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¿Cómo vendrá hoy?

Aún se subestima a nivel mundial el costo de la dependencia al alcohol, su incidencia como droga portera de otras más mortales y el sufrimiento de tantos seres queridos, catalogándola como «blanda»

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Cuando vivían nuestros antepasados en las cavernas en plena Era Primitiva, posiblemente ya se hubieran descubierto los efectos sicoactivos de la Amanita muscaria, del opio, la Cannabis sativa, la mandrágora y hasta del beleño, muy empleado por las «brujas» en la Edad Media para la preparación de especiales brebajes.

Sin embargo, con el descubrimiento de la destilación, el alcohol se convirtió en la pionera de las drogas de consumo social generalizado, y en la actualidad es la sustancia adictiva no nicotínica de mayor consumo mundial.

Válida la reflexión con esencia histórica a la que nos convocan los especialistas en Siquiatría Ricardo González Menéndez e Isabel Donaire Calabuch en su libro Drogas que visitan nuestros hogares. ¿Cómo contenerlas?

Él fue constante en hacer entender que el alcohol, aunque erróneamente se ha catalogado como «droga blanda», es de las más peligrosas en materia de adicciones, por sus efectos en sí y por lo que condiciona en cuestiones relacionadas con posteriores consumos de otras más mortales.

Sin embargo, ¿somos conscientes de ello? ¿O es que formamos parte de la gran ola permisiva que no encuentra problema alguno en unos tragos de más de vez en cuando con tal de aligerar las penas y divertir el alma?

Alcohol: sin medias tintas

Expertos internacionales ubican al alcohol y al tabaco como drogas porteras, clasificadas así porque son las comunes drogas de iniciación de quienes, quizá, luego sucumban ante otras. Del alcohol se derivan conductas que ocasionan tragedias familiares, laborales y sociales, y son millones las personas que en su rol de cónyuges, progenitores, hijos, hermanos o abuelos, sufren cotidianamente. Esos son los codependientes, a los cuales también se les destinan acciones de rehabilitación.

Lo terrible es que en ocasiones, incluso en la comunidad médica, se le presta especial importancia al consumo de drogas ilegales, en el afán evidentemente comprensible de eliminar la dependencia a ellas, mientras se mantiene una actitud totalmente permisiva ante el alcoholismo.

Los autores del libro citado alertan que no pueden perderse de vista sus consecuencias, si bien se trata de sustancias de producción y consumo legales, enraizadas en la cultura de muchas regiones del mundo, de amplio uso y además con un bajo poder adictógeno, en comparación con las drogas ilegales.

También se es permisivo con ellas porque en la mayoría de los casos siguen patrones de consumo discretos y vinculados a las comidas y pueden presentar algunos efectos positivos sobre la salud.

Es muy importante insistir en que estas acciones positivas específicas del vino tinto (por ejemplo) no solo se anulan con el consumo indebido, sino que se invierten catastróficamente, porque se multiplica por seis el riesgo de infarto del miocardio y los accidentes vasculares, tanto de tipo trombocito como hemorrágicos, entre otros cuadros clínicos, alertan los autores.

«Los especialistas en el campo del alcoholismo hemos sido testigos de los devastadores efectos médicos, sociales y éticos del uso irresponsable del alcohol. Algo similar ocurre con el uso indebido de medicamentos, y por ello cada vez se refuerzan los controles y aumenta la conciencia del equipo de salud acerca de los riesgos de su uso inadecuado», refiere el texto.

Comentan González Menéndez y Donaire Calabuch que los estudios realizados evidenciaron que, además de ser el alcohol uno de los más importantes factores de riesgo a nivel mundial, es precisamente en las Américas donde sobrepasa en significado al consumo de tabaco. Es por ello que, como factor de riesgo, se le sigue muy de cerca, en el orden de los determinantes de la mayor cifra de años perdidos por discapacidad.

Guiados por el mensaje de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el sentido de que el uso nocivo de alcohol en sujetos no alcohólicos tiene mayores costos para los países que la propia conducta de los enfermos alcohólicos, los especialistas cubanos proponen en este volumen algunas precisiones en la nomenclatura.

