Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El detalle y el conjunto

Autor:

Luis Sexto

¿Qué es lo que más me inquieta de nuestro país?, me preguntan. Y yo podría responder con una pregunta similar. Porque supongo que todos cuantos sientan de verdad el suelo, el paisaje y la comunidad que llamamos patria, tendrá que inquietarse por Cuba y su destino.

La pregunta ya de por sí indica que somos conscientes de que sobre nuestra sociedad vuelan los pájaros negros de malos augurios. Y que los problemas que nos aquejan no son los duendes de trasnochadas invenciones. Pues bien, como me parece que cada cubano habrá de tener un punto más inquietante, un aspecto sobre el cual su conciencia ciudadana vigila con más prevención, yo voy a decir lo que priorizo entre todo cuanto me inquieta, aunque de alguna manera ya lo he insinuado en esta columna, que en junio sumará ocho años de contacto público.

Desde luego, hay una preocupación suprema: que el socialismo pierda el poder y Cuba vuelva a los hábitos segundones del traspatio norteamericano. Y que con ello toda la certeza de la justicia social y la independencia se convierta en añoranza envejecida, en referencias desconsoladas de un pasado épico y esperanzador: la Revolución y su caudal de historia.

Pero entre lo que más me inquieta y lo que estratégicamente más puede inquietar de manera general, hay una relación. De modo que me inquieta un detalle porque afecta al conjunto, y el conjunto inspira mi inquietud sobre el detalle. Y no me acusen de jugar con las palabras. Solo hago notar los engarces dialécticos entre lo político y lo social, entre los sueños y las posibilidades.

En suma, ante la crisis mundial, la improductividad, la escasez, la indisciplina, el descomprometimiento, a este comentarista le inquieta, sobre todo, un aspecto que casi no se ve: es muy sigiloso, muy sutil: que defendiéndonos de aquellas amenazas, usemos medios que, a la corta más que a la larga, colaboren a intensificar los rayos y los truenos. Y más que abrir tendamos a cerrar.

Con lo dicho, no he respondido cabalmente lo que me preguntaron. Y no quiero escabullirme, renunciar a ser «directo»: solo abundo, explico para que mi respuesta pueda ser asumida con más claridad. El rodeo no es pérdida de tiempo y espacio; es el desbrozamiento de la manigua que entorpece el cabal acceso de la razón al concepto. Me inquieta, pues, que creyendo apuntalar la causa del socialismo, lo debilitemos y reduzcamos sus posibilidades de mejoramiento y perdurabilidad.

Reparemos en que la existencia diaria, el estudio de la historia, el desprejuiciado analizar de las tendencias humanas demuestran que la buena causa podría justificar, alguna vez, de manera inconsciente, los equívocos empleados para defenderla. Esa es la trampa: estimar que las buenas intenciones pueden autorizar las vías menos guiadas por el sentido común. ¿Sería más responsable el ciudadano si el espacio se le disminuye o se le aumenta la sanción? ¿Acaso el saltador se elevará más sobre la varilla si se le acorta la carrera de impulso? Más bien sería al revés.

Porque la sociedad en general, más que por caminos estrechos, más que por condicionamientos que la peguen al techo de su capacidad de decidir, avanza, se mueve creadoramente dentro de un espacio de ilusión, de invitación a compartir la tarea común, aunque al hacerlo haya que asumir normas y deberes, como un lógico orden de la libre participación. A mi parecer, la línea un tanto inflexible puede permear la letra y el espíritu de cualquiera de nuestras leyes, viejas o nuevas.

Quizá todo sea más claro cuando diga que las puertas cerradas solo conducen a la ansiedad, a incrementar la sensación de la pérdida de sentido y responsabilidad en las acciones humanas. Y con la metáfora solo quiero decir, lo que he dicho: La ilusión, el estímulo, la confianza implican aire fresco; la inflexibilidad… Bueno, califíquela usted.

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