendieta, con el telón de fondo de la Embajada americana y los dictados del embajador Jefferson Caffery logró con inusitada brutalidad reprimir la huelga general de marzo de 1935 y propinó un severo golpe al movimiento revolucionario.

En mayo de ese año cayó combatiendo el esclarecido líder antimperialista Antonio Guiteras Holmes; más de tres mil presos políticos llenaban las cárceles, los sindicatos fueron virtualmente arrasados, los partidos de oposición declarados ilegales y los comunistas sometidos a una bárbara y despiadada persecución.

En estas condiciones, el Partido se dio a la tarea de rehacer lo destruido y consolidar su organización para continuar adelante; promovió un importante y dinámico movimiento por reconquistar los derechos y libertades arrancados al pueblo, enarbolando la consigna de unidad frente al despotismo de Batista y el imperialismo.

Constituye un mérito relevante del primer partido marxista que en esta terrible encrucijada lograra llevar a cabo aquella formidable e intensa campaña de solidaridad en defensa de la República Española, que se reflejó en el envío de unos mil combatientes voluntarios a las Brigadas Internacionales, la mayor cifra entre los procedentes de América Latina.

Por primera vez los cubanos marchaban de esta forma a otro país a brindar su ayuda generosa y desinteresada, lo cual constituye un enaltecedor ejemplo de internacionalismo que forma parte de las mejores tradiciones de nuestro pueblo; aquel contingente escribió, con la sangre de decenas de sus componentes, una brillante página de heroísmo en la lucha antifascista. Pablo de la Torriente Brau, simboliza a todos aquellos que en tierra hispana hicieron valederos los elevados principios del internacionalismo.

Los grandes actos organizados en solidaridad con la República Española fueron también vehículos de los que se valió el Partido para la agitación de masas en la lucha por el restablecimiento de las libertades y derechos conculcados.

La unidad de los trabajadores y todo el pueblo movilizados por estas demandas, junto a los cambios que tuvieron lugar en la situación internacional con motivo del advenimiento y consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, posibilitó que el movimiento comunista y revolucionario obtuviera en este período importantes logros.

Los años comprendidos entre 1938 y 1944 fueron significativos. Después de 13 años de clandestinidad, el Partido obtuvo, por la presión obrera y popular, su legalización en 1938 y el hecho de salir de los estrechos marcos del clandestinaje, posibilitó ampliar y consolidar su esfera de influencia y acción.

Comenzó a publicarse el periódico "Noticias de Hoy" su órgano de prensa, la revista teórica "Fundamentos" y gracias a una contribución popular sin precedentes salió al aire la emisora radial Mil Diez, se disponía así, en aquella coyuntura, de importantes medios para la agitación, la propaganda, el trabajo ideológico y la divulgación de las ideas marxistas-leninistas.

Las filas se nutrieron ostensiblemente. Baste señalar que entre 1936 y 1939 la militancia creció en más de 8 veces. Pero si alguna conquista tuvo una especial connotación en aquella etapa ésta fue la creación de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) y la elección del querido líder comunista Lázaro Peña como su secretario general (APLAUSOS).

En el marco del proceso de democratización tuvo lugar la promulgación de la Constitución de 1940 en cuya elaboración el Partido Comunista, en unión de otras fuerzas, desempeñó un importante papel para darle el carácter, hasta cierto punto progresista, que ésta tuvo.

Con independencia de las consideraciones que a la luz de los resultados de una u otra táctica pueden hacerse ahora en el plano de la indagación científica, no caben dudas que el Partido tuvo que enfrentar una situación política complicada y compleja de la que no es posible hacer abstracción al juzgar este momento de su vida.

Por encima de los veredictos y las especulaciones nadie puede negar, sin faltar a la verdad, que, de forma consecuente, con fidelidad y tesón, los comunistas defendieron por todos los medios los intereses de la clase obrera cubana y del pueblo en general y sirvieron al objetivo central que en aquel momento perseguía la humanidad progresista: la derrota del nazifascismo. Y ¿por qué no decirlo también?, la salvación de la Unión Soviética, sin la cual nosotros no estaríamos celebrando aquí el 60 aniversario del primer Partido Comunista (APLAUSOS PROLONGADOS).

