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Avenida de los artistas

¿Sabe usted que en el reparto Alturas de San Miguel del Padrón hay una calle que lleva el nombre de Avenida de los Artistas? La información sobre el porqué de dicho nombre me la hace llegar la lectora Mercy Pous, y voy a darla a conocer enseguida.

Alturas de San Miguel, dice Mercy, comenzó a poblarse en 1950, pero no fue hasta 1952 que figuras de la radio empezaron a adquirir los terrenos correspondientes a fin de edificar en sus predios.

Uno de los primeros fue el poeta José Ángel Buesa, muy vinculado, como escritor, al medio radial, que fabricó su vivienda y fue a vivir allí en compañía de su madre. Llegó después a la misma calle Vicente Morín y su familia, y le siguieron Paco Lara, Emilio del Mármol, Humberto de Dios y el popular locutor y animador José Antonio Alonso, que edificó una casa para su madre y su hermana. Llegaría después Roberto González, conocido como Panchito el Guitarrista, y por último el teatrista Paco Alfonso, quienes se avecindaron todos a lo largo de la misma avenida.

Fue así que Morín pidió al propietario del reparto que diese a esa vía el nombre de Avenida de los Artistas, denominación que mantiene aun cuando ya solo residen en esta, dice Mercy Pous, las familias de Panchito el Guitarrista y del mismo Morín.

Sucedió que, con la inauguración del reparto Monterrey, muchas de esas figuras se instalaron en la nueva urbanización o se trasladaron a otros lugares.

El poeta y el teatrista

No desconozco que a los lectores más jóvenes poco dirá la mayor parte de los nombres que mencioné arriba. Imagino que les suene el nombre de Buesa, y tal vez lo hayan leído, porque aquí se publicaron no hace mucho algunos de sus libros. Era un poeta de corte neorromántico, autor de una poesía amorosa o erótica y que llegó a ser popularísimo en Cuba en los años 40 y 50 del siglo pasado. Entonces sus libros se vendían por miles y como Buesa comenzó a escribir para vender, fue muy criticado por una élite de suficiencia, que olvidó que, al margen de su facilismo, escribió muy buenos sonetos.

Su poemario inicial, La fuga de las horas, lo dio a conocer en 1932. Otros títulos suyos son Cantos de Proteo, Lamentaciones de Proteo y Alegría de Proteo, publicados en 1944, 1948 y 1949, respectivamente. Sus libros más vendidos fueron Oasis (1943) y Nuevo oasis (1949). El primero de estos últimos alcanzó nueve ediciones en menos de 11 años. Nuevo oasis rompió ese récord. Tres ediciones en un año. Algo totalmente insólito en la poesía de entonces y de ahora.

Cintio Vitier incluyó a José Ángel Buesa en su antología Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952). Dice en su acertado comentario:

«Ha cultivado por lo común, especialmente en su libro más leído, Oasis... un lirismo amoroso de musicalidad fácil y temática monocorde. En cuadernos posteriores se encuentran esfuerzos poéticos de mayor autenticidad y ambición, a veces bajo el signo de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, otras con indudable tono propio. Sus mejores momentos se producen cuando, venciendo las tentaciones de una versificación demasiado rotunda y exterior, logra evadirse de los sentimientos convencionales y concentrar su expresión, como ocurre en su magnífico soneto Yo vi la noche, de uno de sus libros de más calidad, Lamentaciones de Proteo».

Buesa nació en Cruces, antigua provincia de Las Villas, en 1910. Salió de Cuba semanas después del triunfo de la Revolución. Al llegar a Santo Domingo, los periodistas destacados en el aeropuerto capitalino le hicieron la pregunta de rigor: ¿Qué opina de la situación política cubana?

El poeta meditó durante un instante. Dijo al fin: Desde hace algún tiempo vive aquí el dictador Batista... ¿Lo han visto ustedes? Cuando los periodistas respondieron que lo habían visto, continuó el poeta su interrogatorio: ¿Y le han preguntado sobre poesía? No, contestaron los reporteros a coro. Remató Buesa el diálogo con otra interrogante: ¿Y entonces por qué c... me preguntan a mí de política?

