Por puro milagro su madre, que lo llevaba en el vientre, no lo perdió. Porque en aquellos días que siguieron al 26 de julio de 1953, los esbirros de la tiranía de Fulgencio Batista andaban como perros sabuesos detrás de los jóvenes que habían asaltado los cuarteles; y la mujer, ya barrigona, discutió en Holguín con un sicario que estaba maltratando a uno de aquellos muchachos valientes.
Como un hijo, o como un hermano menor, contó esa historia el coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Juan José Rabilero Fonseca, a los expedicionarios del yate Granma y a los asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, quienes en la mañana de este miércoles fueron homenajeados en la Secretaría Nacional de la organización de masas.
«Cuando miro hacia atrás parece que fue ayer. Y ya son 55 años. Voy, en edad, a la par de los aniversarios del Moncada», comentó en tono de cariño y admiración; y recordó una idea de Fidel, según la cual los asaltos hicieron posible las etapas de lucha que llegaron después.
A propósito del VII Congreso de los CDR, que se realizará en septiembre de este año, Juan José Rabilero comentó a los combatientes que la reunión será trascendente, en tanto planteará cambios en los métodos y estilos de trabajo de la organización.
«El Partido —expresó— nos ha llamado a hacer transformaciones importantes. En cada Comité debemos pasar, de hablar de la gente, a conversar con ellas. Si hemos hecho vigilancia revolucionaria para atrapar a las personas con las manos en la masa, se hace más esencial el trabajo preventivo que evite tener que ver a alguien cometiendo un error».
Se trata, comentó, de transformar para bien a las personas, y de unirlas sin perder de vista conceptos dados por Fidel sobre qué es Revolución: sentido del momento histórico, y cambiar todo lo que deba ser cambiado.
El Coordinador Nacional de los CDR hizo énfasis en que la organización ha sabido conformar un listado de problemas. «Pero ahora —dijo— tenemos el deber de resolverlos. Hay que hablar con los jóvenes que no estudian ni trabajan; condenar las indisciplinas sociales; denunciar a quienes se estén corrompiendo. La batalla es de ideas, con la verdad por delante».
Sobre los que tienen responsabilidades dentro de la organización más abarcadora de la Isla, Rabilero afirmó que «quienes no sostengan con amor la bandera de la Revolución, no podrán seguir al frente de alguna tarea. Ustedes —dijo a los combatientes— lucharon para que no tuviéramos analfabetismo, para que la salud y la educación fueran beneficios al alcance de todos. Ahora nos toca hacer un trabajo ideológico intenso».
La jornada de homenaje tuvo como final un emotivo encuentro de asaltantes y expedicionarios con el pueblo de Campo Florido, perteneciente al municipio capitalino de La Habana del Este. Hasta allí llegaron los héroes, acompañados por los miembros del Secretariado Nacional de los CDR, para constatar en la sonrisa de niños, jóvenes y ancianos cuán lejos ha llegado aquel arresto de la Generación del Centenario, aquel sueño acunado a toda costa por un grupo de muchachos liderados por Fidel.