S.N.: Mi hija no quiere salir conmigo y no me trata igual desde que me separé de mi esposa. Temo que se deba a que su mamá le hable mal de mí. Sé que ella quedó muy dolida y me da miedo que afecte a la niña, degradando mi imagen.
Con tus actos podrás construir esa figura de padre que quieres dejar después de la separación. Si también conversas con ella, podrás aclarar cualquier mal entendido.
El reto está en dedicar tiempo de calidad a tu hija. Ahí sabrás qué causa su distanciamiento o cambio de actitud. En su fantasía infantil puede inventarse una teoría que explique tu ausencia: que la abandonaste, que la castigas, que no la amas… aun sin el mínimo decir de su madre. Con deseo, encontrarás la manera de cambiar esa situación.
Dado que también cada madre transmite el lugar que le otorga al padre, según el modo en que se refiere a él, es importante construir el mejor vínculo posible después de la separación. Es un trabajo arduo convivir con esas pasiones cuando aún no se ha superado la crisis. Implica aceptar las múltiples pérdidas que la ruptura representa para ambos; reconocer la manera en que se ha contribuido a ese proceso y, de ser posible pedir disculpas y encontrar maneras de continuar en pos de la familia que se mantiene.
Ese proceso toma su tiempo, y es cierto que en ocasiones los progenitores utilizan a sus hijos para atacar a otros miembros de la familia. Siempre podemos elegir si alimentamos o limitamos ese arriesgado juego.
La ley puede mediar cuando es imposible acordar cómo atender a los hijos después de la separación. Pero, serán los adultos quienes conciban su modo de relacionarse y construir su familia, aun separados. El amor, la creatividad y el deseo no pueden ser pautados.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica
