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Mentes pa’l negocio

La fascinación por las series policíacas, que en su mayoría comparten un formato similar, responde, según los sociólogos, a que es «la típica trama en la cual es fácil identificar a los buenos y a los malos, y lo que resulta más importante: los crímenes se resuelven

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

LO innegable es que no todas las series consiguen mantenerse al aire 15 años. Si la cadena CBS logró que espectadores de medio mundo permanecieran fieles a Mentes criminales (Criminal Minds) durante 324 episodios, por alguna razón será. Aunque el «enganche» no signifique, justamente, que se trate de esas ficciones que se puedan considerar obras de culto.

¿Entretenida? Sin dudas, pero Mentes criminales es expresión inequívoca de que por aquellos lares le saben mucho al negocio. Títulos como Bones, Castle, CSI, La ley y el orden, Mindhunter, El mentalista, Caso abierto, The Closer, Sin rastro y una nómina bien extensa de las conocidas como series de investigación policial, demuestran que al público le encanta este tipo de propuestas en que los detectives (en el caso que nos ocupa, un grupo de agentes del FBI, miembros de la Unidad de análisis de conducta) hacen hasta lo imposible por dar con el asesino (personajes que a favor del espectáculo los guionistas suelen construir como los más despiadados del mundo, cuyos cerebros retorcidos y superimaginativos les permiten idear crímenes que parecen perfectos), mientras nosotros, desde nuestras butacas, emulamos en la búsqueda del culpable con esos investigadores que muy pocas veces terminan vencidos.

Cuando nos preguntamos por qué no disminuye ni un ápice la legión de fanáticos del género criminal, aunque estemos ante una industria que poco tiene de nuevo, parte de la clave para que estas realizaciones marchen acompañadas de grandes audiencias, radica en ese papel que jugamos de ser también espectadores-policías a la caza del criminal.

La fascinación por estas series, que en su mayoría comparten un formato similar, responde, además, según los sociólogos, a que es «la típica trama en la cual es fácil identificar a los buenos y a los malos, y lo que resulta más importante: los crímenes se resuelven, los misterios tienen respuestas y la justicia —con todo lo imperfecta que es— básicamente funciona».

De Mentes criminales Multivisión está transmitiendo ahora mismo (lunes, miércoles y viernes, alrededor de las 8:30 p.m.) los capítulos de la segunda temporada, en los que a esta producción todavía le va bastante bien, como ocurre, sobre todo, a lo largo de las tres primeras temporadas en las cuales se explotan la acción, el suspense, la violencia y algo de drama. Después el nivel empieza a decaer.

Lo que parece ser más novedoso en este dramatizado creado por Jeff Davis (Teen Wolf) es que en Quantico, Virginia, hicieron converger a agentes especializados en analizar el perfil sicológico de los criminales más importantes de Estados Unidos para poder capturarlos.

En las primeras temporadas serán Jason Giseon (Mandy Patinkin) y Aaron Hotchner (Thomas Gibson) los encargados de dirigir el equipo que integran, en distintos momentos: Elle Greenway (Lola Glaudini), experta en delitos sexuales; Derek Morgan (Shemar Moore), quien domina lo relacionado con los crímenes de carácter obsesivo; Penelope García (Kirsten Vangsness), la habilidosa analista técnica, diestra en Informática; Jennifer Jereau «J.J.» (A.J. Cook), exenlace de Comunicaciones; y Emily Prentiss (Paget Brewster), jefa de Unidad. Falta una de las piezas claves en cuanto a la empatía que Mentes criminales estableció con sus seguidores: Spencer Reid (Mathew Gray Gubler), el típico genio incomprendido, extremadamente torpe para las relaciones sociales.

Más adelante aparecerá en un rol esencial un actor muy conocido: Joe Mantegna (El Padrino III, En busca de Bobby Fischer, Bugsy...), quien también ha sobresalido como guionista, productor y director (aquí tuvo a su cargo nueve episodios), quien, sin embargo, no alcanza a reunir el encanto, la pegada, del personaje al cual sustituye. 

Jeff Davis, Kimberly A. Harrison y Rick Dunkle, los guionistas principales, trabajaron fuerte para diseñar los diferentes tipos de sicópatas, buscando impresionar al auditorio, pero no hace falta que transcurran muchos capítulos
para percatarse de que la serie seguirá una y otra vez un mismo patrón: presentación del crimen, determinación del perfil, asesino en acción, identificación por parte del equipo y detención del homicida. O sea: en Mentes criminales todo es predecible: en los minutos finales de cada entrega se producirá un giro que en más de una ocasión nos dejará con la boca abierta, más dispuestos a ver con qué nos sorprenderán la próxima vez.

Todo ello se presenta, no obstante, en una aceptable puesta en escena. Las actuaciones son correctas. La dosis de tensión estimula que liberemos adrenalina y testosterona, y al final lo más seguro es que pasemos un rato entretenido, lo cual debe bastar. Pero uno que ya ha visto La ley y el orden, CSI y otros parientes, no debiera ponerse a esperar mucho más que un nuevo suspense, un nuevo asesino, un nuevo caso...

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