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La buenaventura de ser útil

Una joven de Cienfuegos, provincia en 26, habla de sus sueños como científica

Autor:

Laura Brunet Portela

CIENFUEGOS—. Liana Beatriz Carballo Rosado no llega a 30 años y ya se considera una persona suertuda porque trabaja y se divierte al hacerlo. Bajo su bata blanca logró conjugar esos dos extremos, y cuando llegan a tocarse —como es su caso— la dicha es casi completa, porque ese ápice de imperfección la fertiliza para crecer y seguir buscando todo lo bueno que puede dar y recibir.

No es doctora, aunque lo que hace no dista mucho de la noble labor de sanar y prevenir. Ella también aspira a curar, y en su trabajo tal vez demore un poco, pero es posible. Ella lo cree así.

La licenciatura en Biología fue siempre el sueño por el que con más ganas se esforzó. «Desde que vi la película Rescaten a Willy, con la ballenita, dije: “Mamá, yo voy a ser bióloga marina”. Era bien chiquirritica», recuerda aquel momento de prematura claridad.

A partir de entonces lo definió como su única meta, pues «cuando piensas coger una carrera de ciencia no puedes decir en 12mo. grado que vas a optar por ella: tienes que estar pensando en eso desde siempre».

Liana estudió en un pre «normal» y muchos dudaron que pudiera alcanzar una licenciatura de las ciencias puras como la que ella deseaba. «Me decían que me fuera para el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (Ipvce) porque no iba a poder coger la carrera. Pero siempre dije que eso no era definitorio».

Y no lo fue, porque asumió con toda responsabilidad su autopreparación desde el primer año de la enseñanza media. «Cuando llegó el momento bajaron cuatro plazas para Biología, y gané una». Así, esta cienfueguera comenzó a vivir su sueño.

«Yo soy de Santa Isabel de las Lajas, bastante lejos del mar, pero en tercer año de la carrera me mudé para la ciudad. No tenía ni idea de lo que era el Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos (CEAC), hasta que lo descubrí gracias a una amiga», cuenta sobre su primera vez en busca de la ciencia aplicada.

«Nos acercamos a preguntar a qué se dedicaban y me fui vinculando, hasta el punto de hacer la tesis de grado ahí», expresó.

El CEAC, donde trabaja desde su egreso de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, en 2019, le ha despertado otras ilusiones. Es una institución de referencia nacional e internacional adscrito a la Agencia de Energía Nuclear y Tecnologías Avanzadas (Aenta) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) donde se contribuye al estudio de procesos, evaluación y solución de conflictos ambientales y al uso sostenible de los recursos naturales.

Con una amalgama de generaciones de profesionales, sus servicios están dirigidos a conocer y contribuir a la solución de problemas ambientales de Cuba y la región del Caribe.

Agrega la joven bióloga, con todo el orgullo que siempre le despierta, que desde el año 2007 el CEAC ha sido reconocido por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), como Centro de Referencia Regional en la aplicación de técnicas nucleares para la solución de problemas específicos del Manejo Integrado Costero.

«Formar parte de ese colectivo de trabajadores es todo un placer. Personalmente siento que en algunos momentos estoy aún en la universidad, ya que en el centro los jóvenes tenemos la posibilidad de superarnos continuamente», añadió.

La sección de Radiometría le ha propuesto todas las interrogantes para llegar a investigadora. Se ha dedicado a estudiar «los isótopos estables y sus aplicaciones. Actualmente mi tema de investigación está dirigido al secuestro de carbono en humedales y ecosistemas marino-costeros empleando técnicas isotópicas y nucleares», detalló esta cienfueguera.

Lo dice así de carretilla, y para los menos entendidos parece un trabalenguas muy raro. Pero Liana lo aterriza con mucha facilidad y sentido: «constituye un granito de arena en las acciones que realiza nuestro país para la adaptación y mitigación del cambio climático». Y entonces se entiende a la perfección, y se deduce que ella confía a plenitud en el mejoramiento.

Reconoce que «el aporte fundamental de los muchachos de ciencia es la vitalidad y las ganas de luchar por una Cuba más bella y más sostenible desde nuestros puestos de trabajo, siempre acompañados de la experiencia y conocimientos de las generaciones más viejas. Somos el futuro, tenemos la tarea de mantener lo logrado y de alcanzar nuevas metas en beneficio de la sociedad. Todos los trabajos, por más simples que parezcan, son importantes.

«La interacción con niños y estudiantes de pre ha sido una de las experiencias más bonitas. Siempre les digo que luchen por sus sueños, que estudien y se preparen porque así todo es posible».

Lo mejor es que sí hay muchos que están preguntando y se interesan por la ciencia, asevera, y esa certeza de tener un relevo seguro la alivia.

Liana aún no ha iniciado su propia familia, pero cuando halle el tiempo perfecto para ella, será una madre especial. Seguramente ingeniará historias para entretener y divertir, como hacemos siempre los progenitores. Pero las suyas las imagino tan singulares como su profesión, protagonizadas por seres diminutos que solo se muestran tras la lupa del microscopio; o por la niña curiosa que fue y todavía siente estremecerse adentro con el sonido del mar.

 

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