En esta etapa, y luego de producirse la invasión nazifascista a la Unión Soviética e iniciarse la Gran Guerra Patria, los comunistas desplegaron una intensa actividad movilizativa en solidaridad con los que en la Patria de Lenin y otros países de Europa se enfrentaban a aquella agresión criminal.

El período de posguerra y la política de guerra fría trajeron un cambio radical en la situación nacional e internacional. Para los comunistas comenzó de nuevo una etapa turbulenta cuando una salvaje ofensiva reaccionaria se desencadenó contra el movimiento obrero y comunista en todo el país.

A partir de 1947 el asalto sistemático de los sindicatos, el reinicio de la persecución encarnizada de comunistas y dirigentes obreros, y el crimen organizado imperaban por doquier.

Precisamente es en este período que se produce, entre otros, el asesinato en Manzanillo de Jesús Menéndez el 22 de enero de 1948. Aquel repugnante hecho produjo una violenta conmoción y recuerdo que los estudiantes hicieron público entonces un manifiesto de condena donde no por casualidad aparecía la firma de Fidel repudiando aquel incalificable crimen para el cual los círculos financieros norteamericanos, dueños y señores de la economía azucarera, hallaron una vez más el verdugo entre los esbirros del ejército organizado a imagen y semejanza de sus amos.

Poco hemos hablado de este aspecto, que es una gloria del Ejército Rebelde, que diez años después de ese infame asesinato, ejecutó, después de un juicio legal, al asesino del gran líder obrero Jesús Menéndez (Aplausos prolongados).

Peores momentos aguardaban a nuestro pueblo; la situación hasta entonces reinante se tornó en especial sombría y dramática como consecuencia del golpe reaccionario y traidor del 10 de marzo de 1952.

Además de Fidel que en su artículo conocido como "Revolución no, zarpazo" denunció la esencia criminal de aquel hecho que venía a agudizar de forma violenta la situación económica, política y social del país; fue el Partido Socialista Popular, la primera organización política que condenó públicamente el "cuartelazo" y denunció muy acertadamente que éste formaba parte de la estrategia del imperialismo en aquellos momentos para América Latina.

En la nueva etapa de lucha que se abrió a partir del 26 de Julio de 1953 también los comunistas estuvieron presentes, como era de esperar, no obstante las iniciales incomprensiones y diferencias tácticas que cedieron ante la justeza histórica y el predominio de la línea postulada por Fidel.

Tras el recrudecimiento del terror implantado después de los sucesos del Moncada, el Partido se vio en la necesidad de pasar a la más absoluta clandestinidad, pero, preparado de antemano para esta eventualidad, desde ella continuó su enfrentamiento a la tiranía batistiana.

Junto a las luchas por alcanzar las "soluciones de fondo", como las denominó el Partido, levantadas frente al régimen, que en síntesis consistían en el derrocamiento de la dictadura y la instauración insta de un gobierno representativo del pueblo que fuera capaz de emprender las necesarias transformaciones que exigía la situación del país; los militantes comunistas, emprendieron también importantes acciones por reivindicaciones inmediatas, económicas y políticas, de los trabajadores.

Una prueba ostensible de la conjugación de ambos factores fue la huelga general azucarera en reclamo del pago del diferencial de diciembre de 1955, mantenida e impulsada por el PSP, los Comités de Defensa de las Demandas Obreras y otras organizaciones de los trabajadores, que contó con el apoyo de amplios sectores del país entre ellos los estudiantes y que constituyó un enfrentamiento directo que sacudió al régimen dictatorial y pro imperialista.

En esta breve evocación histórica es justo recordar que en los días difíciles que siguieron al desembarco del Granma, el PSP conminó una y otra vez a todos los partidos de la oposición a desarrollar acciones conjuntas o separadas a fin de paralizar la acción de la tiranía dirigida al exterminio de los expedicionarios que nos encontrábamos en aquellos instantes dispersos y acosados por las tropas del régimen.

