Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Extinguir la grotesca imagen

Autor:

Nelson García Santos

En estos días inaugurales de esperanza y resolución, de propósitos definidos, de aspiraciones genuinas y hasta de hechos impredecibles (para bien o para mal), afianzar esos comportamientos que, sumados unos y otros, engrandecen la sociedad, resulta, más que atinado, un clamor popular.

 ¿Qué lo impide? Nada, objetivamente. La solución tampoco depende propiamente de invertir dinero, sino de actuar con respeto, decencia y sentido común, a fin de cerrar el paso a irregularidades que pululan.

 Es costumbre escribir y hablar (y está bien) de los grandes empeños: el ahorro, el empleo eficiente de recursos, la rentabilidad... en fin, de lograr una economía eficiente; pero se potencia menos ponerle bridas a acciones hijas de la anarquía que muchísimos despliegan en el espacio público como si estuvieran en la sala de su casa.

 Estos comportamientos, que parecen pequeños e insignificantes, ocasionan daños materiales y reflejan (peor todavía) actitudes incompatibles con la convivencia ciudadana, patinazos en la enseñanza de las buenas conductas y costumbres que se supone vienen desde la niñez. 

 La vida confirma el desatino garrafal de dejar al arbitrio de cada cual la manera de proceder públicamente. Bien que se explique y alerte sobre la incorrección, hay que proceder por la vía legal, sin dar más vueltas al trompo, contra los infractores de esas normas.

 ¿Cuáles? Están ahora mismo a su vista en innumerables muestras aquí, allá y acullá, formando un paisaje grotesco con el reguero de basura en esquinas, calles y cuadras; con vías que se rompen para trabajos del acueducto y no se terminan arreglo adecuado; con los escombros y todo lo que se le ocurre a la gente tirar en las márgenes y cauces de los ríos...

 Luego, en el colmo de los colmos, se invierte tiempo y esfuerzo en paliar el mal sin castigar a los responsables. No sé ya cuántas veces se han realizado acciones de saneamiento en ríos como el Bélico y el Cubanicay, que atraviesan Santa Clara, y en un breve tiempo reaparece el burujón de suciedad sin que haya multas o acciones para impedirlo. O se aplica el embellecimiento de repartos suburbanos y al poco tiempo la fealdad renace por falta de cuidado y perseverancia.

 Hay también otras actuaciones que molestan a muchas personas de bien, y de asumirse con tino su control en la cotidianidad se engrandecería el actuar social. ¡Si lo sabrán ustedes, respetadísimos lectores, que de seguro han sufrido el aguijonazo alguna vez!

 ¿Ejemplos? La incorrecta atención en los servicios públicos; el  papeleo y la demora de los trámites; la falta de una respuesta adecuada ante un problema; las reiteradas fallas en la protección a los consumidores; el no hay o no se puede, para cerrar de entrada un diálogo que requiere más de dos palabras; el famosísimo: no está el responsable…

 Obvio: sin esos desaguisados (y los antes narrados) la vida transcurriría más apacible. Solo se requiere del protagonismo de la pulcritud para atender al público, y frenar el abuso, y cuidar y enriquecer el paisaje al punto de desatar una sensación de placidez, de regocijo, que refleje una imagen enaltecedora.

 ¡Nada lo impide! ¿De acuerdo?

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