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Swing de Matanzas que junta cubanos

En medio del período invernal, cuando se activan las mejores ligas caribeñas, merece elogios que algunos cubanos radicados fuera de la Isla hayan decidido venir a jugar en su país, para su público y a pesar de que el torneo dista muchísimo de lo que debiera ser

Autor:

Norland Rosendo

Durante los últimos días en Cuba se ha jugado tanto o más béisbol fuera de las dos rayas de cal que dentro de ellas. La bola puesta en juego por los Cocodrilos de Matanzas ha provocado conexiones de todo tipo en las peñas deportivas virtuales y físicas.

Este martes los líderes de la Liga Cubana de Béisbol (será Élite algún día) protagonizaron un hecho inédito al alinear con tres ex Grandes Ligas frente a Industriales. Ninguno es natural de Matanzas y ese dato funciona como un cambio de velocidad a la hora del swing polémico.

En medio del período invernal, cuando se activan las mejores ligas caribeñas, merece elogios que algunos cubanos radicados fuera de la Isla hayan decidido venir a jugar en su país, para su público y a pesar de que el torneo dista muchísimo de lo que debiera ser.

Sienten, por encima de probables diferencias, orgullo patrio y por esa afición que se las ingenia para seguirlos dondequiera que compitan.

Esperemos que no sean los únicos. El proyecto de liga debe poner el foco (sé que hay ideas al respecto) en dos asuntos estratégicos: calidad y espectáculo. Bienvenido todo lo que pueda contribuir a ese propósito por el presente y el futuro de nuestro deporte nacional, que agoniza en estos tiempos de resultados mediocres en todas las categorías.

Hoy juegan en Matanzas, pero hay talento cubano disperso por el mundo con potencial para fortalecer en algún momento de la competencia equipos de la Serie Nacional o los que en definitiva se decidan para la liga invernal (la idea más compartida es cuatro selecciones).

Algunos, por suerte los menos, ven en esos jugadores un freno para el crecimiento de quienes viven aquí. La liga, torneo conclusivo de la temporada cubana, debe entenderse como un espectáculo mayor, no un espacio para aprendizajes y desarrollo.

El desafío radica en articular un sistema competitivo que ofrezca oportunidades a todos los practicantes desde las edades más tempranas hasta la antesala de la emblemática Serie Nacional, y ese reto es posible cumplirlo modificando «reglas del juego», o sea, articulando diversas formas de gestión económica coexistentes en el escenario cubano actual para proveer de más recursos al béisbol.

Después vendrá su uso, porque además de competencias duraderas y bien organizadas, también se necesitan tecnologías, actualización de los entrenadores y otras mejoras imprescindibles.

Pero ahora, bienvenidos los hijos de esta isla que quieren jugar aquí. Ya varios se sumaron al muy aplaudido Team Asere en el Clásico Mundial y contribuyeron al cuarto lugar que auguraba un mejor año internacional, pero lamentablemente terminó siendo otro fiasco, con excepción del jovencísimo Béisbol5.

La experiencia de Matanzas debe servir de referente para los demás equipos. Es tiempo de sumar, crecer, cambiar conceptos anquilosados en viejos enfoques y poner en diálogo lo mejor de afuera con lo mejor de adentro, siempre que prime el respeto.

En esa misma línea de pensamiento fuera saludable en el balance deportivo de fin de año reconocer también a quienes vistieron, a pesar de la presión de quienes se oponen a los entendimientos, el traje del Cuba en el Clásico, y luego destacaron en la temporada de Grandes Ligas estadounidenses y en otros circuitos profesionales de jerarquía, aunque no sean representados por la Federación Cubana.

Ante los muros puestos del otro lado, donde impiden establecer relaciones contractuales entre MLB y la FCB, no hay mejor respuesta que abrir puertas a los cubanos radicados en el extranjero que quieran jugar en nuestro país. Ganará siempre el béisbol.

 

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