La guerra fue estrechando los lazos que habrían de unir a todos los que combatimos verdaderamente contra la tiranía y por cambiar los destinos de nuestra Patria. La unidad se fue forjando en el propio crisol de la lucha.

Al torrente revolucionario en que confluyeron los combatientes de la nueva gesta y que tomó como cauce el Ejército Rebelde bajo el mando de Fidel, se sumaron también los comunistas.

El más revelador antecedente de la fusión política e ideológica que tendría lugar más adelante se produjo en el destacamento guerrillero establecido por el Partido en 1958 en la zona de Yaguajay, y puesto bajo la subordinación incondicional de Camilo Cienfuegos cuando éste, -luego de la épica invasión de Oriente hacia el Centro con idea de continuar hacia el Occidente, llegó al territorio de la antigua provincia de Las Villas.

Entre los que ofrecieron sus vidas generosas sin alcanzar a ver el fruto de su sacrificio en esta última contienda de los cubanos por la verdadera y definitiva independencia se encuentran los nombres queridos de muchos militantes comunistas.

En sus treinta y seis años de existencia, en aquel partido ocupó un lugar prominente la lucha ideológica, la labor de educación y difusión de las ideas marxistas en nuestro país en cualquier circunstancia y enfrentando con los medios y recursos más modestos pero indeclinables la calumnia, los prejuicios y las más infames campañas.

Ese esfuerzo tenaz no fue en vano, y un convincente ejemplo de ello es el hecho incuestionable de que los compañeros que formaban el grupo que encabezó la lucha armada contra la dictadura batistiana, conocíamos y éramos fervientes partidarios de las ideas de los fundadores del socialismo científico, y teníamos plena conciencia de que sólo por esa vía se podría dar solución radical y definitiva a los problemas de nuestro pueblo.

Con esa íntima y profunda convicción Fidel dirigió acertadamente aquella lucha que nos condujo a la victoria hace 26 años.

Con orgullo proclamamos hoy que no hay combate en la vida de nuestra patria, en la lucha de nuestro pueblo, a partir de aquél en que nació en 1925, que el partido de los comunistas cubanos no estuviera presente aún en las condiciones más adversas.

El compañero Fidel ha sintetizado brillantemente el papel histórico de este Partido, al expresar:

"Ese Partido realiza una extraordinaria labor de concientización de nuestra clase obrera y de nuestro pueblo. Impulsa las organizaciones sindicales, campesinas, femeninas y juveniles: lucha incansablemente por los derechos de los obreros y los campesinos: lucha contra los salarios de hambre, los desalojos campesinos; lucha contra la discriminación racial; lucha contra la miseria; lucha infatigablemente contra el dominio imperialista en nuestro país; lucha por la vinculación del movimiento revolucionario de Cuba al movimiento revolucionario del resto del mundo; lucha por la defensa de la Unión Soviética. Y aplica en la práctica en forma consecuente, los principios del marxismo-leninismo".

Continuaba diciendo el compañero Fidel: "Atravesó numerosas vicisitudes, instantes históricos muy difíciles. La mayor parte de su vida la vivió en la clandestinidad en la semiclandestinidad. Y no hay ley progresista, no hay ley o medida en beneficio de los trabajadores y de los campesinos o del pueblo, en los años de la seudorrepública, que no haya sido arrancada a fuerza de tesón y de lucha por ese Primer Partido Comunista de Cuba".

Proseguía diciendo el compañero Fidel: "La clase obrera vio en él a su vanguardia, vio en él a su defensor más consecuente. Y eso no lo olvidó nunca. Y una prueba de ello la tuvimos cuando cientos de miles de trabajadores se unieron para acompañar hasta su última mora da al compañero Lázaro Peña, fundador de la Confederación de Trabajadores de Cuba".

Continúa el compañero Fidel diciendo: "Jamás podrá olvidarse el papel que ese Partido Comunista desempeñó en la divulgación de las ideas marxistas-leninistas y en la formación de una conciencia revolucionaria entre nuestros trabajadores y nuestro pueblo".

