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Nuestra Bienal está en condiciones de oxigenar el mundo del arte

Uno de los jóvenes artistas conceptuales más prominentes de Cuba tiene previsto presentar en la próxima Bienal de La Habana un espacio que conduzca a repensar métodos y en el que confluyan las artes visuales con la dramaturgia, la arquitectura, el cine y la culinaria

Autor:

Aracelys Bedevia

El encuentro con Wilfredo Prieto transcurrió a orillas del río Almendares, en el taller Chullima. El antiguo astillero, que durante años estuvo abandonado, es ahora el estudio del conocido artista. Justo ahí, entre el ruido habitual que genera la remodelación de un espacio que llegó a parecer un basurero, uno de los artistas cubanos más cotizados del mercado internacional ofreció detalles sobre su próxima presencia en la 13ra. Bienal de La Habana.

Wilfredo tiene previsto presentar, como parte de la Bienal, un espacio que conduzca a repensar métodos y en el que confluyan las artes visuales con la dramaturgia, la arquitectura, el cine y la culinaria. «Quiero mostrar un proceso en lugar de una obra terminada», dijo.

Reconocido en los circuitos internacionales de las artes como figura imprescindible de la Plástica cubana, Wifredo Prieto se graduó del Instituto Superior de Arte en 2002 y, a los pocos años (2007), pasó a formar parte del libro 100 artistas latinoamericanos, publicado en Madrid, en el que lo presentan entre los creadores contemporáneos más importantes de la región. Su obra es eminentemente conceptualista, filosófica, cuestionadora y revolucionaria, aparentemente sencilla pero contundente y abierta a la interpretación.

Nació en el campo, en un pequeño pueblo de Zaza del Medio, el lugar a donde siempre regresa, y en cada una de sus creaciones sostiene brevedad narrativa, delicado sentido del humor y sutileza poética.

No es de extrañar, por tanto, que invite a compartir, en la 13ra. Bienal de La Ha-bana, preocupaciones que surgen durante la creación en sí misma. Para ello ha llamado a Cildo Meireles (Brasil), Joan Baixas (España), Hubert Sauper (Austria) y Alberto Kalash (México), a ser parte de un proyecto que se conecta con una especie de autopista infinita que desde hace años realiza en Sancti Spíritus.

Todos estos creadores se unirán a él y a su equipo de trabajo durante el evento. El arquitecto mexicano Alberto Kalash, por ejemplo, vendrá a restudiar la jardinería de La Habana.

«Queremos aprovechar el caos del subdesarrollo que, a la vez, da lugar a una nueva estética, en la que cada cual tiene su jardincito y no ese orden frío que a veces tienen las ciudades modernas. La Habana pide un bienestar diferente a lo que se ha entendido clásicamente. Tiene algo de especial que, desde otra mirada, se puede multiplicar y entender mucho mejor.

«Es por eso que decidimos trabajar con Alberto Kalash y un grupo de arquitectos y estudiantes de esa especialidad. Igualmente hemos sumado a historiadores del arte. Vamos a hacer un estudio de todos los jardines, calles, parques y espacios vacíos. Este proyecto se llama Jardines que no existen, y será publicado en un libro. Pensar una ciudad contemporánea con menos esfuerzos y recursos, con gestos inteligentes y estéticos, nos ha hecho trabajar, del mismo modo, con ingenieros agrónomos y especialistas del Jardín Botánico que nos digan qué árboles se pueden ubicar en cada lugar».

En cuanto a la presencia del austriaco Hubert Sauper, adelantó Prieto que este cineasta tiene una producción de cine documental relacionado con problemas sociales y políticos del mundo de hoy.

«A la Bienal traerá, sobre todo, el nuevo documental que está haciendo. Se llama Epicentro, y habla de la manipulación de la realidad para cambiar la historia. Empieza en La Habana con la explosión del Maine, como primera referencia de la manipulación del cine a la realidad.

«Lo hemos incluido porque me parece importante hablar de estos documentales y crear talleres relacionados con la temática. Incluso, mostraremos las maquetas de madera que se hicieron del Maine.

«Estamos acondicionando, por otra parte, dentro de Chullima, un espacio en el que los actores estarán interactuando con el público. El dramaturgo catalán Joan Baixas interpretará la obra Dado redondo. Vamos a hacer, además, un proyecto de cocina al que estamos invitando a varios chefs. Es un pretexto para repensar la cocina cubana de una manera más contemporánea y reunir a artistas, no solo de las artes plásticas, la música, la danza, e invitar a los vecinos también.

