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El espanto de la muerte

Con El testamento del Viejo Mile, la Editora Abril pone ante el público cubano las crónicas de Alberto Salcedo Ramos, uno de los escritores más importantes de América Latina en estos momentos

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.- Cuando el 17 de julio de 1968 expulsaron a Pelé en un juego con Colombia, el estadio en Brasil enloqueció y de los 28 integrantes del equipo, solo tres personas no golpearon al árbitro: el médico, el periodista y el propio Pelé.

Lo que pasó después no fue menos loco; pero la mayor locura de todas (o lo más increíble) es la vida del árbitro, el colombiano Guillermo Velásques (El Chato), un hombre que antes de impartir justicia en el fútbol había sido boxeador y cuando un futbolista lo golpeaba él sencillamente respondía con algo muy simple: un buen puñetazo.

Esta historia se puede leer, junto con otros 24 trabajos, en El testamento del Viejo Mile, del escritor y periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos (Barranquilla, 1963) y que se puede encontrar en las librerías cubanas bajo el sello de la Casa Editora Abril.

Alberto Salcedo Ramos es hoy uno de los escritores más laureados de América Latina. Foto : Archivo de JR.

El libro, en sí mismo, es un regalo a lo grande. Lo es por lo que en sus páginas se cuenta, por los personajes que transitan en ellas, por la calidad de la escritura; pero también por otro motivo importante: por tener a la mano el ejemplo de uno de los rumbos por los cuales transita hoy la literatura latinoamericana.

Desde hace ya algunos años,  la crítica ha hecho notar la existencia en el continente de una corriente narrativa protagonizada, esencialmente por reporteros y reporteras, y que de la mano de los géneros del periodismo se han acercado a las zonas conflictivas o menos impensables de las realidades de sus países no para fabular sino para contar historias verdaderas, algunas bastantes crudas.

A los integrantes de esta tendencia se les ha agrupados bajo un nombre: los Nuevos Cronistas de Indias, y bajo ese manto se cubren los nombres de los mexicanos Laura Castellanos y Juan Villoro, los argentinos Juan Forn, Leila Guerreiro y Martín Caparrós, los chileno Pedro Lemebel y Cristian Alarcón, el salvadoreño Oscar Martínez,  el peruano Toño Angulo Daneri y así un largo listado que ha generado varias antologíaa bastante voluminosas.

En una de ellas, Antología de la crónica latinoamericana actual, su compilador, el escritor colombiano Darío Jaramillo Agudelo, ha señalado que los nuevos cronistas se han lanzado a oír, ver, investigar, reír, llorar y muchas hasta sufrir las vivencias de sus entrevistados en cárceles, guerras de pandillas, emigraciones clandestinas, disputas de narcotraficantes, confesiones e estrellas del arte o recintos ocultos de bsres y teatros pornos

Este libro, cuya aparición en Cuba se debe a los buenos oficios del periodista Rafael Grillo, se mueve en varias de esas cuerdas.

Por él transita Emilio Zuleta Baquero, uno de los más renombrados compositores de música popular de Colombia; los boxeadores Benny Briscol y Bernardo Caraballo; el torero Hugo Martínez; un equipo de fútbol integrado por travestis; un taxista aquejado de arterioesclerosis y que ya sufrido la apuntacióm de varios dedos de las manos, pero que aún así se niega a dejar el timón y hasta el paisaje de Aracataca, el pueblo natal de Gabriel García Márquez y que inspiró al Macondo de Cien años de soledad.

Por un sano y conmovedor orgullo nacional, el texto más preferido por nosotros a la entrevista a Ana Fidelia Quirós. Alberto Salcedo Ramos la fue a ver en los comienzos de su retiro de gloria, cuando ella debía trotar una hora todas las mañanas para evitar los zarpazos de un infarto y acostumbrar al corazón a la vida del hogar.

El texto es bueno por lo que dice y la manera de expresarlo en palabras bien precisas, contundente, en una narración corta que llega a adoptar la tensión de un cuento y que termina con la confesión final de Ana Fidelia, negada dese el principio a declarar elneoitafio que tendrá su tumba.

-¡Nada de epitafios, muchacho! -dice Ana Fidelia-. Yo me he pasado la vida corriendo, precisamente, para espantar a la muerte.

Imaginamos la reacción del periodista; aunque está debió ser muy distinta a los sentimientos que vivió al cubrir la masacre de un pueblo colombiano llamado El Salado, en el departamento e Bolívar, y a quienes una parte de sus habitantes los asesinaron a golpes de cuchillo y tiros, mientras los verdugos tocaban música de acordeón.

Por esos lugares ha estado Alberto Salcedo Ramos para devolvernos el cuento real a golpes de disciplina y puro oído y corazón. El resultado ha estado en una galería tremenda de premios (el Rey e España de Periodismo, el Ortega y Gasset y cinco veces el Simón Bolívar en Colombia); pero sobre todo en un llamado que hizo el escritor mexicano Juan Villoro cuando escribió que hoy la realidad latinoamericana ocurre dos veces.

Primero, señaló, cuando sucede en el mundo de los hechos y después cuando la escribe Alberto Salcedo Ramos.

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