Hasta aquí la cita del compañero Fidel. Muchos entregaron sus vidas en el camino de la lucha revolucionaria; no obstante, es dicha que muchos otros que desafiaron con abnegación y espíritu irreductible de optimismo y victoria, nos acompañen en el bregar de este momento.

Al recordar, a grandes rasgos, la historia de nuestro primer partido marxista-leninista, merece resaltarse como una de sus grandes virtudes, el espíritu autocrítico que no abandonó nunca. Él aprendió de Lenin que "la actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y seguros para juzgar sobre la seriedad de ese partido y sobre el cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras". Guiándose por ese criterio, el Partido supo reconocer abiertamente sus fallas, analizar sus causas y estudiar la manera de corregirlas. Y de cada análisis autocrítico salió más fuerte, más maduro ideológicamente y mejor preparado para continuar el combate. Porque esos yerros no afectaron jamás su fidelidad a la clase obrera ni la honestidad de su dirección revolucionaria.

No es posible hablar del Partido y sus batallas de ayer o del Partido y sus combates de hoy, sin mencionar a quien ha consagrado su vida, su inteligencia y su pasión revolucionaria a la grandiosa obra del socialismo: el compañero Blas Roca (APLAUSOS PROLONGADOS)

En 1929 unió su vida a la causa de los humildes, de los trabajadores y con invariable fidelidad a los principios, condujo al Partido desde 1934, sorteando los peores obstáculos en la consecución de los nobles objetivos la emancipación plena de la Patria y del hombre.

Con acendrado patriotismo y seguridad en el futuro puso en manos de Fidel la bandera del Partido después del triunfo de la Revolución, evidenciando la honestidad revolucionaria y el desinterés sin par, propios de los hombres de excepcional conciencia política y estatura moral.

El compañero Fidel Castro, dijo Blas en aquella memorable ocasión "ha demostrado una capacidad genial para conducir la Revolución, frente a todos los obstáculos y dificultades, hacia la construcción del socialismo, mediante el establecimiento de la propiedad colectiva sobre los medios fundamentales de producción y la eliminación de la propiedad privada imperialista, latifundista y capitalista. "Fidel es ya el más alto dirigente socialista y obrero cubano", concluía Blas. (APLAUSOS)

Estas palabras del compañero Blas Roca sobre Fidel sintetizan, con esa maestría a la que Blas nos tiene acostumbrados, la estatura histórica alcanzada por el máximo líder nuestra Revolución en el momento en que Blas reconoce en Fidel a su sucesor como dirigente de la clase obrera cubana.

Pero esas palabras también dibujan de modo cristalino la nobleza, el humanismo y la humildad que acompañan siempre a la verdadera sabiduría y Blas Roca, el hombre que condujo durante 25 años al Partido de Mella y de Baliño, estuvo también en aquel decisivo instante cuando entregó a Fidel las banderas de ese Partido, a la altura de sus propios méritos y de sus extraordinarias virtudes humanas y revolucionarias.

Cuán grande es el privilegio y la dicha de tenerlo aquí trabajando, que sigue siendo útil, que es un modelo de disciplina, de tesón y de lealtad. Y que esperamos que su último trabajo, en el que aún está empeñado, sea aprobado en la próxima sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, o sea, el importante Código Civil.

Esta identidad entre el compañero Fidel y el compañero Blas Roca es un símbolo además del singular proceso de unidad ideológica y política que echó las simientes del Partido Comunista que hoy reúne a lo más valioso de nuestro pueblo y con ese prestigio y esa autoridad, dirige a la Revolución. 

