Los cubanos sabemos del Padre de la Patria, de su grito libertario y de la pulsión de gigante que movió el estatus para declarar una guerra inmensa. Sabemos de héroes y esclavos liberados al fuego de otra Cuba, de banderas e Himnos fundadores, pero a veces la Historia renace en el polvo que reposa sobre un objeto sagrado, en el amaneceer que entra por la ventana de una hacienda aún viva, en el rocío de un césped que atestiguó nuestro origen mambí.
Juventud Rebelde comparte con sus lectores esta hermosa crónica que descubre los detalles más insospechados de un lugar identitario: La Demajagua.