Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Naborí en su centenario

La obra de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, quien este 30 de septiembre cumpliría cien años, permanece como un verdadero patrimonio de la cultura cubana

Autor:

Yoerky Sánchez Cuéllar

Nacido hace cien años un día como hoy en la finca Los Zapotes, de San Miguel del Padrón, a Sabio Jesús Orta Ruiz pronto se le conoce como el Indio Naborí. El seudónimo se lo adjudica él mismo, para desmarcarse de otros poetas que se autodenominaban caciques. Prefiere llamarse así porque los naboríes eran aquellos indígenas que trabajaban y labraban la tierra, pescaban en la mar o los ríos y entregaban lo que obtenían para el sustento de todos en la aldea.

En entrevista concedida a Pedro Antonio García, Naborí recuerda aquel momento, cuando solo con 17 años se presenta por primera vez ante la radio: «Era un programa titulado Corte guajira del arte, una competencia de improvisadores sobre pies forzados impuestos por los animadores. Cuando me tocó el turno, un locutor abrió un libro del Cucalambé que tenía en sus manos y escogió el octosílabo: Las penas del Naborí. Aquello coincidía con mis lecturas sobre las escalas sociales entre los indios cubanos. Los caciques eran patriarcas; los taínos, curanderos, sacerdotes, cazadores, guerreros; los naboríes, trabajadores de la tierra y otros menesteres. También había leído en la mañana de ese día las protestas que levantaba el periódico Hoy contra los desalojos en los campos. Armado de esa información, canté la décima que sigue: La ciudad crece y se aviva/ pero, sangrante de olvido/ el campo se ha detenido/ en la hora primitiva. / Y como sigue cautiva/ la esperanza de Martí, / sin Atabex, sin Semí, / en lo triste del retiro/ está sufriendo el guajiro/ las penas del Naborí. Cuando llegó el momento de la eliminación y un animador me señaló poniéndome la mano en la cabeza, el público aplaudió fuertemente y no conociendo aún mi nombre, repetía: Naborí, Naborí... Huelga decir que se me concedió el premio y en ese momento decidí autollamarme Indio Naborí, para representar con tal seudónimo a los trabajadores, a los humildes, en oposición a otros cantores populares que se autollamaban caciques de sus pueblos respectivos».

Asistente a las canturías y guateques campesinos, ya entona décimas a los siete años de edad y a pesar de no cursar estudios oficiales, con solo 14 años compone su primer soneto dedicado al mártir Luis Melián, dirigente juvenil de la barriada. Para ganarse la vida, en su adolescencia trabaja de aprendiz y operario de zapatería, dependiente de comercio y peón de albañil. Hace todo eso sin dejar de estudiar en las escuelas nocturnas. Una de ellas es la Academia Añorga, en la cual recibe el primer estímulo como escritor por una crónica que versa sobre el mambí Adolfo del Castillo, su punto de inicio en el periodismo. Desde temprano en la vida, establece vínculos muy estrechos entre la poesía y la comunicación social.

Sus primeros poemas ven la luz en un periódico llamado Cooperación, en su pueblo natal, donde también se estrena como periodista. En 1948, su programa Décimas informativas, por CMQ Radio, se convierte en un noticiero en versos que diariamente preparaba. Por aquellos años conoce a personalidades notables: Juan Marinello, Mirta Aguirre, Nicolás Guillén, Manuel Navarro Luna, Raúl Ferrer y otros, que influyeron en su formación política y literaria. Con ellos integra las filas del Partido Unión Revolucionaria a principios de esa década.

Más allá de conformarse con su don para versificar, Naborí se nutre de la obra de los grandes autores de la literatura de todos los tiempos, a la par que estudia con ahínco las técnicas que le permiten dar cauce a sus dotes y necesidades expresivas. Por esa vía enriquece la espinela, considerada la estrofa del pueblo cubano y uno de los pilares de la nacionalidad. La crítica lo distingue y le aplaude el mérito de fusión de lo culto y lo popular en la décima.

Cuando el chileno Pablo Neruda visita La Habana en 1961 ya conoce el volumen Bandurria y violín (1948) de Naborí, y le comenta: «¡Leí tu libro! es mucho violín para ser bandurria». Sin traicionar la décima, Jesús Orta Ruiz ensancha sus horizontes literarios y cultiva las más variadas formas clásicas (sonetos, romances) e incluso el verso libre, lo cual encauza en tres senderos: lo campesino, lo social y lo autobiográfico.

