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Historia: de repetir a sentir

Esa asignatura debe enseñarse no para que se quede en el pasado, sino para que tenga presencia en el presente, para que pueda comprenderse el porqué de cada circunstancia. Aunque vital en la formación de valores, no se logra que esa disciplina esté en la preferencia de todos nuestros jóvenes

Autor:

Margarita Barrios

«Desde pequeña tuve en mis manos libros de Historia. Mi padre me contó que mi abuelita había sido profesora de esa asignatura, y aunque no la conocí, quizá por la referencia tuve cierta inclinación hacia esa materia.

«Recuerdo que me compraron un libro con imágenes para recortar y armar, tenía pasajes históricos y era mi preferido. La vida de los próceres y las anécdotas siempre me han resultado muy seductoras».

Así expresó Marisol Cossío, alumna de duodécimo grado del Instituto Preuniversitario Urbano Saúl Delgado, del municipio capitalino de Plaza de la Revolución. La jovencita, que ha alcanzado premios en concursos de Historia, afirma que la lectura es su principal entretenimiento, aunque destaca, no sin pesar, que ya no tiene el tiempo que antes disponía para ese placer.

«Tengo otras asignaturas que me ocupan y preocupan; además estoy estudiando Francés y las nuevas tecnologías, no puedo negarlo, también “me han enganchado”, y aunque siempre hago un espacio para la lectura, no es como antes».

El gusto de Marisol por la Historia de Cuba no es muy frecuente entre los muchachos de su edad. En una conversación con un grupo de 32 jóvenes de los niveles de Secundaria Básica y Preuniversitario, las palabras «teque y aburrida» surgen de manera fácil cuando se trata de calificar a la asignatura.

Sin embargo, no es así cuando se habla con los más pequeños, de quinto y sexto grado, donde sí se muestran atraídos por la Historia de Cuba, y en una escala de uno a cinco colocan a esa asignatura en el primer o segundo lugar como la clase más entretenida.

Indagando un poco más en el porqué del desapego de algunos estudiantes con la historia patria, Norma, estudiante de duodécimo grado, asegura que desde pequeña le están repitiendo lo mismo, y ya lo que sabe es «por aburrimiento».

«Los alumnos de Preuniversitario que nos preparamos para las pruebas de ingreso —dice Claudia Ramírez, quien el pasado año se sometió a ese proceso— no le otorgamos prioridad al examen de Historia, porque le dedicamos mucho tiempo a la Matemática. La Historia es siempre lo mismo, es más fácil porque es “dar muela”».

Nicolás y Yonder, de noveno grado, destacan en cambio que la asignatura requiere de recordar fechas, lugares, nombres, y que eso se les hace muy difícil cuando deben también dedicarse a otras materias como la Física, la Matemática y la Química.

La mayoría de los alumnos entrevistados piensan que se les enseña la Historia de forma esquemática, dando preferencia al aprendizaje memorístico por encima del raciocinio y la interpretación.

Por otra parte, ante la pregunta: ¿cuántos libros lees en un mes? la respuesta «ninguno» estuvo presente en 20 de los 32 alumnos de Secundaria y Preuniversitario cuestionados, solo 12 dijeron tener hábito de leer al menos un texto con esa frecuencia.

Pero Mariem, Lucy y Fabiola, todas de octavo grado, afirman que la lectura que realizan alguna vez no es de textos históricos, y que quizá algún material audiovisual les interesaría, pero no pudieron nombrar ninguno.

Duaba, la odisea del honor, sí fue referida por la mayoría de los jóvenes de Preuniversitario como «una buena e instructiva serie», y expresaron su deseo de que el país realice materiales de ese tipo sobre otros momentos de la Historia, lo cual les ayudaría a acercarse a esos hechos, dijeron.

Lo que dicen los profes

Para Ángela Bedey Castañeda, quien hoy se desempeña como profesora de Historia de Cuba en la Secundaria Básica José Luis Arruñada, del municipio de Plaza de la Revolución, el gancho indispensable para que los alumnos aprendan su asignatura es «llevarlos a vivir el momento histórico».

Con 36 años de experiencia como pedagoga, la profe Ángela, como le suelen decir sus alumnos, se transforma en una actriz cuando hay que reseñar un momento histórico como el alzamiento de La Demajagua o la Protesta de Baraguá.

«Para dar una clase me preparo muy bien. Busco revistas antiguas, comparo una etapa con otra, los llevo a que piensen, a que reflexionen, a que comparen. Por ejemplo, cuando hablo de las torturas a que fueron sometidos los jóvenes en Cuba durante la dictadura de Batista, también hablo de Chile, de Argentina, donde los jóvenes salían de sus casas y no regresaban.

