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Un tesoro de ciencia creado por el Che

Una familia de científicos cubanos mantuvo una sorprendente relación con ese ícono revolucionario mundial que fue Ernesto Guevara

Autor:

Juventud Rebelde

Cora Lazo con su hijo Greco Cid Fotos: Alín Cid Fleitas y cortesía de los entrevistados

«El interés mío en la superación de ustedes no es un capricho. Si hoy existiera un invasor de la columna de Antonio Maceo, qué interesante sería que nos contara cómo fue aquella hazaña militar. ¡En cambio será lamentable que dentro de 30 ó 40 años, ustedes no sepan expresarse al contar las proezas de nuestras columnas invasoras! Por eso quiero que estudien».

Quien ahora evoca esas palabras del Che, dichas a unos 160 combatientes rebeldes de su Columna y de la del Comandante Camilo Cienfuegos, es Cora Lazo Jesús.

Esta mujer es una destacada Doctora en Farmacia que desarrolló trabajos científicos de interés del Comandante Guevara, en el hospital Oncológico de Ciudad de La Habana, a partir de plantas medicinales provenientes de la Unidad Experimental Ciro Redondo, de Jovellanos, Matanzas.

Ella, además, es la viuda del ingeniero Guillermo Cid Rodríguez, nombrado asesor técnico por el jefe guerrillero en aquella unidad conformada por rebeldes de bajo nivel cultural que allí estudiaban y trabajaban.

Guillermo Cid Rodríguez, «un científico con las manos callosas», como lo calificara el Che «Arturo Duque de Estrada vino a mi casa para hablar con Guillermo, de parte del Che, y se lo llevó a verlo. Eran las cuatro de la madrugada y no regresaba. Vino con tremendo entusiasmo. Me dijo que Guevara quería hacer una unidad experimental, industrial y agropecuaria en Jovellanos. Ni se acostó. Se fue para su oficina y empezó a trabajar en aquella idea. Allí se comienzan a sembrar plantas medicinales.

«En el cuarto piso de la Sección C del Oncológico, empezamos a trabajar con distintas variedades de esas plantas. Yo laboraba como química».

SEGUIRME NO ES NADA FÁCIL

«Cuando el Che estuvo en el Oncológico, me dijo sobre mi esposo: “¡Qué vigor tiene ese hombre! ¿Qué comida usted le da? ¡Se lo digo porque seguirme a mí no es nada fácil!”.

«El Comandante, en otra ocasión, le preguntó cuánto ganaba. Él le contestó que 500 pesos, y enseguida el Che, sincero y firme como era, le repuso: “Pues, mire, yo soy el Ministro de Industrias y solo gano 250”.

«Al respecto yo siempre he dicho que mi esposo estaba tan entusiasmado por aquel proyecto, que si el Che le propone como salario 100 pesos mensuales lo hubiera aceptado.

«Yo entré al Oncológico, luego de entregar mi farmacia ubicada aquí, donde ahora está la biblioteca de mi casa. Allí trabajamos con medicamentos que iban a ser sustituidos. Melba Hernández nos trajo un camión con algas para trabajarlas y extraerles el principio activo. Empezamos a hacer las prácticas con las plantas que mandaban desde Jovellanos».

EL CHE EN EL ONCOLÓGICO

«El Che fue a vernos al Oncológico una sola vez. Había un argelino que cuando se enteró que iba a ir, consiguió equipos que ni se utilizaban, para darle una impresión de complejidad técnica y científica. Pero el Che, que era médico, y muy franco, se le paró delante y le dijo: “Óigame, a mí me parece que usted va a sacar muy poco de todo esto...”.

«Yo no trabajaba con enfermos, sino en los laboratorios. El cuarto piso del edificio prácticamente fue del Ministerio de Industrias. Éramos cuatro personas en el Laboratorio».

EL CHE CONFIÓ EN CID

En 1962 el Comandante Ernesto Guevara ya pensaba en la medicina verde. «Mire este grueso folleto. El mismo Guevara lo mandó a encuadernar. Su título: Tecnología Mínima. Libro de la Unidad Experimental Agropecuaria Industrial Ciro Redondo, Jovellanos, Comandante Che Guevara.

En su página 61 se dice: «El compañero Guillermo Cid, quien fuera asesor agrícola del Che, sugirió el lugar donde se estableció la Unidad Ciro Redondo, dada la buena calidad de su suelo».

Y en el primer párrafo de la siguiente hoja, se comenta: «Conocido como el ingeniero Cid, sin embargo, él era graduado de Humanidades en Francia, en 1922, pero su vida había estado dedicada al periodismo, primero, y después a la Botánica Económica, de forma destacada en la explotación pionera del kenaf en Cuba, en estudios de forrajes y en el desarrollo de una amplia horticultura cuyos productos exportaba».

DEDICATORIA A CID

Refiere Greco Cid Lazo, hijo de la doctora Cora y Guillermo, y uno de los que participó en el equipo de búsqueda de los restos del Che, que cuando el Comandante Guevara encuadernó el libro El Ingenio, de Moreno Fraginals, se lo envió a su padre con una dedicatoria: «Para Guillermo Cid, un científico de manos callosas, revolucionariamente, Che».