 

Como dijera el compañero Fidel hace diez años en el 50 aniversario de la fundación del Partido: “ un día dejó de existir el Movimiento 26 de Julio, dejó de existir el Partido Socialista Popular, y dejó de existir el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, para constituir todos, bajo esas banderas revolucionarias, las bases de nuestro gran Partido Comunista de hoy" y aunque a lo largo  de esta intervención, al referirme al Partido fundado por Baliño, por Mella y por Fabio Grobart, ateniéndome a una diferenciación formal que aparece incluso en nuestros documentos oficiales, le he mencionado  como el primer Partido marxista-leninista de Cuba, con toda razón hoy, gracias a la unidad que hemos alcanzado y de todo lo que hemos construido y creado juntos durante más de un cuarto de siglo, gracias, sobre todo a que las ideas que han triunfado, por ser las más justas, las más revolucionarias y las que marcan el rumbo de la historia de la humanidad, son las ideas de Baliño y de Mella, son las banderas del marxismo-leninismo y gracias al Jefe que nos ha dado este pueblo, la diferenciación entre un primer Partido y el actual puede tener validez académica, pero afortunadamente en este país, desde el punto de vista histórico y moral, la causa revolucionaria ha contado siempre en los momentos cruciales con un Partido dirigente (APLAUSOS).

Un Partido, como decía Fidel en aquella misma oportunidad, "no tres o cuatro partidos" y como corresponde a nuestra época y al mundo que tenemos por delante, hay un Partido con la única ideología verdadera y científica, pero uno solo, como el Partido de la independencia de José Martí.

Compañeros:

Al analizar la actividad del primer Partido marxista-leninista y de sus militantes no se puede hacer abstracción del hecho de que se vieron obligados a librar una batalla sin descanso no sólo contra la represión, casi siempre sangrienta sino también contra el cerco económico de las clases dominantes, que condenaban irremisiblemente al desempleo, hambre y la extrema penuria económica a los militantes del Partido; el aislamiento político y otros obstáculos que sólo se vencían a base de increíbles sacrificios, abnegación heroísmo y coraje revolucionario.

No quise hacer demasiado extensas estas palabras. Aún están frescas en nuestras mentes las siglas del BRAC, Buró de Represión de Actividades Comunistas, cuyos archivos fueron capturados después del triunfo de la Revolución y ahí se veía con toda nitidez la persecución de  una provincia a otra, donde le arrebataban el empleo a un simple militante, si se trasladaba a otro lugar allá no le daban trabajo. Y esta es la historia de la lucha. Ser comunista ahora, puedo decirlo, es fácil, ser comunista en aquel momento era una verdadera heroicidad.

Y junto a eso, lo que más admiro es la fe que tenían en el futuro, porque luchaban sin saber cuándo iba a llegar el Socialismo a América, cuándo iba a llegar a nuestro país, que fue la última colonia de España.  Algunos calculaban que tal vez después del año 2000 se podría producir el Socialismo en nuestro país, pero luchaban con fe, aunque estaban seguros muchos que no verían el triunfo del Socialismo. Pero lo vieron: ahí está Fabio, ahí está Emilio, ahí está Blas.

Además de estos grandes escollos, el Partido tuvo que enfrentarse al virus del anticomunismo en el campo ideológico. Ese anticomunismo se sustentaba, ayer como hoy, en una serie de valores generalmente impuestos y aceptados en la sociedad burgués-latifundista: propiedad privada, legitimidad de la plusvalía, arraigados prejuicios sociales, raciales, etc.. continuamente destilados a través del barraje de propaganda que las clases dominantes y el imperialismo lanzaban y lanzan desde sus poderosos medios de difusión (la prensa, la radio, la televisión) contra lo cual sólo pudo disponer el Partido en la mayor parte de su vida, de modestos periódicos clandestinos, panfletos hechos generalmente en mimeógrafo, mítines relámpago de calle y la labor personal de los militantes, sólo durante 9 años de los 34 que vivió bajo la república burguesa pudo contar el Partido con órganos de prensa relativamente estables, mantenidos a costa de esfuerzos inmensos y con apoyo económico del pueblo.

El anticomunismo, que presentaba a los militantes del Partido como enemigos de la Patria, de la religión y la familia; como agentes de una potencia extranjera; como violador de los derechos individuales y acusados de pretender la colectivización de todo, incluso de las mujeres, caló en amplias capas de la población, sobre todo en la aristocracia obrera y en la pequeña burguesía urbana y rural. Y muchas personas honestas, sin descontar algunos combatientes revolucionarios, llevados por esa influencia, se inclinaron, en algún momento, a valorar con el estereotipado y falso prisma anticomunista la labor del Partido Socialista Popular.