«Para lograr un debate con ellos hay que motivarlos a que busquen, a que indaguen. Porque es mi palabra, a veces, contra lo que escuchan en la calle, lo que dicen otros. Son muchas las influencias que están sobre ellos y yo soy solo una voz más, que tengo que ganar prestigio para ser creíble, y motivarlos a que piensen por sí mismos.

«También los impulso a que estén actualizados en las noticias y les hago comparaciones. Así les llevo a vivir el momento histórico y les creo la conciencia revolucionaria que deben tener».

La profesora asegura que la Historia de Cuba, desde el punto de vista curricular, se ha ido relegando a un segundo plano, y que no todas las familias se ocupan de incentivar esos sentimientos patrióticos.

«Falta hablarle a los jóvenes de la historia de nuestra pedagogía y de las figuras importantes que tuvo. Ahora mismo se quitó de séptimo y octavo grado la asignatura Encuentro con la Historia de mi Patria y se aumentaron las horas de Cívica, que aunque lleva temas históricos no es lo mismo, la intención es otra.

«El muchacho que entra ahora en séptimo no estudiará Historia de Cuba hasta noveno, y en un solo curso los objetivos no se pueden vencer. Por otro lado, creo que es necesario prepararlos desde la Secundaria para que puedan asumir con éxito las pruebas de ingreso a la Universidad».

En opinión de la profesora Ángela, la figura de José Martí requiere de una mayor profundización en los planes de estudios, en los medios de difusión no hay suficientes trabajos sobre nuestra historia, ni en el cine, que cuenta con algunas obras, pero realizadas hace muchos años.

Por otro lado asegura que la fuerza de las Nuevas Tecnologías de la Información aleja a los muchachos de los libros de texto y los jóvenes de hoy son más de imágenes, necesitan un mensaje corto, directo y, por supuesto, ameno.

—¿Cómo se evalúan las asignaturas de Historia de Cuba y  Cívica?

—Historia de Cuba tiene prueba final, Cívica no, son preguntas escritas y un trabajo práctico.

—¿No piensa usted que una asignatura que no tiene examen final se aprueba más fácil, incluso se presta a que el alumno no conozca toda la materia que recibió en clases?

—Si la evaluación mediante el trabajo práctico se hace bien no tiene problemas, pues debe incitar al estudiante a investigar, y debe conocer bien el tema pues tendrá que exponerlo en el aula ante un tribunal que también puede hacerle preguntas, así conocemos si el estudiante participó en la confección del trabajo.

—Pero existen criterios de que este tipo de trabajo muchas veces lo hacen los padres, impreso de una computadora.

—Eso depende de la exigencia del profesor. Yo no recibo un trabajo así, tiene que estar escrito a mano, porque también cuentan la ortografía, la caligrafía y la redacción.

Caras que hablan

El Instituto Preuniversitario Saúl Delgado tiene una tradición positiva en los exámenes de ingreso, sin embargo, la directora del centro, Soraya Paneque Crespo, reconoce que en la pasada edición los resultados en Historia de Cuba estuvieron por debajo de lo acostumbrado.

«No fuimos los más desafortunados», argumentó. «De los 274 alumnos que se presentaron a las pruebas de ingreso aprobó el 69 por ciento. En Historia de Cuba, que siempre había solo uno o dos suspensos, aprobó el 60 por ciento. Tenemos 231 matriculados en la Universidad.

«Trazamos una estrategia que nos está funcionando bastante bien. Comenzamos a trabajar desde décimo grado con vistas al ingreso. También contamos con un claustro de profesores completo, y para 12 se designa a los mejores. Solo cinco de mis docentes no son licenciados, y son los instructores de arte, de computación y la bibliotecaria. Incluso cuento con 12 másteres en Educación».

Alina Roselló es la profesora de Historia de Cuba de duodécimo grado en el Saúl Delgado. Ella tiene la misión de dar las clases y también de preparar a sus alumnos para la prueba de ingreso. Con su experiencia de más de 30 años en la docencia, asegura que en un colectivo de estudiantes no todos están interesados en su asignatura.

«Algunos traen una formación hacia los estudios, fomentada también por la familia, y una actitud positiva ante las clases de Historia de Cuba, a otros simplemente no les interesa. A veces resulta difícil debatir con ellos, porque hay un por ciento que se mantiene alejado de la realidad que vivimos, en muchos casos por influencia de la familia y del barrio donde viven. Cuando les haces una pregunta o introduces un tema, pues la cara que ponen lo dice todo».

