Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La sociedad sí está lista

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Hace unos tres lustros, asistí a un debate en una comisión del Parlamento cubano en el que Mariela Castro Espín, con una pasión que nunca desmaya, proponía ideas para un posible Código de Familias, quizá no tan amplio como el proyecto que hoy espera por la decisión popular, pero igual de progresista en su esencia a favor del Derecho familiar que merecemos.

En esa ocasión no se logró consenso, pero igual fue un buen diálogo porque se esclarecieron muchas dudas, se ganó en cultura jurídica y se aportaron nuevas evidencias científicas para defender la necesidad de evolucionar las leyes a tono con la realidad que pretenden nombrar y regular cotidianamente.

A mi modo de ver, en esa mañana que pareció frustrante, se sembró una semilla que con paciencia y constancia germinó para bien en años más recientes y dio su fruto definitivo esta semana, abonada con la voluntad de millones de seres que a la vez ganaron más conocimiento y sensibilidad en el proceso.

De aquel momento cardinal recuerdo, sobre todo, la posición extremadamente conservadora de un diputado joven, por más señas profesional, mulato, oriental. Según él, «la sociedad cubana no estaba lista» para aceptar en formato de ley lo que sin dudas ocurre naturalmente desde que el mundo es mundo.

Con mucha diplomacia dijo que entendía el mensaje, pero como representante del pueblo tenía poca fe en que esa propuesta pudiera materializarse, porque removía pilotes de nuestra idiosincrasia y contradecía lo que ocurre «desde siempre» en esa célula básica social que es la familia.

Oírlo y verlo ¡era tan contradictorio! Su sola presencia en el Palacio de las Convenciones probaba que Cuba sí es capaz de progresar en sus concepciones de vida en pocas décadas, y que plasmar por escrito alternativas a la discriminación obra milagros en la mentalidad colectiva, aunque lleve tiempo contagiarnos de claridad tras siglos de segregar, esconder o ningunear lo mixto, lo distinto, lo divergente.

Ese día entendí que para disfrutar las leyes que necesitamos no se puede defender el todo renunciando a algunas de sus partes, ni hacer concesiones a quien elige la inmovilidad ética o teme la confrontación. Pero tampoco podemos considerar «enemigo» a quien se aferra a un enfoque obsoleto sin darle la oportunidad de madurar criterios, porque las sociedades se alistan en el ejercicio individual de coherencia entre lo íntimo y lo socialmente útil de camino a la prosperidad.

Entendí que podemos contar con quienes están de acuerdo con la renovación del Código por solidaridad o por ventaja propia, pero incluso ese vasto grupo necesita argumentos para defender su corazonada sin subestimar la inteligencia y tozudez de quien se aferra a vocablos, estatutos y conductas que preservan su arbitraria supremacía atendiendo a credos, género, edad, origen, relaciones tradicionales de poder…

El cuarto domingo de septiembre, una pregunta llana y concreta despertará a millones de personas con capacidad legal para decidir el futuro de Cuba: ¿Está usted de acuerdo con el nuevo Código de las Familias?

Si tu respuesta en la boleta es Sí estarás contribuyendo al cambio de mentalidad y ejecutoria que nos merecemos, y a la vuelta de unos años parecerá increíble que no lo propiciáramos antes, por todos los beneficios que cristalizarán a partir de su puesta en vigor.

Si tu respuesta es No, volverás a tu casa para seguir viviendo como creas correcto, y tus principios regirán puertas adentro, sin que nada te obligue a cambiar rutinas, a menos que tu actuar ponga en peligro la integridad de otras personas.

Un día alguien muy cercano a ti (¡o tú mismo!) necesitará amparo legal para casarse o divorciarse de modo favorable a ambos cónyuges. O para nombrar hijo a quien lo es de corazón, aunque no lleven igual sangre. O para mantener el nexo con una nietecita lejana, así sea por WhatsApp. O para heredar bienes a quien le trató bien en el ocaso de la vida, y no a quien solo se sentó a esperar que la muerte hiciera su trabajo.

Cuando eso pase, podrás abrir el nuevo Código (que ya no será tan nuevo, porque la vida es pura dialéctica), y enarbolar los artículos que favorezcan esos deseos o respalden esa necesidad sin que nadie te pregunte si aquel histórico domingo estuviste a favor o en contra del reconocimiento de nuestra pluralidad y del pleno acceso a todos los derechos para todas las familias.

Eso es lo bueno de refrendar una ley que tal vez hoy no cuente con el voto de todos, pero ha sido pensada y defendida colectivamente para el bien de todos.

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