A Paco Alfonso muchos lo recordarán por su brillante actuación en la serie televisiva En silencio ha tenido que ser. Interpretó en esa al padre de David (Sergio Corrieri) el protagonista del episodio. Este escribidor lo conoció personalmente en las tertulias que Enrique Núñez Rodríguez animaba todos los jueves en los jardines de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba allá por la década de los 80. Era uno de los tertulianos más asiduos.

Además de su quehacer actoral, Paco fue un dramaturgo muy activo, de estilo directo y fuerte. Militaba en el Partido Socialista Popular y llevó a sus obras los postulados de esa organización política. Conoció muy bien el mundo que quiso representar en su teatro, y tuvo vigor y naturalidad para expresarlo y estilizarlo a veces en elementos simbólicos. Arremetió contra la discriminación racial en Hierba hedionda (1953). Escribió una obra musicalizable, de tema afrocubano antiesclavista, Yari-yari, mamá Olúa (1943) y llevó a Cañaveral (1950) el drama de la industria azucarera cubana. Paco Alfonso podía también repetir aquellos versos de Nicolás Guillén: «Cuba, palmar vendido, / sueño decapitado, / duro mapa de azúcar y olvido».

La corte suprema

La Corte Suprema del Arte fue uno de los programas más populares de la radio cubana. Surgió en momentos en que se necesitaba fortalecer y renovar el cuadro lírico en ese medio. Es decir, lanzar al ruedo a nuevas figuras, las llamadas estrellas nacientes, a fin de irles buscando relevo a los veteranos, que, por otra parte, devengaban honorarios altos. Todos los que se presentaban en ese espacio eran aficionados y el aplauso del público decidía cuál resultaba triunfador.

De ahí surgió la frase: Le tocaron la campana, para indicar que alguien se veía imposibilitado de llegar a su meta porque otro se lo impedía. Porque en La Corte Suprema del Arte se tocaba ciertamente la campana a aquel intérprete, ya fuese cantante o recitador, que fuese notoriamente malo.

Esa campana, que, desde la cabina de control y fuera de la vista del público y del mismo intérprete, hacía sonar Miguel Gabriel, uno de los propietarios de la CMQ de entonces, dio atractivo inicial al programa, que comenzó a salir al aire el 1ro. de diciembre de 1937, desde los estudios que esa emisora tenía en la avenida de Monte casi esquina a Cárdenas, en La Habana, y a los que se alude, de manera invariable y por comodidad, como ubicados en Monte y Prado.

Pronto los premios y los regalos que se llevaban los triunfadores atrajeron a una cantidad de aspirantes enorme. Y José Antonio Alonso, conocido hasta entonces como declamador y comentarista, lo consolidó con su conducción original. Alonso tenía estilo propio y cultura, sabía improvisar y sus comentarios eran siempre atinados. Hizo famosa una frase que marcaba el comienzo de la prueba. «¿A quién se lo va a dedicar?», preguntaba al aspirante. Respondía este y enseguida Alonso, dirigiéndose al director de la orquesta, añadía: «¡Música, maestro!».

Surgió así toda una pléyade de valores jóvenes lanzados por CMQ. Con su patrocinio, estaban en fiestas y ceremonias, no solo en la capital; también en ciudades del interior de la Isla, y muchos de ellos no demoraron en consolidarse y capitalizar las simpatías del público.

Todo el proceso de La Corte Suprema del Arte es polémico, afirma Oscar Luis López en su libro La radio en Cuba. Se inició contra el alto costo de los consagrados, y derivó en un impulso potente de renovación. Cayó más tarde, asevera Oscar Luis, en excesos y hubo, mezclado con el triunfo legítimo de algunos buenos aficionados, malos manejos, explotación, intrigas y ciertas intimidades que dieron motivo a serias críticas.

Fue además expresión de la fiera competencia comercial que en esos años comenzaba a hacerse sentir en la radio. La Corte Suprema del Arte fue patrocinada en sus inicios por Competidora Gaditana, «el cigarro inigualable», tal como rezaba su slogan. Al obtener el programa un éxito sensacional, Miguel Gabriel, en una de sus jugadas de audacia, elevó de manera inusitada la cifra que debía pagar el anunciante, y obligó de esa manera a Competidora a dejar el campo libre a una empresa rival, la de los cigarros Regalías el Cuño, que previamente se había comprometido a abonar 12 mil pesos mensuales por el espacio. Cifra descomunal en aquellos momentos, asevera Oscar Luis López, y que marcó el primer paso hacia los altos presupuestos de inversión en la radio.