Al referirle que hay estudiantes que dicen que no se les pregunta ni se les  da participación en los análisis, sino que se les impone la materia a estudiar, la profesora asegura que hay un programa que cumplir, con amplia materia que deben conocer para poder enfrentar luego los exámenes, lo cual no da muchas oportunidades, porque el tiempo no alcanza.

«El debate hay que saberlo conducir, porque si no, nos enredamos, y hay un programa que cumplir. Es cierto que existen materiales audiovisuales vinculados con la Historia que pueden apoyar las clases, pero no son muchos, ni sobre todas las etapas. De hecho, cuando les dices que vas a poner el televisor no les gusta mucho la idea, porque hay un estigma sobre ello».

El profesor Reynier Aljovin, jefe del Departamento de Historia y Cultura Política del mismo preuniversitario, asegura que «a los jóvenes de hoy les hablas de cualquier cosa diez minutos y ya están aburridos, no te atienden. Por eso el maestro tiene que buscar formas para llegar a ellos, no es solo conocer la materia. En Matemática pones un ejercicio y están atentos, en nuestra asignatura no es igual».

En este mismo sentido la profesora Alina asegura que el maestro tiene que volverse un artista en el aula, «actuar como en el teatro» para lograr que te presten atención.

Con respecto a las pruebas de ingreso, Aljovin recuerda que cuando se habla de estas siempre se dice que todas las preguntas están en el libro de texto, pero hay detalles que no los dominan los muchachos. «Creo que las preguntas deberían ser más generales, porque la Historia se estudia por períodos, y no pueden memorizarse tantas precisiones».

La profesora asegura que los alumnos llegan a doce grado y hay habilidades para el estudio que no las tienen formadas. Todo conspira, porque hay un problema con el hábito de lectura, y además les cuesta trabajo resumir la información para responder las actividades en el estudio independiente.

«Por otra parte tienen que conocer un contenido muy amplio,  desde el proceso de formación de la nacionalidad cubana hasta los primeros años del siglo XXI, incluyendo hechos y personalidades. Uno está presionado con un programa que vencer, y la Historia no es en blanco y negro, las personalidades tienen matices, porque son seres humanos, y está también lo anecdótico, que muchas veces despierta más el interés del estudiante, pero tiene el  peligro de que lo interpreten a su manera y los hace luego contestar erróneamente una pregunta sobre ese hecho.

«Pienso también que el estilo de la prueba de ingreso realizada el curso pasado rompió un poco con lo que habitualmente se preguntaba. Los maestros, para entrenar a sus alumnos, usan los exámenes anteriores», y aseguró que no poseían el mismo estilo, pues en esta ocasión se pedían muchos elementos para responder una pregunta.

Mirada desde la Educación Superior

Una de las personas vinculadas de manera directa a los exámenes de ingreso desde su instauración es René Sánchez, director de Ingreso y Ubicación Laboral del Ministerio de Educación Superior. En su opinión, Historia de Cuba es un contenido indispensable a evaluar para acceder a la Universidad.

«Este examen es muy importante porque evalúa el conocimiento de la historia patria y el compromiso del estudiante con la Revolución, argumentó. También a través de las respuestas se miden capacidad de interpretación, redacción e incluso ortografía, todas habilidades básicas para el éxito en una carrera universitaria de cualquier área de la ciencia.

«Hoy se descalifican más estudiantes por ortografía en Historia que en Español» precisó.

René Sánchez afirmó que desde que existen los exámenes de ingreso de Historia de Cuba ha escuchado criterios a favor y en contra del contenido que miden y sobre las características formales de las preguntas que se realizan.

«Los profesores, muy calificados, que elaboran esos exámenes, aseguran que siempre se evalúan contenidos que aparecen en el libro de texto de Preuniversitario, los períodos históricos que se miden están contenidos en el mismo tipo de pregunta cada año.

«Se conoce que la última pregunta es sobre el proceso posrevolucionario, así como que las características de las preguntas responden a las habilidades que debe crear la asignatura en los alumnos, como interpretar y memorizar.

«Los Ministerios de Educación y Educación Superior atienden los criterios que se emiten sobre el proceso de ingreso, pero es importante reconocer que eventos tan masivos nunca podrán satisfacer todas las inquietudes y consideraciones.

«Afirmo, con absoluta y sincera convicción, porque está demostrado, que quien estudia con rigor y sistemáticamente Historia de Cuba para el examen de ingreso lo aprueba, y llega a obtener calificaciones muy satisfactorias».

La Historia no está en el pasado

Al preguntarle al Doctor en Ciencias José Antonio Rodríguez Ben, metodólogo de Historia de la Dirección de Formación del Ministerio de Educación, cómo considera que debe desarrollarse la docencia de esa asignatura, significó que tiene que ser emotiva, sentida, culta y científica.

