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2019, ¿con el relevo de Macri?

Sondeos adelantan un eventual empate técnico entre Cristina y el mandatario argentino en octubre, a pesar de lo cual eventuales candidatos alternativos cobran fuerza. La crisis, el telón de fondo

 

Autor:

Marina Menéndez Quintero

ARGENTINA está entrando en un año crucial al que llega también marcada por una política económica lesiva a la sociedad, que irremediablemente entra a los hogares como lo está haciendo desde el 10 de diciembre de 2015, fecha en que Mauricio Macri y su alianza Cambiemos llegaron al poder.

Cuando faltan nueve meses para las elecciones que podrían dar un giro, o tal vez solo un amago de vuelco político y económico en el país, una nueva oleada del llamado tarifazo vuelve a incursionar en la vida familiar y se agrega a tanta alza sufrida en todo tipo de precios. Siguen los punzonazos a la gente.

La nueva medida fue anunciada a punto de cerrar diciembre y representa un alza de entre el 38 y el 42 por ciento en los boletos de ómnibus, trenes y del metro, en tanto la electricidad sube hasta un 55 por ciento en Buenos Aires y un 35 por ciento en el resto del país.

Ha sido otro aguacero sobre piso mojado. Gustavo Lahoud, investigador argentino y autor del libro Contra el tarifazo, asevera que desde comienzos de 2016 se registró un aumento promedio de 500 por ciento en el costo de la luz y más de 600 por ciento en el precio del gas en la ciudad de Buenos Aires, mientras en el resto del país nunca fue menos de la mitad: 300 por ciento.

Otro de los servicios básicos que ha subido mucho es el agua, además de los alimentos de la canasta básica, algunos de los cuales escalaron precios, incluso, por encima del ciento por ciento.

Por eso se han hecho habituales en el paisaje las ollas comunes, que en otro momento de crisis fueron la respuesta a la precariedad y hasta el hambre, visible otra vez hoy en algunos sectores, donde se estima la padecen entre uno y tres millones de personas.

«Todo esto ha puesto en riesgo la capacidad que puede tener un ciudadano para poder pagar las tarifas de servicios básicos», asevera Lahoud en alusión al alza tarifaria, y contextualiza el efecto que ello tiene en los bolsillos de los argentinos cuando estos ya se encuentran debilitados por el avance de la devaluación del peso —que llegó al límite de 40 por dólar a fines del año pasado—, y como resultado de la inflación que, recién se ha divulgado, fue de 47 por ciento en 2018, la alta de los últimos 27 años.

Macri espera que, como le prometió el Fondo Monetario Internacional (FMI), para marzo se vean los resultados de este constante apretar el cinturón de la ciudadanía. 

En noviembre pasado, un funcionario de la entidad de visita en Buenos Aires reconoció que la recesión argentina estaba en un período crítico; pero aseguró que la contracción de la economía tocará piso en los primeros tres meses de este año y comenzará a recuperarse en el segundo trimestre.

En eso confía Macri para aspirar a la reelección en octubre.

Hay, sin embargo, varias cosas en duda. La primera de ellas, si eliminar el color rojo de los números de la macroeconomía significará, en lo inmediato, una mejoría ostensible para las personas.

Por ejemplo, si la esperada disminución del déficit fiscal —que, según las metas, este año debe dar el bajón final a cero— tendrá impacto real sobre el 1 850 000 argentinos que estaban desempleados el año pasado, y ya no tienen ingresos.

Hay que tener en cuenta, además, que el anunciado reverdecer de la vapuleada economía se sueña y se hace bajo la batuta de los ajustes impuestos por el FMI a cambio de créditos por 57 000 millones de dólares: 7 000 millones más de lo originalmente pactado, lo que redundó, obviamente, en más metas y condicionamientos que los argentinos sobradamente conocen, pues provocaron el estallido social que depuso a Fernando de la Rúa en diciembre de 2001.

Debido a ello están por llegar nuevos daños al sistema de pensiones. Un documento del Fondo dado a conocer hace unos días por el diario Página 12 dicta que se debe disminuir «la relación entre el haber inicial y el salario promedio previo al retiro. Así se recortaría el ingreso que reciben los nuevos jubilados», denunció el periódico.

«Después de la modificación en la fórmula de actualización automática de las jubilaciones, la creación de una pensión por vejez equivalente al 80 por ciento de la mínima, incrementar la edad de retiro para las mujeres más vulnerables y habilitar la venta de los activos del FGS (Fondo de Garantía de Sustentabilidad) de la Anses (Administración de Seguridad Social) para financiar el déficit, llega el turno del ajuste del cálculo de la jubilación inicial».