En 1951 El País Gráfico publica una selección de sus Estampas Campesinas bajo el título de Guardarraya de Sueño. Matricula en la Facultad de Administración y Derecho Público, carrera que no concluye para dedicarse al estudio y ejercicio del periodismo. De esa manera, participa junto con Abel Santamaría, Jesús Montané, Raúl Gómez García y otros miembros de la Generación del Centenario en la redacción del periódico clandestino Son los mismos. Por entonces conoce a Fidel Castro, quien le recomienda no solo leer sobre la historia de la Revolución Francesa, sino también sobre Lenin y la Revolución Rusa, el modelo de Revolución para la época.

De 1954 a 1958, la principal radioemisora de Cuba (Circuito CMQ) transmite, de diez a once de la mañana, el famoso programa Competencia Nacional de Trovadores, con controversias de los más encumbrados repentistas del país. Entre estos se destacan el Indio Naborí y Ángel Valiente. Su cotidiano contrapunto interesa al pueblo, que insatisfecho por la brevedad de las polémicas en la radio, pide un encuentro de ambos ante un jurado, sobre temas escogidos al azar y en un lugar factible. 

Naborí sintetiza los intereses y causas más nobles de los trabajadores, de la gente humilde. Por ello en la famosa controversia con Angelito Valiente en Campo Armada improvisa: Cuando la zafra termina/ cesan el tiro y el corte/ cuanto champaña en el norte/ en mis campos cuanta ruina/ aquí la gota de harina /el parásito, el dolor/ allá ríos de licor /en pipas de grifo abierto/ ¡ay sombra del tiempo muerto/, tiempo muerto y matador! En esa época, bajo la más feroz represión de la tiranía batistiana, Naborí se yergue en voz de denuncia de los crímenes, torturas y atropellos que padece la nación.

Entre los poemas de esta etapa se destacan las dedicadas a Rubén Batista Rubio, el primer estudiante asesinado por la policía batistiana en enero de 1953, así como la elegía a La mañana de la Santa Ana, inspirada en el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de Julio de ese mismo año, y las que publica en la revista Bohemia con motivo de la caída del líder estudiantil José Antonio Echeverría, el 13 de marzo de 1957.

Ya en esa época Naborí se enrola activamente en la lucha clandestina contra la dictadura, mediante su militancia en las filas del Movimiento 26 de Julio y el Partido Socialista Popular. El Servicio de Inteligencia Militar le advierte que deje de visitar la radio y la televisión y lo ficha con un letrero en el pecho que decía Actividades Antidemocráticas.

Tras el sol de enero de 1959, Naborí enarbola en lo más alto del canto épico su Marcha triunfal del Ejército Rebelde, posiblemente el poema más reproducido en toda la historia de Cuba. A petición de Enrique de la Osa su Marcha... vio la luz en Bohemia, en la edición de la libertad que alcanzó el millón de ejemplares.

Conocedor de la obra humana de la Revolución, desde el primer momento compromete su arte, su poesía y su vida al servicio de la causa patriótica. De antemano agradece las infinitas posibilidades que brinda el proceso a los creadores, artistas y periodistas.

Junto a Raúl Ferrer ejerce una labor meritoria dentro de la Campaña de Alfabetización y Girón lo sorprende vestido de miliciano. Por estos años escribe para diferentes medios, pero su desempeño más sistemático lo realiza en Noticias de Hoy con Al son de la historia. Así fue leal hasta su muerte, en diciembre de 2005. No importaron las críticas por su postura invariable al servicio de la causa revolucionaria. Muchos méritos recibió, entre ellos, el Premio Nacional de Literatura y la dedicatoria de la Feria Internacional del Libro, así como ser finalista al Premio Príncipe de Asturias en 2000.

En su despacho permanecieron la réplica del yate Granma obsequiada en su 80 cumpleaños por las Fuerzas Armadas Revolucionarias e imágenes fotográficas de su trayectoria dentro y fuera de Cuba. Importantes personalidades de las letras encuentran valiosas aportaciones en su obra. Roberto Fernández Retamar, César López, Virgilio López Lemus, Cintio Vitier y otros lo colocan en su lugar exacto. Naborí es un poeta de distintas voces que armonizan una idea principal: su amor por el ser humano. Todos sus versos simbolizan conocimiento y experiencia que luchan por mejorar el comportamiento. Su poesía posee la sensibilidad de los grandes maestros de la imaginación, capaces de comunicarse en cualquier cultura y sobre cualquier tema.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.