Esta es una verdad reconocida, pero ahora nosotros estamos en condiciones de comprenderla mucho mejor cuando el poder, el poder de todo el pueblo, disponiendo de los recursos de nuestro Estado socialista y teniendo el respaldo político y moral de la obra de más de 20 años que ha formado nuestro país, tenemos que enfrentar también falsedades, tergiversaciones y calumnias sobre Cuba que difunde la sucia propaganda del Imperialismo.

Cuántas veces advertimos en ese enfrentamiento que allí donde predomina la ideología burguesa y las clases explotadoras-controlan los medios de difusión, temporalmente pueden prevalecer confusiones y falsas interpretaciones sobre Cuba y su Revolución.

Compañeros:

Por una feliz coincidencia, en el mismo mes en que conmemoramos este 60 aniversario, arriba a los 80 años de edad un integrante ejemplar y entrañablemente querido de aquel pequeño grupo de combatientes que se reunió para dar vida a nuestro primer partido marxista-leninista, luchador incansable que constituye para nosotros un ejemplo de comunista: el compañero Fabio Grobart. Ambos aniversarios se unen de modo natural en este homenaje, ya que la vida de Fabio y la del Partido son in separables.

Desde que ingresó, a los 17 años, en la Liga Juvenil Comunista de Polonia, su país natal, Fabio ha dedicado por entero su existencia a la causa del socialismo. Y desde los 19 años, obligado por la brutal represión desatada contra Los comunistas, se vio obligado a abandonar su país de origen y vino a radicar en Cuba.

Aquí encontró su segunda patria, si es que a Fabio se le puede asignar una patria, pienso que su patria son los trabajadores de toda la humanidad, hizo de ella una nueva trinchera. Fundador del Partido en 1925, sus excepcionales méritos y virtudes lo llevaron a integrar su Comité Central ya en 1926, y desde entonces ha ocupado siempre cargos de responsabilidad en la dirección del Partido. Junto a Mella, Rubén y otros dirigentes comunistas, participó en el cumplimiento de importantes tareas del Partido y en combates históricos contra la tiranía machadista, por lo que sufrió prisión y fue expulsado del país. A su regreso, después del derrocamiento de Machado, asume de nuevo su alta responsabilidad en la dirección partidista. Se le encarga la Secretaría de Organización del Comité Central del Partido Comunista, la que desempeña durante muchos años, uniendo a su febril actividad práctica una labor inapreciable de educación política e ideológica de los cuadros y militantes del partido, de los dirigentes sindicales y de las masas.

A principios de los años 50 el Partido decide sustraerlo a los muchos peligros que amenazaban su valiosa vida (recuérdese que Fabio era blanco predilecto de los ataques del imperialismo y de los cuerpos represivos) y es por ello que en 1952, cuando se entroniza de nuevo la tiranía batistiana, Fabio se encuentra representando a los trabajadores cubanos en la Federación Sindical Mundial, donde realizó una encomiable labor en función de promover la necesaria solidaridad internacional con la lucha que se libraba en nuestra Patria.

Recuerdo la propaganda imperialista del "tenebroso" Fabio Grobart, agente internacional comunista. Cuando triunfa la Revolución, y en los primeros meses de 1959 tenemos ocasión de conocerlo, todo lo contrario a un hombre tenebroso. Sencillamente decir: Fabio Grobart, es decir un símbolo de la modestia, de la sencillez, de la firmeza de principios en todo momento a lo largo de su larga vida de comunista.

De regreso a Cuba después del triunfo de la Revolución se le situó al frente de la revista "Cuba Socialista", responsabilidad que desempeñó con indudable acierto, con el mismo acierto dirige el Instituto de Historia de nuestro Partido, al que entrega lo mejor de sus energías y capacidad intelectual, con la dedicación y el entusiasmo que personalmente lo caracterizan.

Fabio Grobart figura por todo ello entre los más lúcidos y respetados miembros del Comité Central.

Los revolucionarios cubanos tenemos el privilegio de contar con la experiencia, el consejo, la crítica y las enseñanzas de este infatigable luchador de hoy y de siempre.