«Es romper la frontera del estudio para pasar a un espacio que se convierta en un paisaje de intercambio. Esa relación puede darnos una situación de aprendizaje. Quiero mostrar un momento del proceso de mi trabajo consecuente con la lógica de desarrollo de lo que estoy haciendo, que está muy en sintonía con lo que sucede en el arte a nivel internacional de alguna manera, y en Cuba específicamente. Estamos viendo una época de una cultura basura extremadamente alta, una sobreinformación, una crisis de contenido de valores y ética de pensamiento. No quiere decir que no exista buen arte, pero hay una sobreproducción de la otra escena.

«La falta de ferias de arte hace que los artistas se reubiquen en sus estudios. Los convierten en una especie de galería, y hay una necesidad del estudio como espacio físico. Esto me ha hecho pensar mucho. Yo llevaba demasiado tiempo sin tener un estudio. Trabajaba en cualquier lugar. Me parece importante pensar sobre las bases de trabajo, los esquemas creativos.

«Me parece esencial no ver el estudio de manera romántica, entendido históricamente como el creador solitario con la modelo. Hay que verlo como un espacio de rol donde intercambias todo el tiempo no solo con el propio arte, sino con el entorno del cual te alimentas y al que aportas una visión diferente.

«Por eso pensé en la idea de la colaboración, para después también repensar en la explosión de los estudios-venta, que no tiene lógica, y eso es contraproducente con el espacio experimental como se entiende.

«Hacer una obra no solo implica responsabilidad artística y conceptual, sino también ética, y esto coincide con un momento de crisis en la ética del arte. He querido hacer este intercambio, crear eventos, talleres que puedan generarse a partir del diálogo y las preocupaciones de cada uno de los participantes». 

—¿Todos esos proyectos confluirán en Chullima?

—Sí, pero no se quedan aquí, tienen salida a la ciudad, como Jardines que no existen y el de Sancti Spíritus, que es en un espacio rural en medio del monte.

—¿En qué consiste Autopista infinita?

—Es el símbolo del infinito en forma de autopista. No tiene entrada ni salida. Es un círculo continuo, como una serpiente que se muerde la cola. Se pondrá en 49 hectáreas que ahora están invadidas de marabú. Hay que desforestar y después reforestar. Queremos entrar con paisajistas y proponer también formas de agricultura contemporánea que puedan cambiar los modos de vida.

«Vamos a trabajar con la arquitectura y hacer elementos que no sean invasivos al espacio. Es una deuda conmigo mismo y con mi localidad. Nací e hice mis primeros estudios en ese lugar. Después me alejé por una necesidad de crecimiento. Es un poco el retorno que se conecta con la lógica de la historia».

¿Qué te hace volver a tus orígenes?

—En algún momento uno tiene que hacer una negación. Tienes otra forma de entender tus procesos creativos. Eso, a la vez, te hace regresar a ello con una libertad diferente, de una manera desprejuiciada, libre y consciente. Uno vuelve a su propio patrón.

—En medio de un contexto en que las bienales, de manera institucional, están siendo sustituidas por las ferias de arte y se imponen criterios comerciarles, ¿qué valor le atribuyes a la celebración de un evento como el nuestro?

—La Bienal de La Habana no puede escapar a este fenómeno aplastante. Pero tiene la posibilidad de ser diferente porque cuenta con las herramientas y los recursos para tener una mirada completamente opuesta a lo que está sucediendo, en un sentido reflexivo y de entendimiento.

«Puede volverse una escuela. Su celebración bien podría oxigenar el mundo del arte si se conduce con inteligencia. No es una feria de arte ni un evento popular, aunque todo el mundo tiene que esforzarse para llegar a ella. Es un evento para cuestionar, experimentar y buscar la creación al más alto nivel. Tiene que mantener el arte a una pureza lo más transparente posible.

«Si eso lo logra, que sería un esfuerzo gigante no a nivel de recursos, sino de inteligencia, refrescaría lo que está  pa-sado en el mundo. Esa función la ha cumplido en otros años con otros tipos de problemáticas. Ahora tiene que renovarse como estructura cultural.

«No puede seguir el modelo estándar ni la idea de promover al artista desconocido, sino dar una visión novedosa y creativa de las necesidades del arte y el pensamiento actual. Eso lleva diálogo, atrevimiento y renovación absoluta. Una bienal no puede perder de vista que es un laboratorio científico con capacidad de experimentación e intereses de reflexión culturales, sociales, políticos, filosóficos y artísticos».

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