Desde una perspectiva moral, podíamos aceptar que sobrevivir es crecer, como dijo recientemente en la revista Unión, Roberto Manzano. Y me valgo de la definición de este original poeta para empezar añadiendo que si sobrevivir resulta un ejercicio de honradez, no hay dudas de que quien sobrevive crece en su condición humana.
A una mano, un pequeño Júpiter de bronce amenaza con el rayo al investigador policial; a la otra, una marmórea cabeza de Medusa le lanza a este una mirada pielgallinesca, pero va sobrando, pues el agente ya está petrificado: se ha quedado sin palabras al entrar en el túnel, excavado a lo largo de 30 metros entre una vivienda particular y un yacimiento arqueológico en la ciudad de Pompeya, la misma que el volcán Vesubio se merendó en el año 79 d.C.
Ocurrió hace poco menos de una semana y aún no logro reponerme: así, con tanta fuerza, han quedado prendidos los dulces recuerdos del corazón del Escambray, atesorados en el amplio recorrido que hicimos por los caminos del Che.
Transcurrió casi un año para que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF por sus siglas en inglés) se pronunciara ayer acerca del «caso» Caster Semenya, quien podrá seguir corriendo.
El cambio climático es uno de los imperativos de la convulsa realidad de estos tiempos. En Australia pocos temas centran la atención tanto de los gobernantes como de la gente común. En la isla-continente, uno de los países con más emisiones de carbono por persona, las diversas posiciones al respecto en la esfera política tienen un peso insospechado. En ocasiones, deciden.
Creo que la primera referencia histórica que obtuve sobre las colas en Cuba me la proporcionó una amena crónica de José Victoriano Betancourt en la que narraba las filas que hacían compradores en La Habana colonial de los años 30 del siglo XIX, desde la madrugada y por espacio de dos horas, en pos de las muy apatecidas tortillas de San Rafael que ofrecían las populares bolleras de esa época. De modo que las filas de esperas ordenadas ni son nuevas ni mucho menos invenciones socialistas. Colas se han formado a lo largo de bastante tiempo desde la Europa más desarrollada hasta nuestras tierras. Se trata de un probado instrumento de organización ciudadana racional lo mismo cuando los bienes de primera necesidad no abundan que ante insuficientes lunetas para disfrutar un espectáculo preferido.
Ahora, mientras un balón domina al mundo gracias a los poderes de los «medios» —hoy más influyentes que nunca—; mientras muchos se enajenan al límite por goles y jugadas espectaculares, sería acaso prudente recordar que otros terrenos de la vida necesitan toda la atención posible para que la realidad no nos saque la amarga tarjeta roja.
Los hay que no se avergüenzan de ser prostitutas ideológicas, aunque algún teórico prefiera llamarlos de manera más catedrática. Llevan mente de prostíbulo, dispuestos a vender hasta su alma.
Después de tantos años con las manos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en su cuello, la República Democrática del Congo recibió el anunciado «premio» de la condonación de gran parte de su deuda externa. Muchos pensaban que habría que seguir esperando, pues las antidemocráticas instituciones financieras se mostraron un poco titubeantes, como si hubiesen sido pocas las concesiones hechas por el gobierno de Kinshasa.
«¿Está buena esa película?», me pregunta curiosa una vecina al verme tan concentrado frente al televisor. «Me parece muy buena», le digo, sin alejar demasiado la vista de la pantalla. «Pero, ¿está como para no aburrirse?», me interrumpe nuevamente «¿Tiene bastante acción, bastantes patadas y piñazos?».