Fabio es vida y paradigma; él representa la firmeza de principios, la voluntad de hacer, la fidelidad indoblegable la causa, el amor sin límites al pueblo y a la humanidad.

Las palabras tal vez no alcancen a traducir en toda su plenitud nuestra admiración, respeto y cariño, el mismo que siente nuestro Partido y nuestro pueblo por este revolucionario que en más de seis décadas de existencia entregada a la causa del comunismo ha ganado un lugar de honor en la historia de las luchas de nuestros trabajadores y el pueblo por su definitiva liberación.

Su vida ejemplar prestigia y enaltece el Título de Héroes del Trabajo Socialista y la Orden Lázaro Peña que hoy se le han conferido.

Con profundo respeto y gratitud compartimos también este día con el compañero Emilio Rodríguez Lara que figura entre los participantes de la histórica reunión del 16 de agosto de 1925 y a quien, con toda justicia se ha otorgado la Orden Lázaro Peña.

Hoy es un día feliz para todos. En los umbrales del Tercer Congreso del Partido que nos une a todos, a los revolucionarios fundadores, a los del Moncada, del Granma y del Ejército Rebelde, a las generaciones forjadas en la construcción y la defensa del Socialismo, la semilla sembrada aquel día 16 de agosto de 1925 ha fructificado. Ya son decenas de miles de veces  los militantes de ese glorioso Partido, y las invencibles ideas del Socialismo inspiran y animan la lucha de nuestro pueblo en la edificación de la nueva sociedad y en la defensa de sus grandiosas conquistas, y marchamos firmes, serenos y decididos a la conquista de nuestras metas en inquebrantable alianza con nuestra fraterna, solidaria e inclaudicable hermana la Unión Soviética, con la comunidad socialista, con los Estados progresistas y revolucionarios, con todos los pueblos de América Latina, del Caribe y del Tercer Mundo.

Como ha dicho Fidel, el presente que estamos viviendo ha superado con creces los sueños de todos los que de una forma u otra han consagrado su vida a los supremos ideales del socialismo v del comunismo.

Además, tiempo no tuve de escribir el final y vamos a tratar de improvisarlo. Hace breves horas regresé de Camagüey. Al final de mi intervención digo que hoy es un día feliz para todos y explico por qué. Puedo añadir que es un día doblemente feliz.

Hace sesenta años se fundó nuestro Partido, continuidad del Partido de Martí, antecesor del Partido de Fidel. Cuán sana envidia de comunista siento por Blas, siento por Fabio. Qué piensan a su edad, hombres sencillos del pueblo, autodidactas, que no tuvieron ni dinero ni ocasión de estudiar, para estudiar, cuando, después de una larga jornada mirando hacia atrás, después de dedicar completamente sus vidas a la causa del pueblo, a la causa de los trabajadores, a la causa del socialismo, los dos serán paradigmas de las generaciones futuras, los dos deben ser ejemplos para todos los dirigentes actuales y futuros de nuestro país, sobre todo cuando a veces, como decía Pablo de la Torriente Brau, a algunos les da vértigo por las posiciones que pueden alcanzar, o como solemos decir a veces, a algunos les puede dar "soroche", que es un término empleado por los pueblos andinos y que significa el mareo, a grandes alturas, por falta de oxígeno.

Creo que, como insiste Fidel constantemente, repitiendo a Martí, "toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz". Y si, para cualquier dirigente sus tres peores enemigos en el ejercicio de su función partidista, estatal o de organizaciones de masas o de cualquier tipo, pueden ser la vanidad, la soberbia y la prepotencia, el mejor antídoto para estos males ridículos de la vanidad humana, es pensar en Blas Roca o Fabio Grobart.

Me siento feliz y contento hoy, porque acabo de regresar de Camagüey, provincia en la que, junto con Ciego de Ávila y Las Tunas, se efectuó durante nueve días y concluyó ayer, el quinto cursillo de preparación militar de los dirigentes políticos y del Gobierno, donde se encontraban todos los Primeros Secretarios de los Comités provinciales del Partido, la mayoría de los miembros del Buró Político y del Secretariado, casi el pleno completa del Consejo de Ministros, los cuadros centros de las organizaciones de masas y de la UJC.

