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Laureles irrebatibles

Pasamos revista a ciertos premios y festivales internacionales de cine que marcaron los rumbos cinematográficos de un año con excelente cosecha, de películas al menos

Autor:

Joel del Río

Dentro de unos pocos días estaremos prendiendo velas, haciendo oraciones, y también trabajando, por supuesto, para que 2024 sea mil veces mejor que el año en sus postrimerías. Pasemos revista a ciertos premios y festivales internacionales de cine que marcaron los rumbos cinematográficos de un año con excelente cosecha, de películas al menos.

En el Festival de Sundance, que ocurre en enero, el Gran Premio del Jurado, en ficción norteamericana, correspondió a la producción independiente Mil y uno, de A. V. Rockwell, catalogada luego por el National Board of Review, y por los Independent Spirit Awards, y las asociaciones de críticos de Chicago y Boston, entre las mejores óperas primas del año.

En ese mismo festival, el máximo premio en documental extranjero tocó en suerte a la producción chilena Memoria infinita, de Maité Alberdi, que en ese punto inició un brillante periplo internacional marcado por el reconocimiento en los festivales de los cuatro puntos cardinales: Miami, Lima, Tel Aviv, Estocolmo y Atenas, además de los premios españoles Forqué y Goya, y el norteamericano Critics Choice Documentary.

Algo similar ocurrió con sus compatriotas de ficción Los colonos, de Felipe Gálvez, y El Conde, de Pablo Larraín. La primera ganó primero el premio Fipresci en la sección Una cierta Mirada, de Cannes, y luego, por efecto dominó, alcanzó altos galardones en Lima, fue elegida como la candidata chilena al Óscar y fue premiada por el Sindicato Francés de la Crítica de Cine. En La Habana solo fue reconocida por el Premio (colateral) Glauber Rocha, que otorga Prensa Latina.

La polémica, y los elogios, también formaron parte de la estela dejada por esa retorcida revisión de Drácula, confundido con el tiránico Pinochet, en El Conde, que ganó el premio al mejor guion en Venecia.

El cine francés triunfó en el Festival de Berlín, que ocurrió en febrero, cuando el Oso de Oro y el premio ecuménico distinguieron al largometraje documental Sobre el Adamant, dirigido por ese maestro del género que es Nicolas Philibert, y sus triunfos llegaron hasta noviembre: mejor documental europeo y reconocimiento de la revista Screen entre los mejores del año.

En terrenos de la ficción, todos los ojos parecen fijos en Anatomía de una caída, de Justine Triet, luego de que ganara, en mayo, la Palma de Oro en el Festival de Cannes. En ese mismo evento fue reconocido con el premio a la mejor dirección el drama romántico-histórico-culinario francés A fuego lento (del director vietnamita Tran Anh Hung), nuevo triunfo para esos iconos del cine galo que son Juliette Binoche y Benoit Magimel.

La cinematografía española se hizo presente en el Festival de Berlín mediante Sofía Otero, actriz de nueve años que ganó el premio de actuación por 20 000 especies de abejas, de la novel Estíbaliz Arresola. En marzo, el filme fue reconocido con la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga (especializado en el cine nacional), y el último día de noviembre supimos que alcanzaba un récord de 15 nominaciones para los premios Goya. En la lista de postulados figuran, en muy reiteradas ocasiones, el filme histórico y de catástrofe La sociedad de la nieve (J.A. Bayona), Un amor (Isabel Coixet) y el extraordinario opus autoral del veterano Víctor Erice titulado Cierra los ojos.

En el mismo Festival de Cannes, en mayo, los premios del jurado se repartieron entre la coproducción polaco-norteamericana Zona de interés sobre los campos de concentración nazis, de Jonathan Glazer, y la finlandesa Hojas de otoño, del consagrado Aki Kaurismaki. Además, también ascendieron en la consideración del jurado, hasta el premio de interpretación masculina y el de mejor guion, sendas producciones japonesas dirigidas también por veteranos: Días perfectos, del alemán Wim Wenders (con un virtuoso desempeño del actor Koji Yakusho), y Monstruo, que ha recolocado a Hirokazu Koreeda entre los cineastas humanistas más reconocidos en el mundo entero, no solo gracias a Cannes, sino también a los elogios y premios en Chicago, Sydney, Londres, San Sebastián y, por supuesto, en Tokio.

Tal vez los académicos nipones se enfrenten a un problemazo a la hora de decidir la mejor producción del año entre las dos mencionadas y la crítica al maltrato ambiental que es El mal no existe, de Ryusuke Hamaguchi, premiada en septiembre con el Gran Premio del Jurado en Venecia.

En este festival, el León de Oro, máximo galardón, correspondió a la comedia Pobres criaturas, una vuelta de tuerca del cineasta griego Yorgos Lanthimos al personaje de Frankenstein. Siete nominaciones al Globo de Oro, en un empate con Asesinos de la luna, de Martin Scorsese, alcanzó el filme de Lanthimos, y entre estos títulos brillan los desempeños histriónicos, seguramente nominados a cuanto premio es posible, de Emma Stone y Leonardo di Caprio.

Sin embargo, las dos películas con mayor cantidad de destaques en los Globos fueron Barbie, la comedia feminista de Greta Gerwig (con diez destaques), y el drama biográfico Oppenheimer (con ocho), y así quedan mencionados los cuatro filmes que se estarán disputando los principales premios del cine norteamericano desde ahora hasta que se entregue el Óscar, en marzo de 2024.

Por supuesto, debe quedar espacio para alguna sorpresa, posiblemente a cargo de las mencionadas Zona de interés, o de la francesa «colada» Anatomía de una caída. O tal vez los premios a lo mejor del año se inclinen al melodrama reciclado que es Secretos de un escándalo (Todd Haynes), o a la dramedia Los que se quedan (Alexander Payne), la primera ganadora del premio del público en el Festival de Toronto, y ambos títulos elegidos entre los diez más destacados del año según los especialistas del American Film Institute.

De todos modos, a lo largo de diciembre se publican selecciones de lo mejor del año en las cuales también figuran la intencionadamente artificiosa Ciudad Asteroide (Wes Anderson); el thriller brechtiano El asesino (David Fincher); o las biografías Maestro (Bradley Cooper) y Priscilla (Sofia Coppola).

El periplo culmina en La Habana: los máximos ganadores de Corales fueron Tótem (México), segundo largometraje de Lila Avilés, y Los delincuentes (Argentina), escrita y dirigida por Rodrigo Moreno. La primera se alzó no solo con el premio Coral al mejor filme, sino que triunfó también en las especialidades de Dirección de arte y Guion. Venía avalada por el Premio del jurado ecuménico en Berlín, los galardones por Mejor filme y Dirección en el Festival de Morelia, y la selección para aspirar al Óscar, entre otros reconocimientos en festivales de Bucarest, Hong Kong, Jerusalén o Lima.

El premio a la Mejor dirección, fotografía y edición para Los delincuentes complementaba un recorrido internacional integrado por la selección para representar al país en el Óscar, después de ganar el Hugo de Plata en Chicago, y de competir en Un Certain Regard, de Cannes.

Al cine de aquel país corresponde también El auge de lo humano 3, escrita, producida, editada y dirigida por Eduardo Teddy Williams, que fue premiada en La Habana con el Premio Especial del Jurado, con el Boccalino de Oro en Locarno, y ganó el premio a la mejor película latinoamericana en Mar del Plata.

En La Habana, en Toronto, y en Ceará (Brasil) triunfó también la cubana La mujer salvaje, de Alan González. Ojalá todos los años contemos con, al menos, un filme cubano que incluir en estos resúmenes.

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