A pesar de todos los tragos amargos que ha tragado y tragará la sociedad argentina, el FMI prevé que todavía este año la economía se contraerá en 1,7 por ciento, con una inflación que aún rondará el 47,5 por ciento, dijo el rotativo. No hay, en realidad, mucho de bueno, aunque el FMI y Macri esperen que este año, sí.

En este contexto, el nuevo tarifazo ha compulsado a tomar las calles a miembros de movimientos sindicales y sociales que ya tienen un programa de manifestaciones previsto en una ciudad distinta cada jueves, hasta febrero.

Pero ellos no protestan solamente, como ha dicho el secretario general de la CTA Autónoma, Pablo Micheli, contra el incremento en las tarifas, sino para denunciar «el trabajo precario, la falta de empleo, el cierre de empresas, los aumentos desproporcionados de los alimentos», y otras dolencias que han aguijoneado fuerte, los últimos años.

Temprano paisaje electoral

De lejos, tal escenario llevaría a esperar la salida de Cambiemos y Mauricio Macri del poder durante los comicios legislativos y presidenciales del próximo octubre. Sin embargo, todo indica que ello se definirá no solo por la credibilidad que le pueda restituir, en los sectores que lo votaron en 2015, el salto macroeconómico que el Presidente espera, en última instancia, para agosto —cuando se realizarán las primarias y él oficializará o no su aspiración—; aunque dudosamente ese hipotético rebote chorrearía en el deseado bienestar de las personas.

Definirán también, y sobre todo, las alternativas que se presenten a Cambiemos y Macri. De ello dependerá si él o un candidato que le sustituyera, reciben o no el contundente voto de castigo que podría esperarse para una ejecutoria émula de la de su antecesor Carlos Ménem, por la forma en que ha depredado la vida social.

No pocos están haciendo ya predicciones y reflexiones de las cuales es posible leer.

En noviembre pasado varias firmas lanzaron las primeras encuestas, de donde se comprobó el respaldo que sigue teniendo la vilipendiada expresidenta Cristina Fernández, sobre la que se ha lanzado, como a otros en países vecinos, el aura negra de la presunta corrupción, y abierto expedientes judiciales que la enrolan en seis causas para satanizarla como se le ha satanizado y, más que eso, cuestionar su proceder como mandataria.

En virtud de uno de esos expedientes judiciales Cristina, ahora al frente de la coalición convocada por ella bajo el nombre de Unidad Ciudadana, estaría ya en prisión preventiva de no ser por el fuero parlamentario que la protege en su calidad de senadora, y que la cámara alta no le ha retirado. Pero, ojo: en cualquier momento el Senado se lo podría quitar. Sobre todo, cuando el respaldo que ella obtuviera de cara a las presidenciales, diga que debe sacársele de en medio.

La manipulación en las mentes que ha causado la judicialización de la política en Argentina, no obstante, ha rendido ya sus frutos.

Tantos, que analistas del patio han opinado que a Macri le conviene la postulación de la exmandataria porque catapultaría hacia él los votos de quienes adversan, ahora, la ejecutoria kirchnerista, incluyendo el quehacer de Néstor, que cortó las amarras con ese FMI en cuyas garras Macri ha puesto al país de nuevo.   

Una eventual candidatura de Cristina tendría otros retos que afrontar: la división del propio justicialismo del que procede y, por otro lado, la insatisfacción de una izquierda política de formación, ante la cual su ejecutoria se quedó corta.

Pero esa izquierda política tampoco muestra hoy una alianza amplia y sólida con el combativo movimiento social y barrial que está hace rato en las calles y, en alguna medida, respalda a la expresidenta.

La salida en ese ámbito podría estar en que se logre una amplia unión en virtud del llamado formulado por el progresismo de Todos contra Macri, y su respaldo a Cristina o el hallazgo de otro líder. Pero no se sabe aún si el deseo de cada quien que adversa a la derecha neoliberal de que todo funcione a su medida, permita que ese exhorto tenga el respaldo exigido. 

Contra el mandatario se yergue la preocupación generada cada vez más por la falta de trabajo, la inflación, la pobreza, y la inseguridad. Son esos los fantasmas reales que deberá alejar Cambiemos.

Por el momento y pese a todo, los tempranos sondeos más recientes muestran un eventual empate técnico entre Cristina y Macri si se postularan, a pesar de lo cual otros candidatos alternativos van cobrando fuerza, como la hipotética postulación del exministro de Economía Roberto Lavagna, entre otros emergentes, aunque no desvinculados de la política.

Puede correr mucha agua, de cualquier modo, de aquí a octubre. Faltan nueve definitorios meses.

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