«En pocas palabras dijo bastante. Para mí eso significó mucho. Allá en Bolivia me enteré de la muerte de mi padre y escribí un epitafio en la lavandería del Hospital Señor de Malta, en Vallegrande, donde expusieron el cadáver del heroico guerrillero.

«Escribí lo que mi padre hubiera puesto: “Aquí estuvo Guillermo Cid, amigo del Che, un científico de manos callosas, 6 de enero de 1997”. Esa fue la fecha de su fallecimiento, pero eso sería el 18 de enero.

«Mi padre era un científico y el Che un hombre que no acostumbraba a adular a nadie, ni a darle un lugar que no se mereciera. Los diálogos que mi viejo tenía con él, eran de científicos.

«Mis padres tenían una actividad muy grande. Sus conversaciones eran de ciencia aquí en mi casa. Yo salí investigador precisamente por eso, pues estaban horas hablando de tales temas. Y mi papá tenía una vasta cultura. Yo tuve la oportunidad de estar con mi padre en esa unidad Ciro Redondo. Vi al Che como tres veces. Y escuché diálogos de mi papá con él.

«Una vez me preguntó: “Bueno, ¿qué vas a ser cuando seas grande?”. Él estaba a caballo. Yo acompañaba a mi padre. Le dije que sería ingeniero agrónomo, porque en verdad lo quería. Y me dijo: “Eso es lo que tienes que hacer, porque este es un país agrícola. ¡Ojalá seas tan bueno como tu padre!”.

«Como agrónomo me seleccionaron para buscar los restos del Che. Allí se nos mandó a releer el Diario. Su lectura entonces fue otra. Recuerdo que en una parte alude a la necesidad de un ingeniero agrónomo.

«Mi papá tenía muy buenas relaciones con el Che, y guardo documentos que lo confirman. Aleida March me lo ha dicho varias veces.

«Un día ella me preguntó: “¿Cómo anda tu papá?”. Ya en ese momento mi padre estaba muy mal. Y me dice: “Las cosas que tiene la vida; tu papá fue asesor técnico del Che y ahora tú vas a buscar sus restos”.

«A mi regreso conversé con Aleida. Ella fue muy justa y honesta. Yo le dije que podría darle algunos objetos del Comandante que tenía aquí en la casa, como un refractómetro de medir la maduración de la caña de azúcar. Mi papá le regaló en una ocasión una boina al Che y meses antes de salir del país se dio este diálogo:

—Comandante, ¡yo se la regalé! —le dijo mi padre.

—Quédese con la boina, que usted es gallego y a los gallegos les gusta mucho... —respondió el Guerrillero.

«Y fue precisamente la boina que yo llevé a la búsqueda de sus restos. Mi papá nació en Orense, una de las provincias de Galicia. Yo estuve allí hace unos años.

«Aleida March me manifestó: “No, las cosas que tú tienes del Che son patrimonio de tu familia”.

«Tengo el refractómetro, la boina y muchos documentos. Nosotros perdimos parte de la montura del caballo del Che en Jovellanos, cuando la Tormenta del siglo. La teníamos doblada, sin los estribos, y una espuela nueva. Son de las cosas que el mar deterioró. Mi padre estuvo tres o cuatro días sin articular palabras, porque le afectó mucho la pérdida de cosas que teníamos aquí, como esas. Ya cuando él estaba muy viejo y enfermo las tenía a la altura que pudiera tocarlas y verlas. El agua, sin embargo, las echó a perder. Lo que no se ha deteriorado nunca es el recuerdo imborrable de aquel hombre inteligente, estoico y heroico con el que mis padres, con amor, colaboraron».

Carta del Che a Don Tomás Roig

«Don Tomás: Me enteré de su interés por este libro de Plantas Medicinales a través del compañero Cid, y me complace entregárselo ahora. Le ruego lo considere un pequeño homenaje de este Ministerio al científico que puso en alto el nombre de Cuba antes de que la Revolución lo hiciera universalmente cotidiano. Acepte, además, mi homenaje personal de hombre que ha pasado por la paz tensa de las retortas y añora, a veces, su antiguo oficio individual, aunque nada diera a la humanidad desde esa trinchera. Respetuosamente, Che, Habana, 3 de julio de 1964».

Cuenta Greco Cid Lazo:

«Mi padre también fue discípulo de Don Tomás Roig. No trabajaba para la Estación Experimental de Santiago de Las Vegas, sino para el Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba (BANFAIC). El viejo mío tenía una finquita en el Cotorro. Mi papá, cuando el BANFAIC deja de existir, sigue como investigador en la Estación Experimental de Santiago de Las Vegas.

«Mire, ponga ahí que Cora Lazo y Guillermo Cid fueron colaboradores del Che, de corazón, sin aspirar a nada y que el Comandante Guevara fue también un previsor que quiso extraer medicinas de las plantas para curar el cáncer, porque nunca dejó de ser médico», expresó Greco.

 

 

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