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Nuestro primer campeón olímpico y mundial

En Múnich, 1972, Cuba se agenció sus tres primeras medallas de oro después de 68 años cuando el esgrimista Ramón Fonst se proclamó monarca en la cita estival de 1904. Una de ellas fue para Emilio Correa

Autor:

Osvaldo Rojas Garay

El pasado lunes 11 de marzo partió físicamente hacia la eternidad Justo Emilio Correa Vaillant, un hombre que no fue un pugilista cualquiera entre los campeones olímpicos y mundiales que ha tenido el país en el boxeo aficionado.

Nacido el 20 de mayo de 1952, en Santiago de Cuba, Correa protagonizó dos páginas inéditas en el deporte cubano después del triunfo de la Revolución. Fue el primero de nuestros atletas que llegó a poseer al unísono los títulos olímpicos y del orbe, por escaso tiempo delante del legendario peso súper completo Teófilo Stevenson Lawrence.

Les explico, en Múnich, 1972, Cuba se agenció sus tres primeras medallas de oro después de 68 años cuando el esgrimista Ramón Fonst Santiago se proclamó monarca en la cita estival de 1904.

Orlandito Martínez (54 kg), Emilio Correa  (67 kg) y Teófilo Stevenson (más de 81) fueron los criollos que se vistieron de oro en el cuadrilátero alemán. De los monarcas en esa olimpiada, Correa, el Gigante del Central Delicias, el húngaro Gyorgy Gedo (48 kilos), el entonces soviético Boris Kusnetzov (57) y el yugoslavo Mate Parlov (81 kg) intervinieron dos años más tarde en el 1er. Campeonato Mundial efectuado en La Habana en 1974.

Gedo fue derrotado en su primera salida por Jorgito Hernández, Kusnetzov cayó en la final ante el escurridizo estadounidense Howard Davis, entonces quedaron con la posibilidad de unir el oro mundial al olímpico: Correa, Parlov y Stevenson.

Por estar situado en una categoría inferior (67 kilos), el púgil de la Ciudad Héroe doblegó en la disputa del premio dorado al norteamericano Clinton Jackson, mientras Parlov y «Teo» lo igualaron después.

No tengo dudas de que el mejor boxeador que ha tenido nuestro Verde Caimán en los cuadriláteros aficionados es Teófilo Stevenson, pero en el primer quinquenio de la década del 70 del pasado siglo Emilio Correa fue libra por libra el púgil más sobresaliente en ese período, pues lo alcanzó todo en los principales torneos de la época, porque aparte de las justas mencionadas subió a lo más alto del podio en los Juegos Panamericanos con asiento en Cali, Colombia, 1971, y los Juegos Centroamericanos y del Caribe organizados en Santo Domingo, 1974.

Ese aval lo erigió también en el primer cubano en cualquier deporte en aunar todos esos premios al unísono. Lamentablemente, luego de los Juegos Panamericanos celebrados en Ciudad de México, 1975, comenzó a mermar en su calidad, allí quedó con bronce, en la olimpiada de Montreal, 1976, sucumbió en su combate con el venezolano Pedro Gamarro y en el Mundial de 1978 perdió con el representante de la extinta República Federal de Alemania Ernst Muller.

Ejemplo de vergüenza deportiva

Tras regresar con el trofeo correspondiente al lugar cimero del certamen del planeta efectuado en Belgrado, en 1978, los boxeadores medallistas le entregaron las preseas a Fidel. Entonces Emilio Correa señaló: «Fidel, como yo no cogí medalla, lo que en estos momentos le puedo dar es un abrazo».

Después de materializarse el deseo de Correa, el mandatario cubano le dijo: «Sabemos lo que pasó, y sin el cabezazo ese, tú hubieras llegado hasta el oro». Seguidamente, el Jefe de la Revolución manifestó que traía tres medallas de oro y de inmediato se las dio a Jorge Hernández, Héctor Ramírez y Luis Felipe Martínez, quienes habían terminado como subtitulares en sus respectivas divisiones.

«Se las entrego —expresó Fidel— interpretando el sentimiento de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, primero porque lucharon con valentía, con eficiencia y, además, porque a mi juicio y a juicio de la inmensa mayoría del pueblo, ustedes ganaron sus combates».

 

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