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Yo no quiero ser poeta

Ha escrito un cuaderno de poesía, ha sido laureado con un premio nacional de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), y aun así quiere que lo reconozcan no como poeta sino como un penitente aprendiz de novela

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Por los atardeceres, que es la mejor hora de Ciego de Ávila, el Parque Máximo Gómez acoge a los paseantes con un murmullo en los árboles. El viento de la noche antecede la llegada de las penumbras y todo se vuelve reposo. A esa hora, en un rapto casi mecánico, un joven de pelo largo se sentó en la esquina del parque. Abrió su bolso, sacó el bolígrafo y un cuaderno de notas, y empezó a escribir. Muchos papeles se rompieron ese día.

«Algunos debieron pensar que yo era uno de esos locos inofensivos que andan por las calles —recuerda—, porque escribía y escribía, rompía hojas y más hojas sin mirar a los lados. A mí tampoco me importaba mucho. Lo esencial era lo que estaba escribiendo».

Al final el poema surgió y decía en algunas de sus partes: A veces me siento en los parques como si esperara a una muchacha/(…)/ A veces me siento en los parques/ (…) / Y me invento una necesidad/ Y me invento  un dolor/ A veces me siento en los parques desacordonado y triste/ Y dejo que el tiempo me acorrale/ Y que las hojas de los árboles me agredan/ Mientras, simulo esperar una muchacha.

Hacía poco había escrito una serie de poemas, que más bien eran un canto a la muerte, tema inexplicable en su persistencia, según él. Una tía, que se ha leído todos sus escritos, cuando revisó las líneas redactadas en el parque lo observó detenidamente. «Este es un poema altivo», dijo. Él se sobresaltó. «Sí, insistió, no quieres darlo a entender. Aquí esperas por una muchacha y quien aguarda por una mujer es porque tiene deseos de vivir. Y recuérdalo bien: tú tienes muchos deseos de vivir».

La poesía es sagrada

Heriberto Machado Galiana rememora la conversación con la tía como un instante para pensar. «Fue como un toque a la puerta porque empecé a comprenderme mejor», confiesa. Nacido en 1987 en el poblado de Venezuela, este joven integra la sección de Literatura de la AHS en Ciego de Ávila.

Pero más allá de membresías, su nombre aparece asociado al Premio Poesía de Primavera, un concurso nacional que convoca la AHS de Ciego de Ávila, y que Heriberto ganó en 2011 por su cuaderno Las horas inertes, presentado en la pasada Feria del Libro. Muchos han felicitado a este joven, quien trabaja como auxiliar de redacción en la revista cultural Videncias, y él lo agradece; aunque también lo toma por la tangente.

«Siempre tengo presente, señala, los consejos que me daba Joaquín Osorio Carralero, promotor cultural en la Escuela de Trabajadores Sociales de Holguín, donde estudié. Cuando le enseñé mis primeros versos y empezamos a trabajarlos, él insistió en que a la poesía se llegaba por un acto de limpieza y comprensión humana, que cada poema consistía en una puerta para conocer mejor la vida y, por lo tanto, se debía tener mucha humildad. Ese consejo trato de seguirlo».

Las horas inertes cuenta con 35 poemas, divididos en dos secciones. La primera, cuyo nombre es Bienvenida la tormenta, consta de 19 textos numerados, que pueden leerse como un solo poema.

La segunda, Ofrenda al avance de los días, cuenta con 16 poemas, cada uno con su título. No obstante todos tienen un detalle común: pertenecieron a un cuaderno escrito entre 2009 y 2010, sobre el cual se hizo un fuerte trabajo de decantación.

«Quien los lee encontrará una constante alusión a la muerte. No me explico la causa. Quizá sea por la pérdida de mi padre, la sufrí mucho. Aún lo hago. Desconozco si es por tanta vicisitudes que uno encuentra a diario, que a ratos te vuelven pesimista. Lo que sí puedo asegurar es que son poemas escritos sin rabia.

«La violencia anula a la poesía. A ella hay que respetarla porque es sagrada, como decía Martí. Por eso a cada verso le quité la rabia. Costó ocho meses de trabajo. Uno puede ser alguien rabioso, pero ese sentimiento no puede estar en el poema. No en su búsqueda, porque sencillamente la poesía no nace».

El sabueso de los Baskerville

¿Considerarse poeta? «No —contesta con rapidez—, no me lo creo. Es un traje muy grande. Tal vez sea inseguridad, lo único que sí acepto es el calificativo de aprendiz novelista, no porque considere a la novela y al cuento como géneros inferiores. Es que, al menos con la novela, he querido escribir una y no he podido».

Reconoce que fue un lector muy precoz, y ya en la secundaria hablaba a sus maestros de la Puerta condenada, cuento de un señor nombrado Julio Cortázar a quien después convirtió en Dios. Mas uno de los detonantes llegó en una temporada intensa de estudios, cuando su madre, preocupada por el nulo tiempo de esparcimiento, le llevó un libro: El Sabueso de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle.

«Ese perro me mordió y su mordida ha durado hasta el día de hoy», asegura. Desde ese entonces supo que en cualquiera de sus oficios, al menos uno estaría siempre con él: el de escritor. Solo que este ha tenido sus sorpresas. Una de ellas fue imaginar que escribir poesía era más fácil que concebir cuentos. La vida, como un experta judoca, lo volteó de manera contundente.

«El cuento —aclara Heriberto— es un chispazo de inspiración y realidad. La poesía, en cambio, es muy perceptiva, de mucha intuición. Hay que buscarla y esa búsqueda puede ser muy dura. Lo que sí poseen en común son los descartes, que surgen de la revisión. Yo tengo un libro de cuentos inéditos. Tenía 15 historias y se quedaron en cinco. De 80 cuartillas, ahora está en 50. Fue parecido con Ofrenda al avance del día. Tenía 35 poemas y quedó en 16».

La novela es un punto aparte. Sabe que ella es una cima, la que se debe alcanzar con paciencia, oficio y tenacidad. Tan tenaz como ese empeño por comprarse una computadora, para lo cual guarda todos los meses centavo tras centavo. Ese equipo tiene un fin claro: la novela que algún día escribirá.

«Yo veo ese tipo de historias como una gran catedral. Hay que tener mucho oficio, mucho aprendizaje, se debe leer mucho y también hay que encontrarse bastante con uno mismo. Una novela es algo que se construye a pedacitos. Pero si no tienes un mundo recorrido, ella termina haciendo como todos los grandes monumentos. Aplastándote. Y eso no sucederá».

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