El malecón no siempre es el mismo. Es puerta, confidente, inspiración, amor, fiesta, refugio, pueblo, agradecimiento, juventud, patria… A todas horas muchos llegamos allí, donde se acaba la tierra y comienza el mar, porque en ocho kilómetros de muro se puede hallar un poco de cada cosa. ¿Puede alguien dudarlo después de lo vivido este viernes en La Habana?
La concibió como una escuela y una trinchera de ideas, y lo sigue siendo. Tenía en su concepción lo que Martí dijo para quienes fueran los soldados del oficio de la información y la comunicación, y Fidel lo percibió para el pueblo todo: «El periodista ha de saber, desde la nube hasta el microbio».
¿Cúando se van a resolver los problemas de la instalación hidráulica y sanitaria en nuestra residencia estudiantil? ¿Por qué no existe una flexibilidad en el uso del vestuario para acceder a los locales durante el estudio en horas de la noche? ¿Qué se va hacer para mejorar el transporte desde y hacia la universidad? ¿Por qué no somos más sistemáticos en las actividades recreativas de la universidad?
Mi abuelo era un hombre de pocas palabras, al menos con su nieto. Me creía una persona adulta cuando apenas mis ojos lo observaban con la inocencia y la «maldad» retozona que acumula un niño de apenas unos diez u once años.
El joven está aprendiendo a ser machetero voluntario. Lo que equivale a que las ampollas de su mano diestra le duelan como diablo. Por consejo de algunos se la ha orinado a ver si las laceraciones se vuelven callos. Locuras de un burguesito que quiere graduarse de cañero. Hasta algunos arañazos le ha regalado el cañaveral. Ni la cara escapa. Y la letrina, el frío, la neblina, esa levantadas, las caminatas… Y suda, suda, suda. Y vence, vence, vence al cansancio Hacia adelante que no voy a ser menos en este campamento.
El aire de Gaza grita. No es el silbido de las bombas, aunque ese también resuena en los huesos; es un gemido sordo, un lamento que se filtra por las grietas de los edificios destrozados, por los escombros de un año de genocidio sistemático.
La escalada bélica en Medio Oriente, impulsada por Israel y respaldada por Estados Unidos y otros Gobiernos, sitúa hoy a la humanidad en un momento crítico de su historia.
En un contexto caracterizado por guerras militares y comunicacionales, políticas y simbólicas, por manifestaciones de neofascismo, irrespeto entre gobiernos y muertes, llegamos a otro 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos a nivel internacional. La fecha fue escogida porque en esa jornada de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento elaborado por representantes de las diversas regiones del planeta, con diferentes antecedentes jurídicos y culturales.
¿Sabe usted lo que hace su hijo o hija en las redes sociales? ¿Conoce a quiénes sigue y las páginas que lee? ¿Se ha preocupado por enterarse de sus motivaciones para darle likes (o no) a una publicación? ¿Ha visto las fotos que postea? ¿Está al tanto de su interés (o no) por retos virales?
Aun cuando vivo a cientos de kilómetros de la avenida Patria, en Santiago de Cuba, cierro los ojos y puedo describir en mi mente cada esquina, los portales y rostros que habitan a uno u otro lado de la rectilínea arteria. Cómo no conocerla al dedillo, si en cada visita a la heroica ciudad resulta el primer acertijo que tomo, al igual que miles de cubanos, rumbo al cementerio patrimonial Santa Ifigenia.