Al margen de todo, sin embargo, La Corte Suprema del Arte reveló e impulsó a muchos valores perdurables. Ahí están los nombres de Rosa Fornés, Raquel Revuelta, Elena Burke, Ramón Veloz, Obdulia Breijo, el dúo Hermanas Martí, Natalia Herrera, Armando Bianchi...

En los años 50 quiso revivírsele en CMQ Televisión. Se llamó entonces El Programa de José Antonio Alonso.

El camionero

Vicente Morín, el sujeto que dio nombre a la Avenida de los Artistas en el reparto Alturas de San Miguel, cantaba, con diez años de edad, en la Catedral de La Habana. Tenía una magnífica voz de tenor, pero la vida lo llevó obligado por otros rumbos y tuvo que trabajar como camionero para librar la subsistencia. No por eso dejó de cantar. Lo hacía para sus amigos y, sobre todo, mientras manejaba, hasta que logró al fin comenzar formalmente sus estudios. Se graduaría en 1925, con notas de sobresaliente, en el Conservatorio de La Habana.

A partir de ahí fue la suya una carrera exitosa. Cantó con Rita Montaner y formó parte de las compañías de los maestros Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet. Hizo giras por toda la Isla y numerosas presentaciones en el exterior. Integró los elencos de los teatros Alhambra y Martí. Con Moisés Simons viajó a España para el estreno de su zarzuela El collar de la Merced, y regresó a Cuba tras la caída de la monarquía española, sin que la obra llegara a estrenarse. Meses después (1932) el maestro Gonzalo Roig lo contrataba para que interpretara a Leonardo Gamboa en Cecilia Valdés, en su estreno mundial que tuvo lugar en el teatro Martí y que, con Caridad Suárez en el protagónico, se mantuvo durante 37 noches consecutivas en cartelera.

Años después Morín conocería a Amado Trinidad que, en los inicios de su aventura por el medio radial y antes de su traslado a La Habana, era el propietario, en la ciudad de Santa Clara, de la emisora CMHI Cadena Azul. Trinidad le escucha cantar guajiras y puntos cubanos y le propone un contrato. Quiere que Morín interprete las décimas y guajiras de los episodios de Pepe Cortés, un bandolero romántico y sentimental que, a manera de Arroyito en la vida real, roba a los ricos para repartir el botín entre los pobres, y monta un caballo de nombre llamativo, Relámpago.

La serie comenzó a salir al aire el 26 de agosto de 1939. La escribía Aramís del Real y las décimas las componía el después muy célebre Clavelito, el del agua magnetizada y «Pon tu pensamiento en mí», en tanto que Morín, que también actuaba en el episodio, escogía la tonada con que las interpretaría.

Pepe Cortés se presentaba así: «Yo robo a cualquier hora / y lo hago con placer, / porque es para proteger / al que sufre y al que llora, / al que la fiebre devora, / al que está desesperado, / al que vive abandonado / en la vida y los excesos, / para proteger a esos / yo robo al acaudalado».

Vicente Morín no haría hueso viejo con Amado Trinidad. Inconforme con su salario, regresó a La Habana contratado por la CMQ para participar en programas de corte campesino como El Guajiro Solitario, que protagonizaba Otto Sirgo, y Rincón Criollo, en controversias con Clavelito y Coralia Fernández.

La radio iba organizándose cada vez más en Cuba y surgió en CMQ la necesidad de crear la plaza de operador de efectos manuales como parte de la estructura de los programas. Morín aceptó el reto. Escribió varios materiales sobre el tema y hasta su jubilación, en 1961, fue jefe del Departamento de Efectos de esa emisora. Todavía se utilizan en la radio cubana los aparatos que ideó y confeccionó, en su campo, Vicente Morín, el hombre que, de paso, sugirió el nombre de una avenida.

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