Durante nueve días, en esas tres provincias, aunque el peso fundamental del trabajo lo llevaron los camagüeyanos en esta ocasión, sesenta mil trabajadores, hombres y mujeres de esas tres provincias, nos impartieron las clases a nosotros que éramos un grupo reducido de dirigentes.

Cada uno de esos miembros de las Milicias de Tropas Territoriales, de las zonas de defensa, de las formaciones especiales, de las brigadas de producción y defensa, haciendo su aporte con un granito de arena, con una partícula de la participación de cada uno, nos impartieron masivamente las clases a nuestros dirigentes.

Si grande era y es reconocida mundialmente la unidad de nuestro pueblo, la unidad alrededor del Partido y de Fidel, hoy, en los afanes de la consigna fundamental del Segundo Congreso, que parece que tendrá vigencia total durante el Tercer Congreso, de Producción y Defensa, en la elevación constante de la producción, en la lucha constante contra las deficiencias, y en el esfuerzo gigante que hace nuestro pueblo en fortalecer la defensa del país, ¡hoy hay más unidad que nunca, hoy hay más solidez que nunca, hoy hay más fuerza que nunca! Por eso, también, me siento feliz en el 60 aniversario de la fundación del Partido Comunista de Cuba. (APLAUSOS.)

Además me siento feliz porque pienso en Fabio, un polaquito de 19 años que se aparece aquí, sin hablar español, que todavía ni lo pronuncia bien después de sesenta años, miren qué difícil es el el español (RISAS), aunque lo escribe brillantemente y se le entiende perfectamente cuando habla, pero no lo pronuncia bien. Un polaquito que no habla ese idioma, comunista de allá de Polonia, viene a Cuba, no a huir, no a meterse en la retaguardia, sino aquí y tiene el honor, junto a Baliño y Mella, de fundar el Partido Comunista en 1925.

Pensando mientras Fabio hablaba, conozco un caso de un matrimonio ruso, que huye frente a la Revolución de Octubre, viene a Baracoa, donde existe el llamado Hotel de la Rusa. Yo no conocí al esposo, murió antes del triunfo de la Revolución. Llegó aquí huyéndole al socialismo, se encontró que el socialismo le cayó atrás aquí, pero la viuda tuvo un gesto magnífico: quiso dar su hotel, no lo aceptamos, un pequeño hotelito que recientemente se restauró, está muy bonito, en el malecón de Baracoa; sus ahorritos que tenía en dólares los entregó, no aceptó que le diéramos pesos cubanos, los entregó, alrededor de unos veinticinco mil dólares y murió tranquilamente con el socialismo y no le huyó más.

Sobre eso, en varias ocasiones, al parar yo en ese hotel cuando visitaba a Baracoa, conversé mucho con ella, de esa historia.

Y me viene a la mente, para concluir, que también aquí llegó un matrimonio checoslovaco, huyéndole al socialismo que llegó a Checoslovaquia, y a los pocos años el socialismo le cayó atrás y llegó a Cuba, y ellos se fueron entonces huyendo para los Estados Unidos.

Quiero concluir que soy feliz, Blas y Fabio, porque algún día, en los Estados Unidos también les caerá atrás el socialismo. (APLAUSOS.)

Quiero concluir de verdad, compañeros Blas y Fabio. Soy feliz también porque una vez más, como si no sobraran las ocasiones anteriores, al venir del contacto directo con el pueblo, en las tres provincias anteriormente mencionadas, y en contactos recientes junto con otro grupo de dirigentes del Partido en otras provincias, soy feliz, repito, y con ustedes puedo exclamar lo siguiente: ¡Qué clase de pueblo tenemos! ¡Qué clase de Partido tenemos! ¡Qué clase de Comandante en Jefe tenemos! ¡Vivan todos ellos!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION MUY PROLONGADA.)

Publicado en el periódico Juventud Rebelde, el martes 20 de agosto de 1985.

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