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Réquiem por el Caballero de París

Este 30 de diciembre cumpliría 120 años de nacido el más famoso personaje callejero de la capital de los cubanos: José López Lledín, el conocido Caballero de París

Autor:

Luis Hernández Serrano

Este 30 de diciembre cumpliría 120 años de nacido el más famoso personaje callejero de la capital de los cubanos: José López Lledín, el conocido Caballero de París.

Vino al mundo en un modesto hogar en ese penúltimo día de 1899, en Vilaseca, municipio de Fonsagrada, en Lugo, una de las cuatro provincias españolas de Galicia, y llegó a Cuba antes de cumplir los 15 años, donde entonces residían algunos familiares suyos.

Siendo un simple empleado de un establecimiento de servicio habanero, se detectó allí un gran faltante monetario, se le culpó por eso, cayó preso en un calabozo y fue suficiente sufrimiento para que se dañara su salud mental de la noche a la mañana —sin ser defendido como se merecía—. No fue exonerado de la acusación ni pudo mantener su equilibrio moral y síquico ni la reputación necesaria para encontrar un nuevo empleo.

Así, el noble y honrado Joseíto, el Gallego pasó a ser uno de los pobres y desvalidos caminantes callejeros de La Habana, y a la larga, los médicos que accedieron a tratarlo le diagnosticaron la enfermedad de Parafrenia, caracterizada por un fuerte delirio de grandeza.

Por esa conducta, su indumentaria tipo francesa y las historias que con frecuencia contaba como vivencias reales, el propio pueblo lo denominó con cariño y respeto «el Caballero de París».

Esta forma de calificarlo y a la vez de diferenciarlo de los infelices mendigos de la época anterior a 1959 que se veían por los distintos barrios capitalinos pidiendo limosnas —cosa que él nunca hizo— inició su imborrable celebridad.

El caballero más imaginativo que deambuló por nuestras calles fue un exitoso émulo de otros personajes cubanos recordados en distintos tiempos y provincias, como Joseíto el Bobo, Seboruco, Enriquito el Maquinista (todos matanceros), así como de La China, Bigote-Gato, Charles y de muchos más.

El infortunado hijo de Galicia llegó a creerse durante 40 años, con la mayor naturalidad del mundo, Emperador de la Paz, lector asiduo del periódico francés Le Monde, colaborador de Hirohito, de Japón, Habitante del Paraíso Terrenal (refiriéndose al Hospital de Demente de Mazorra donde fue recluido varias veces) y amigo íntimo del reconocido Rey Alfonso XIII, al que evocaba a ratos como «mi compañero de aventuras y cacerías los dos juntos».

El Caballero de París murió el 12 de julio de 1965 en el citado Hospital Psiquiátrico habanero que hoy lleva el honroso nombre de Comandante Bernabé Ordaz.

Actualmente, por iniciativa del Doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, la estatua de bronce del Caballero, sus restos mortales y su prestigio de caminante pintoresco irrepetible se conservan como símbolos, no solo de un enfermo mental admirable, sino también como la estampa de la ilusión y la nobleza de la inmensa mayoría de los cubanos, y motivo de admiración de cuanto viajero (del patio o de otras latitudes) recorre el Centro Histórico de esta ciudad por donde caminaron con más amor que nadie en una etapa de sus vidas, Félix Varela Morales, José Martí Pérez y Fidel Castro Ruz.

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