Doctor en Ciencias José Antonio Rodríguez Ben, metodólogo de Historia de la Dirección de Formación  del Ministerio de Educación. Foto: Roberto Mojerón

«La enseñamos no para que se quede en el pasado, sino para que tenga presencia en el presente, para que se pueda comprender el porqué de cada circunstancia.

Muchos alumnos piensan que la Historia se les enseña de manera esquemática, con predominio en el aprendizaje memorístico. Foto: Calixto N. Llanes

«Por ello debe correlacionarse con aspectos económicos, políticos, culturales y sociales que inciden en los hechos históricos, y atender las dimensiones temporales y causales en que viven esas personalidades en su momento».

Rodríguez Ben, quien tiene amplios años de experiencia docente, asegura que muchas veces los alumnos tienen mucha información, pero el profesor no los enseña a ordenarla. «El disparate es a veces motivado por el desorden espacial que tiene el alumno en la información que recibió», señaló.

«Por eso hay que trabajar con gráficas, esquemas lógicos, porque no se les puede recargar de datos. Además, hay que entrenar a los estudiantes para que puedan expresar sus conocimientos por la vía oral y escrita».

«Incluso, dijo, hay que incluir conocimientos de otras áreas, como los matemáticos —es el caso de los números romanos—, y la geografía y la economía son fundamentales.

«Para todo esto nos pueden ayudar los softwares educativos que están en las escuelas, son diseñados para todos los niveles de enseñanza y muchas veces no se utilizan. Contienen mapas, visitas virtuales y otros muchos elementos que pueden ayudar a motivar al alumno y a fomentar su cultura histórica».

—En ocasiones el estudiante identifica la clase de Historia de Cuba con algo poco interesante.

—Hay contenidos históricos que son principios de educación cívica y patriótica. La Historia bien impartida es una fuente inagotable de valores, pero cuando se da mal se vuelve lo contrario.

«Por eso es muy importante que los temas se presenten bajo una condición sugerente al debate y la reflexión, no como verdades incuestionables, como muchas veces nos está sucediendo. La palabra del profesor es algo muy importante, para la exposición oral debe tener un enfoque problémico, para que el estudiante piense. Es fundamental desechar los enfoques memorísticos, eso mata el interés del estudiante, y utilizar las anécdotas, las narraciones».

Con relación al hábito de lectura el profesor Rodríguez Ben asegura que hay que crearlo y forma parte de la enseñanza de la Historia. «Sobre todo porque los muchachos prefieren las nuevas tecnologías a leer un texto», destacó.

Entre los materiales que valoró como fundamentales en la enseñanza de la Historia, y también para la preparación de los docentes que imparten esa materia, destacó los Cuadernos Martianos. «En ellos podemos encontrar reflexiones de José Martí sobre nuestra Historia que son fundamentales. Igual sucede con el pensamiento del líder histórico de la Revolución Fidel Castro, argumentó, y hay discursos donde hace valoraciones históricas que son esenciales».

Entre los hechos positivos que pueden ayudar a mejorar la enseñanza de la Historia de Cuba, Rodríguez Ben subrayó que se retomó en las Universidades de Ciencias Pedagógicas la preparación de profesores especialistas en esa asignatura, así como también la nueva adecuación escolar, que al ser más flexible permite espacios que pueden dedicarse a profundizar en la Historia, como es la lectura de textos complementarios en el horario de biblioteca.

«Hay que romper los muros de las aulas y de la escuela y salir a buscar la historia que está en todos los barrios, mas allá de los museos, porque la tradición local no se atiende suficientemente. A veces solo pensamos en el museo, y cualquier especialista residente en la localidad puede ayudar para el acercamiento atractivo, sentido, culto, científico y sobre todo participativo.

«Si logramos utilizar las potencialidades de la comunidad, la familia y la propia escuela en función de la enseñanza, se deben elevar los niveles de la calidad, y de manera especial influirá en la enseñanza de la Historia».

Valor para la juventud

Yuniasky Crespo Baquero, primera secretaria de la UJC, aseguró que la enseñanza de la Historia de Cuba es una prioridad de la organización que representa y destacó la necesidad de continuar trabajando para que tenga la prioridad que merece en todos los niveles de enseñanza.

«El conocimiento de nuestra historia es decisivo para la supervivencia de la Revolución. Conocer las tradiciones, la lucha de nuestros héroes y mártires es de vital importancia para todos los cubanos.

«En todos los procesos más especiales de la UJC, así como en los que realizan las organizaciones estudiantiles, el eje central es el conocimiento de la heroica historia de nuestro país».

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