Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cadenas de dinero

Autor:

Osviel Castro Medel

«Si borras esto, podrás mendigar». Así comenzaba aquel mensaje que recibí hace varios años por correo electrónico con la acotación subsiguiente de que si lo enviaba a un número determinado de amigos sería rico en «cuatro días», y si lo remitía al doble de personas tendría prosperidad inigualable «en solo dos días».

Entonces solo sonreí ante la recomendación, que me pareció más divertida que absurda. Lejos estaba de imaginar que, al paso del tiempo, ese tipo de aviso se haría casi cotidiano en mi vida y en la de incontables personas de todas las latitudes.

Si hubiera reenviado tales mensajes a amigos y parientes probablemente, llevándome por la sugerencia, mi fortuna me habría sobrado hoy para comprarme tres «almendrones» y siete de esas cuerdas doradas que algunos, en demostración de poder, se amarran al cuello.

Y, sacando cuentas, también hubiera visto otro fenómeno: miles de personas, por mandar una simple carta electrónica, tendrían ahora los sacos de billetes amontonados en cualquier rincón de sus regias moradas. El dinero rodara hecho ríos por las calles y sus respectivos baches.

Lo cierto es que, hasta el momento, no he limosneado aunque cada día tenga que apretarme los bolsillos. Y que jamás me prestaré a ser eslabón ingenuo de esas cadenas cuyo fin supremo parece la burla al mínimo raciocinio humano.

¿Alguien, con dos dedos de frente, cree que las monedas pueden lloverle fácilmente del cielo, sin mínimo de trabajo o esfuerzo, por seguir los dictados de un bienhechor que le promete villas y castillas?

Al parecer sí. Porque de lo contrario, las cadenas se cortarían en el primer grillete y nadie, absolutamente nadie, perdiera precioso tiempo en esas prácticas.

Lo gracioso es que, últimamente, ya no solo surgen cadenas prometedoras de abundante y rápido capital. Las hay ligadas a las curiosidades del calendario, a los colores, al horóscopo...

«Este enero es diferente porque tendrá cinco sábados, cinco domingos y cinco lunes. Eso solo ocurre cada 823 años. Es el año del dinero», decía un mensaje que me enviaron hace dos meses.

Y dos días atrás un correo me decía lo mismo de los ochocientos y tantos años, pero comunicaba que este año octubre tendrá cinco sábados, cinco domingos y cinco lunes, por lo tanto, «es el año del dinero, como dice el proverbio chino».

Mas, ahora, también nacen cadenas amenazantes que suponen la peor suerte del mundo si uno no se involucra en estas.

«Los que no continúen la cadena verán llover muchas desgracias en su vida a partir de ahora. Así le pasó a Periquito Pérez y murió asesinado por el cuerno de una vaca; también le pasó a Guancho Pino Rojo y falleció truncado por un hacha homicida», puede decir uno de estos mensajes.

Cualquiera diría que se trata de un chantaje. Pocas veces veo cadenas que pronostiquen mejores primaveras, trozos de sol, una duplicación de soñadores, superiores poemas, un ramillete de arcoíris, aguaceros de guiños... un vendaval de amores.

Esas deberían ser las cadenas de cada día, que tejan más amigos y versos, más magia y virtud.

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