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Los árboles han hablado

Dos estudios nos muestran asombrosos cambios en el mundo de las plantas

Autor:

Iris Oropesa Mecías

¿Alguien recuerda aquellos árboles inteligentes de El Señor de los anillos, que tenían líderes y hasta concilio, y encima eran capaces de hablar? Pues después de todo, parece no ser una idea tan fantástica, porque ahora un equipo de investigadores de la Universidad de Oviedo, España, ha descubierto los verdaderos «bárboles», y lo mejor es que están por todas partes.

El grupo de expertos monitoreó y observó cómo, por debajo de la tierra, los árboles transmiten el conocimiento a las nuevas generaciones.

La parte, de algún modo triste, de esta habilidad vegetal es que surge como una necesidad crítica de transmitir a los nuevos retoños los «trucos» para sobrevivir en las actuales condiciones climáticas adversas. La parte positiva, por otro lado, es que estudiar este mecanismo podría arrojar luz sobre cómo los árboles evolucionan a través del tiempo.

Contando secretos

Mediante este «lenguaje de las raíces» los viejos árboles les muestran a los más jóvenes cómo adaptarse mejor a condiciones hostiles, y al ser observado científicamente, revelan a los estudiosos cómo logran almacenar sus recuerdos y experiencias de vida.

Resulta que los escenarios climáticos críticos, como las olas de calor o los incendios a gran escala, quedan registrados en los recuerdos de los árboles. Los investigadores en España descubrieron esto a partir de la memoria celular de las plantas que, explican, citados por National Geographic, «les permite responder cada vez mejor en sucesivos períodos desfavorables».

Este nivel de adaptación y traspaso de la información aprendida les permitirá a las especies vegetales ajustarse más finamente a las condiciones de cambio extremo que son tristemente frecuentes hoy, con temperaturas cada vez más altas, advierten los científicos.

Las células de los árboles les permiten transmitir el conocimiento y sabiduría a su descendencia, según explica el comunicado de los investigadores. Se trata de «enseñar» a los descendientes «situaciones estresantes a lo largo de su vida», escribe el equipo.

«Hemos demostrado por primera vez cómo este mecanismo, denominado splicing alternativo, se mantiene para un pequeño número de genes una vez que cesa el estrés. Esta es una de las bases de la memoria de las plantas», destaca Víctor Fernández Roces, investigador del área de Fisiología Vegetal de la Universidad de Oviedo.

Esto no solo les permite afrontar las temperaturas cambiantes, sino la presencia de parásitos, calor o frío extremo. Como los árboles no pueden huir de sus amenazas, les tienen que hacer frente completamente inmóviles.

Por ello, los árboles transmiten un conocimiento aprendido a lo largo de la vida a sus hijos. Según los investigadores, este es un ejemplo de resiliencia y adaptabilidad nunca antes visto en la naturaleza.

Con todo lo anterior, el equipo de la Universidad de Oviedo piensa que la memoria de los árboles será clave para los años venideros, cuando esperamos cambios climáticos aún más intensos.

Mónica Meijón, profesora titular de Fisiología Vegetal de la Universidad de Oviedo, ha expresado a medios de prensa que estos mecanismos de adaptabilidad constituyen una señal esperanzadora para la sostenibilidad ante un mundo cada vez más amenazado climáticamente.

Árboles sin Monos Araña

Otra noticia del reino vegetal nos ha asombrado en días recientes y sigue apuntando a la realidad del calentamiento global, según apunta un estudio del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, los monos araña (también llamados monos muriquíes del norte) están dejando las copas verdes para vivir en tierra. Así como lo ha leído.

Resulta que al igual que en el estudio anterior, las altas temperaturas parecen estar empujando a la especie a bajar a tierra. Los cambios, que según algunos expertos podrían estarse pasando generación tras generación, se deben a que cada vez los árboles están más espaciados, haciendo necesario bajar de las cimas para poder trasladarse a un árbol distinto. La pérdida de densidad forestal es uno de los claros efectos de la tala desmedida en hábitats naturales y de los cambios ambientales que sufre el planeta.

Los monos araña están abandonando sus tradicionales hogares en las copas a un ritmo peligrosamente acelerado. Foto: Tomada del sitio web de Proyecto Muriqui de Caratinga

Asimismo, para estos primates arborícolas es cada vez más difícil encontrar comida en las partes altas de su ecosistema, por lo que se ven obligados a buscar insectos que viven en tierra, y no en las copas.

En tercer lugar, los especialistas apuntan a la pérdida de especies depredadoras naturales de los monos araña, que, al ausentarse cada vez más, dejan de ser una amenaza a nivel de superficie terrestre.

Ya no solo no corren peligro, sino que ven innecesario trepar los árboles que los rodean. El cambio es alarmante debido a que el fenómeno se ha incrementado los últimos 40 años, cuando cambios evolutivos de esta magnitud podrían tomar siglos.

«El cambio actual está sucediendo a una velocidad supersónica, de siete millones de años al ritmo actual hay un abismo», declara Salvador Moyà, investigador de este nuevo estudio.

El especialista se ha atrevido a aventurar dos posibles caminos para estos monos arborícolas: «Hay dos posibilidades: que se adapten a un modo de vida más terrestre o que simplemente se extingan. Lo más probable es que, al ser un cambio tan instantáneo, acabe en un evento catastrófico», explica.

Ya sea que el mono araña nunca vuelva a los árboles, se extinga, o las plantas se vean obligadas a «enseñarles» a sus descendientes cómo sobrevivir una ola de calor, lo que sí es seguro, más allá de toda duda es que las causas siguen siendo claras, y siguen apuntando a nuestros estilos de vida como especie dominante.

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