Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ocupación contra preocupación

Autor:

Luis Sexto

A menudo oigo esta pregunta, especie de lamento, desahogo e inquietud de la conciencia patriótica: ¿Qué será de Cuba dentro de diez años? Si me consultaran, diría que no me parece mala ni buena esta preocupación. Existe. Y ubicarla mediante un enfoque inflexible en algún extremo —sobre todo en el menos positivo— no resultará muy provechoso.

Más bien, si insistiéramos en calificarla, podríamos decir que clasifica entre las inquietudes virtuosas, si no pudiera servir también para distorsionar el uso de nuestro tiempo, del tiempo como experiencia vital en la que vamos dejando atrás, cada día, nuestro irrecuperable presente. Y así la preocupación de largo alcance que se anticipa a penetrar en el futuro desde un mirador de aprensiones para lamentar qué seremos o qué no tendremos, podría hacernos olvidar que más importante es saber qué seremos o cómo estaremos en el próximo atardecer.

A mi juicio, lo único que ha de tener largo alcance son los proyectos, las transformaciones, las soluciones: demoler y reedificar para diez, 30, 50 años o un siglo y más. Porque con respecto a la acción, el trajín humano debe de ser como el alimento: diario. Desde hace siglos los latinos dijeron que cada día trae sus preocupaciones. Por tanto, ¿no sería lo más recomendable afrontar y resolver las preocupaciones del día para proteger ese futuro que nos intranquiliza? Inevitablemente, por mucho que intentemos saltar las etapas, habrá que pasar por las estaciones de cada día. Y si en ellas, en vez de creación, descargamos pasividad, indiferencia, indisciplina, no habrá bola de cristal que nos adivine qué seremos o qué tendremos dentro de diez años.

No quisiera que se viese en estas palabras un juego con el tiempo. El tiempo es tan dúctil que sirve, incluso, para echarle la responsabilidad de todo, como haría un arriero demasiado indolente que en vez de amarrar sus mulos se los encomienda a la… providencia. Dejemos, pues, el porvenir al tiempo, podría recomendar algún criterio sabio. Y este comentarista nada opondría si ese «dejemos los problemas al tiempo» equivaliera solo a «vivir y esperar».

Vivir porque no nos queda más remedio que levantarnos cada mañana. Pero levantarnos, sí, y vivir para afrontar lo que hoy nos exige el día. Y permítanme referirme a lo sabido: en el aire de nuestro tiempo aletea una esperanza: la aparición de cambios, de readecuaciones, de actualización de nuestra economía y por extensión de nuestra sociedad sometida a demandas ya en poco semejantes a las de 30 años atrás. Pero tanto oteamos el futuro para avizorar los cambios, que estos aparecen y no los comprendemos. ¿Esperamos acaso un cataclismo, un conjuro sideral que lo trastorne todo de una vez —como se desplaza Clark Kent hacia Supermán— sin que tengamos que aplicarnos a pensar y a trabajar?

El que diga, por tanto, que en Cuba no pasa nada, ya confirma cuanto vengo diciendo. ¿No hemos conocido recientemente que cien empresas agropecuarias ineficientes desaparecerán y habrá que reubicar a 40 000 trabajadores que, aunque laboran en la agricultura, no se inclinan sobre el surco, sino cumplen sus obligaciones alejados del trabajo productivo? No creo que haya alguien que niegue que esta noticia indica un cambio. Un cambio entre los fundamentales: una modificación en la mentalidad predominante. Ya nuestro Estado, que se permeó durante un tiempo de paternalismo, evalúa las circunstancias desde la razón práctica y, como el vaquero, toma el toro por los tarros y decide a favor de las urgencias que, al ser afrontadas hoy, coadyuvan a que dentro de una década la agricultura esté menos burocratizada y ya no sea una carga de muchos gastos y pocos frutos. Y podamos entonces soñar.

Quizá me equivoque; hoy, sin embargo, me parece que transito por sobre certezas. Y en consecuencia lo repito al final como lo dije al principio. Lo que nos compete hoy son las preocupaciones del día. Reubicar, digamos, a esos miles de compatriotas. Y ellos tendrán que comprender que ninguna solución, ninguna reanimación productiva en Cuba puede acudir a arreglos provisionales, propios de una voluntad remendona. Porque una carretera asfaltada sobre un suelo movedizo, termina en desastre, como un sueño sin sustento material se vuelve pesadilla. A tu zapato de hoy, zapatero, recomendaría una vieja máxima.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.