Pedro Martínez Arcos (al centro) presentador actual del Gato Tuerto, siempre está deseoso de engalanar el disfrute de una noche única para los asistentes. Autor: Cortesía de Pedro Martínez Arcos Publicado: 15/04/2025 | 07:59 pm
La Habana posee sitios emblemáticos y si se trata del disfrute cultural, la lista es maravillosa. Pero si del feeling queremos encontrar el sitio ideal, desde 1960 es el Gato Tuerto el referente principal.
¿Gato? ¿Y tuerto? Pues sí, según lo bautizó el carismático Felito Ayón, quien era uno de los fundadores de La Bodeguita del Medio. El club permanece en el Vedado capitalino, con una bella historia que contar y, sobre todo, con la dicha de seguir ofreciendo, al cabo de 65 años, experiencias inolvidables.
Resulta conmovedor visitar el lugar donde cantaron Elena Burke, Omara Portuondo, Moraima Secada, José Antonio Méndez, Frank Domínguez, César Portillo de la Luz, Lino Borges, entre tantas voces filineras de Cuba.
Encontrar, además, las referencias de las visitas de figuras universales como Gabriel García Márquez; saber que la primera vajilla de este centro nocturno perteneció a Amelia Peláez, comprender el halo místico del lugar a través del poema que le dedicó Virgilio Piñeira o leer la tarja, con orgullo, en la que se registra el Récord Guinness por haberse interpretado en sus predios el bolero más largo del mundo durante 76 horas ininterrumpidas. ¿Qué sentir cuando vemos el vinilo, donado por Miguel Barnet y Jorge Rodríguez, donde puede escucharse la voz del propio Nicolás Guillén —asiduo del lugar en su época— leyendo sus poemas?
Singular es su trago insigne, El orgasmo del gato, al que le atribuyen propiedades afrodisíacas, y emotivo es recorrer la instalación y encontrar piezas de destacados pintores cubanos en exposiciones transitorias o permanentes, como la del artista Jesús Lara Sotelo, que es el gato imponente, con su único ojo potente, mirada fija, seductor.
Cultores de la música cubana se reúnen cada noche para ofrecer dos presentaciones. Generaciones diversas confluyen para cantar y bailar sones, boleros, guarachas... Y es tan agradable llegar al lugar, después de su remodelación, y disfrutar del ambiente y el excelente servicio gastronómico, como puede hacerse también en horario diurno, si se desea almorzar en el restaurante de la planta alta.
Ernesto Palmero, jefe de instalación turística, asume la administración del sitio con mucho orgullo, «porque es muy bonito trabajar en un templo de la cultura cubana como este con tanta magia, con tanta historia, en el que a los artistas les gusta trabajar y al que los turistas extranjeros acuden con deseos de saborear lo mejor de nuestra música».
Julio Acanda, su director artístico —y presentador durante muchos años— atesora tantas vivencias de las noches en el Gato. «Un lugar extraordinario, pleno de anécdotas, de valores culturales y en el que se pasa muy bien siempre».
María Luisa Bacallao, cariñosamente apodada Malú, es la productora, «y luego de trabajar como profesora, vinculada al circo, a la radio y la producción de eventos en general, agradezco la experiencia de trabajar en este mágico lugar durante 17 años».
Pedro Martínez Arcos, presentador actual, rememora a Piñeira con su poema en cada presentación y también regala otros, de poetas reconocidos, deseoso de engalanar el disfrute de los presentes. «Se baila y se goza en algún momento de la noche, pero la seducción de un bolero, como sabemos, se siente aquí desde que las canciones brotan de las gargantas de nuestros artistas, fieles también a la tradición filinera».
Foto: Obra de Jesús Lara.
Recuadro
Poema de Virgilio Piñera
En el Gato Tuerto no hay gatos.
En el Gato Tuerto hay gente,
con ojos como prismáticos,
con bocas como ventosas,
con manos como tentáculos,
con pies como detectores.
En el Gato Tuerto
hay una noche dentro de la noche,
con una luna que sale para algunos,
un sol que brilla para otros
y un gallo que canta parta todos.
En el Gato Tuerto
hay el asiento de la felicidad,
hay el asiento de la desdicha,
y hay también el horrendo asiento de la espera.
En el Gato Tuerto,
¿me atreveré a decirlo?,
hay un pañuelo para enjugar las lágrimas,
y hay igualmente,
—casi no me atrevo—
un espejo para mirarse cara a cara.
En el Gato Tuerto
una noche se dieron el sí dos amantes,
y en el Gato Tuerto
otra noche mataron lo que amaban.
En el Gato Tuerto
hay un momento de expectación
cuando el amante imaginario
hace su aparición.
Mira amorosamente y dice:
!Soy de quien me espera!,
y entonces el feeling llega al corazón
en el Gato Tuerto con Revolución.
Con el ánimo de enriquecer aún más la decoración y desprender de gustos musicales ajenos a la tradición del centro nocturno a quienes, a veces, «aderezan» la espera del show, Palmero reconoce que el Gato Tuerto es uno de los mejores sitios nocturnos de la capital, cuyo «plato fuerte» siempre es de calidad, conformado por voces jóvenes y longevas, acompañados de músicos de experiencia. Un lujo.