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De estreno impactante serie documental de Gloria Rolando

La serie documental Hermanas de corazón, parece el momento idóneo para reconocer a Gloria Rolando en tanto paradigma de creadora cubana autónoma, perseverante, indetenible y absolutamente imprescindible

Autor:

Joel del Río

Ahora que se estrenará, en 23 y 12, el 11 de mayo, a las 5:00 pm, la serie documental Hermanas de corazón, parece el momento idóneo para reconocer a Gloria Rolando en tanto paradigma de creadora cubana autónoma, perseverante, indetenible y absolutamente imprescindible. Porque como estudioso del cine cubano tengo la sensación de que nunca se ha repetido lo suficiente: Le debemos a su importante obra documental el reconocimiento necesario por parte de los críticos, las instituciones culturales del público.

Según la ficha biográfica que encontré, Gloria Rolando se formó como documentalista a lo largo de sus trabajos como asistente de dirección de Santiago Villafuerte, Bernabé Hernández y Santiago Álvarez. También trabajó al lado de Rigoberto López (Mensajero de los dioses), Enrique Colina (Jau) y Rogelio París (La huella del hombre), además de asistir a los directores en largometrajes como No hay sábado sin sol (Manuel Herrera), Maluala (Sergio Giral) y Habanera (Pastor Vega), pero a ella, en verdad, la aterraba la ficción con su despliegue de recursos y sus grandes equipos técnico-artísticos, y su curiosidad y la fascinación por la historia, por la realidad histórica, cultural o política la inclinaron rápidamente al documental.

A finales de los años ochenta Gloria Rolando quería hacer un documental sobre Sara Gómez y otro sobre Lázaro Ross, el reconocido cantante de folclor afrocubano. Ninguno de los dos fue  aceptado por el Icaic. El de Lázaro consiguió hacerlo, se titula Oggún, un eterno presente (1991), y aunque nunca logró hacer el de Sara, pudo acercarse a toda su obra. La impresionó extraordinariamente Guanabacoa: Crónica de mi familia (1966), que marcaría la obra de la futura cineasta en cuanto al estilo, al trabajo con las fotografías, pues a partir de ellas se despliega la curiosidad de la cineasta, y de preguntas como quiénes son estas personas, cómo vivían y pensaban, y todo ello se mostraba hasta el punto en que se descubría un mundo totalmente desconocido.

En una década como la de los años 90, cuando se apreciaba una crisis notable de producción en la documentalística cubana, Gloria Rolando consiguió realizar no solo su primer filme, sino también Los hijos de Baraguá (1996), Los ojos del arcoíris (1997) y El alacrán (2000), todos documentales realizados en video que contaron con la participación de sus cómplices de siempre en el Icaic: los directores de fotografía Raúl Rodríguez o Pepe Riera, o el sonidista Juan Demósthene, entre muchos otros. Sus cuatro primeros documentales se movieron preferentemente en el circuito académico, universitario, de Estados Unidos. Y así, la cineasta comenzó a disfrutar de un público, y de un prestigio internacional, cuando todavía resultaba, para la mayor parte de los cubanos, una ilustre desconocida. 

Con la llegada del siglo XXI su filmografía se reactiva y aparecen Las raíces de mi corazón (2001), Los marqueses de Atarés (2003) y Pasajes del corazón y la memoria (2007), que ganó precisamente el Premio Sara Gómez, del Consejo Nacional de Casa de Cultura en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. En este segmento de su obra, sus documentales manifiestan un saludable proceso de autorreconocimiento a través de la raza, de la búsqueda de la precedencia familiar, como indagación sobre sí misma.

Según Gloria, a quien tuve el privilegio de entrevistar recientemente, «los temas caribeños llegaron uno detrás del otro. Algunos provenían de la literatura. En Casa de las Américas descubrí que las migraciones eran un tema fijo en los relatos literarios de estos pueblos, y comencé a buscar esos personajes en la realidad contemporánea cubana, sus vínculos con la industria azucarera, y algo de todo esto aparece en la novela del escritor barbadense George Lamming titulada In the Castle of My Skin, pero yo quería recrearlo en un documental, y hablar sobre sus iglesias, sus cantos, sus costumbres, su espiritualidad, algo que también se olvida mucho en el audiovisual contemporáneo. Es fascinante descubrir la espiritualidad de la gente, de un grupo de personajes».

Entre 2010 y 2013 trabajó en la trilogía titulada 1912: Voces para un silencio, que ganó premio Caracol en categoría documental, y luego en Reembarque (2014) y Diálogo con mi abuela (2016) que continúan su búsqueda de las raíces de la comunidad afrodescendiente en Cuba, al igual que la serie documental Hermanas del corazón, su nuevo documental que tendrá su estreno en la Cinemateca. Me contó Gloria Rolando que, por ejemplo, en Hijos de Baraguá, y en otros documentales suyos, se dirige mucho a sostener y completar con entrevistas el documento, la fotografía, el testimonio sobre lo real, pero en Diálogo con mi abuela funciona más la ficción, porque se trata de mirar, de mostrar, la espiritualidad de los personajes, aunque esto no quiere decir que se eluda una parte real, documentada, de la historia real, pero se mira esta realidad a través de las subjetividades y de la afectividad familiar.

Respecto a cómo surgió y se realizó su más reciente serie documental, Hermanas de corazón, cuenta Gloria: «En 2014 fui a Baltimore, en Estados Unidos, a mostrar mi documental Reembarque. Una vez allá comencé a preguntar las razones de que en mi familia siempre escuché el nombre de esa ciudad norteamericana, Baltimore, asociado al de la Congregación de las Hermanas Oblatas, y así me enteré, ya fascinada por mi hallazgo, de la historia de las últimas monjas negras cubanas.

«Las historias de estas mujeres, relatadas por algunas de sus alumnas, están muy marcadas por los temas de raza y clase social, pero me encantó descubrir que llegaron a Cuba alrededor de 1900 y aquí se dedicaron sobre todo al magisterio, y a darle clases a muchachas que trabajaban como domésticas para que aprendieran a leer y escribir. Mi mamá tenía fotos de la escuela nocturna de estas monjas, y así pude completar este documental sobre algunas de esas monjas negras, su olvidado papel en la cultura de esta Isla, y pronto el testimonio desbordó la duración de un documental “normal” y preferí hacer una serie en tres partes o capítulos: El colegio San José, Las novias de Dios y Ángeles de la memoria. Como ves, la curiosidad y la fascinación fueron medulares».

Un hermoso documental parece ser Hermanas de corazón, la obra más reciente de Gloria Rolando. A pesar de la escasa visibilidad de sus primeros e importantes documentales, nada consiguió detenerla y prosiguió trabajando, sin alimentarse de sus aversiones o resentimientos, sino más bien impulsada por el imperativo de trabajar con materias primas tan livianas, pero tan obligatorias y concretas, como la memoria y la espiritualidad.

A toda prisa el Icaic del presente está empeñado en entregarle a Gloria Rolando los honores que se le deben, pues solo en fechas recientes comenzó a disfrutar de mayor consideración dentro de la Isla, incluso, cuando su prestigio crecía sobre todo en Estados Unidos, cuyas universidades, algunas muy importantes, justipreciaron sus documentales, y la nombraron miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (la que entrega el Oscar). Todas esas son razones para felicitarla, pero sobre todo importa su entrega, su talento, su dedicación a la reconstrucción de la memoria de los cubanos todos, macheteros y monjas, hombres y mujeres, blancos y negras, todo mezclado, como solía decir el poeta.

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