«En nuestro criterio, el término uso indebido de alcohol (equivalente a uso no social) denomina una categoría epidemiológica que abarca como “cajón de sastre” a todos los comportamientos ante dicho tóxico, ajenos al consumo realmente social y a la abstinencia. Incluye, por tanto, al uso irresponsable, uso importuno, uso transgresor de prohibiciones médicas, uso embriagante y uso de riesgo mediano y alto, así como al consumo perjudicial de la Clasificación Internacional de Enfermedades, también llamado abuso del alcohol en la Clasificación de la Asociación Psiquiátrica Americana, y al síndrome de dependencia alcohólica».

Que no sea un paradigma

Entonces, plantean que el abstemio es aquella persona que tiene ausencia total de consumo de por vida o por un tiempo definido, y el bebedor es quien tiene un consumo preferentemente alimentario, oportuno, responsable, sin transgresiones sociales, sin caer en embriaguez ni comportamientos negativos bajo sus efectos.

Proponen entonces llamarlo consumo irresponsable cuando se superan los límites legales, y pensemos en un chofer; consumo inoportuno cuando se está fuera de contexto, como un trabajador en su centro laboral; consumo transgresor cuando se violan las normas de salud, como una mujer embarazada o lactando.

Luego describen el consumo embriagante, sin importar el lugar, sino las dosis, que llega a ser de riesgo medio cuando es frecuente en el estilo de vida, y de alto riesgo cuando compromete demasiado la conducta.

Reiteran en su texto los expertos cubanos que los comportamientos bajo la influencia del alcohol en sujetos que aun no padecen de consumo perjudicial ni dependencia alcohólica han sido considerados por la OMS como de mayor trascendencia médico-social que los debidos al propio alcoholismo.

Según explican, las posibilidades de estos comportamientos bajo influencia etílica son probabilísticamente mucho más altas en sujetos no alcohólicos, que por ser gran mayoría en la población hacen un uso no social mucho más frecuente de dicha sustancia.

«El 16 por ciento de quienes beben a nivel planetario tienen consumo episódico de alcohol, conocido también como consumo en bingo (seis tragos en una sola sesión, una o más veces al mes). Este patrón de consumo es una de las modalidades más perjudiciales para la salud. 

«Otro dato espeluznante es que las lesiones y autolesiones, intencionales o no, atribuibles al uso no social de alcohol en nuestro continente, duplican la proporción referida a nivel mundial. Como dato adjunto, la mortalidad por accidentes de tránsito en América Latina y el Caribe es una de las más altas del mundo y sigue aumentando con la proliferación de motociclistas que, en no pocos casos, beben antes de manejar», acota el texto.

Estas cifras ganan en relevancia, además de la violencia, por ser el uso no social de alcohol causa importante de afecciones cardiovasculares y cáncer en nuestra región, efectos que se multiplican cuando dicho patrón de consumo alcohólico se combina con la adicción al tabaco, enfatizan los autores.

En cuanto a la población adolescente, el texto señala que tanto la cantidad del consumo de alcohol como su frecuencia están estrechamente vinculadas al riesgo de provocar o sufrir agresiones en adolescentes, y que las ingestiones etílicas son más riesgosas en ese grupo etáreo y en adultos jóvenes.

Otros estudios arrojan que un tercio de los actos violentos contra la pareja se producen cuando quien los perpetra se encuentra bajo influencia alcohólica.

«Como podemos apreciar, las cifras referidas expresan con toda crudeza el relevante obstáculo que representa el uso indebido de alcohol para avanzar en el tan necesario desarrollo socioeconómico a nivel planetario, sobre todo si valoramos que cerca del 82 por ciento de los afectados por lesiones y enfermedades vinculadas al etanol, son sujetos menores de 45 años», puntualizan en su libro los médicos cubanos.

González Menéndez y Donaire Calabuch insisten en que Cuba, país del Caribe productor de ron, con cifras significativas de turismo, debe enfocarse en ese errado concepto de que sea el consumo de bebidas alcohólicas un paradigma de recreación y expresión de amistad.

Enfatizan en que las apreciaciones populares de los riesgos sociales vinculados al consumo de alcohol solo se asocian a la potencialidad adictógena, sin valorar su papel como inductor o portero al consumo de otras sustancias, ni la alta peligrosidad de las conductas bajo su influencia en sujetos no alcohólicos que lo consumen en forma no social. Y tenemos tantas familias que se preguntan: «¿Cómo vendrá hoy?»

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