Como ya es costumbre los productos desaparecen por rachas y así mantienen siempre el suspenso dentro de nuestras emotivas vidas diarias. Ahora ha desaparecido el pollo y, como es de esperar, rápidamente se disparan los precios a tal punto de que pude constatar que una libra de ala de estas aves puede costar entre 450 y 500 pesos la libra. Jamás un ala voló tan alto. Esperemos que la pata sea más discreta o tendremos que decir: «¿el ala o la pata?», al estilo del título de aquella comedia francesa de 1976, protagonizada por Louis de Funés, conocida como Muslo o pechuga.
Pero esta no es la esencia del tema que quiero abordar, o para decirlo más en contexto: este no es el pollo del arroz con pollo, porque ya sabemos que no hay pollo (ni mucho arroz) y porque además así lo anunciaba un cartel en una mipyme: «Agotado el pollo».
Y yo me pregunto: ¿cuánto se habrá esforzado el pollo ese? ¿Lo habrán obligado a trabajo forzoso?, o simplemente es uno de esos «elegidos» que ha decidido dormir una siesta porque ya hizo en media mañana todo el dinero que a la mayoría nos cuesta concretar en varios años de cotidiana labor.
Es cierto que el idioma, como casi todo en este mundo, sufre bastantes cambios y procesos ajustados al desarrollo e intercambio social. Y es verdad que se ha hecho moda malutilizar términos que siempre han tenido un significado claro, en aras de simplificar las cosas o de llamar la atención, atraparte ingenuamente y, por supuesto, timarte.
Palabras como oferta, rebaja, poquito, módico… ya no representan, como significado semántico y distintivo, lo mismo que antes:
Cómo vas a llamar oferta a un producto cuyo precio continúa siendo el mismo desde que Colón lo trajo en una de sus carabelas.
¿Rebaja? Una rebaja, para que sea rebaja de verdad, debe al menos superar el 10 por ciento del costo inicial… Ah, y bajar el precio porque ya no hay quién se lo coma o está vencido, dígase mangos, aguacates, plátanos y otros productos... Eso, más que rebaja, es descaro. Digo, si vamos a llamar las cosas por su nombre.
Es cierto que la palabra poquito, como unidad de medida, es algo muy ambiguo y nada determinante a la hora de tener una idea concreta de qué estamos hablando; pero llamar poquito a un costo que multiplica hasta diez veces su precio inicial me parece bastante eufemismo, alusión indirecta, rodeo, perífrasis, circunloquio, atenuación, ambigüedad, disimulo... para no decir irrespeto, menosprecio, y falta de ética.
Módico es sinónimo de moderado, económico, asequible… Nada cuyo precio signifique el doble o el triple de mi salario puede ser módico. Quizá lo que intentan decir es mordisco, porque realmente se trata de ¡tremenda mordida!
Y es que el idioma sigue siendo muy rico y nuevo sobre todo cuando algún nuevo rico lo usa a su conveniencia, digo, para seguir llamando las cosas por su nombre.