En el recinto, el incesante «flasheo» de las luces ilumina y opaca rostros a intervalos, mientras la mayoría de los asistentes prueba soltura al compás de la música. Con algún que otro trago los amantes del sabor etílico se estimulan desde temprano. Hasta los que no acostumbran a degustar bebida aprovechan la ocasión para romper la abstinencia frent...
La simpatía por la jarana clasifica como un rasgo consustancial a la idiosincrasia criolla. Sobre el asunto existe una obra de Jorge Mañach titulada Indagación del choteo, algo considerado por el autor como la condensación de la ligereza, el ingenio, la gracia, el humor, la rebeldía y la burla desenfrenada con que el cubano resuelve sus problemas, tanto personales como sociales.
Entró la llamada después de muchos años. Era la voz de Nuria Nuiry Sánchez, mi maestra de cuando yo estudiaba Periodismo en la Facultad de la Universidad de La Habana. La educadora de tantos seres humanos que en el transcurso de más de 50 años se habían quedado con algo de la luz hallada en algún aula encendida por la sencillez tan sabia de Nuria.
«¡Vaya tú, “palestino”!», dice uno, y le responde a gritos el otro: «¡Ah, tú, descara’o!».
El caballo hala jadeante, manando sudor, el carretón loma arriba, mientras la fusta del cochero rebota una y otra vez sobre el lomo de la bestia que aguanta estoicamente sin relinchar.
No me culpen si doy «más de lo mismo», como dice esa frase con la que el pueblo —habitualmente afilado, aunque esconda el filo— ridiculiza la insistencia en lo evidente o lo aburrido. La gente sufre como una alergia cuando lo machacón se convierte en sistema. Pero ciertos lectores me obligan. Más bien me tiran el anzuelo. Y como soy débil, muerdo. Y sigo hablando del tema del viernes pasado.
Desde la llegada de la máquina de votación al boxeo amateur, su influencia ha sido un tema llevado y traído en cada torneo. Y la final del presente Campeonato Nacional por equipos, con sede en esta ciudad, no ha sido la excepción.
Desde hace varias semanas mi tío Víctor acaricia el privilegio de una doble paternidad. Ahora, con la llegada de su primer nieto, ha vuelto a descubrir su condición amantísima de progenitor. Y sumergido en un letargo de cariños le regala mimos al nuevo crío, como si revalidase lo grande de ser padre.
Como él, desestimulado de invertir en un establecimiento propio por culpa de los «chicos» (la Cosa Nostra), otros padecen la omnipresencia de los mecanismos mafiosos. Roberto Saviano, el escritor de 29 años que saltó a la fama con su libro Gomorra, vive ahora acompañado por guardaespaldas, y no por su novia, como le gustaría, pues ella lo dejó cuando la existencia de él se volvió demasiado complicada por las amenazas de la Camorra, la organización criminal que hace y deshace en la Campania, otra región sureña cuya capital es la hermosa Nápoles.
Según dice Aznar al diario francés Le Figaro, «la historia hará justicia» a su amigo, una criatura entregada a causas «nobles y justas», y que c...