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Poeta cotidiano de la cubanía

El songo, Van Van y la música popular ocupaban el tiempo de Juan Formell, creador intenso que tuvo en su orquesta el laboratorio perfecto para revolucionar nuestra sonoridad

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

Un Formell sensible y humano se me develó ante un cuestionario agotador de más de una treintena de preguntas. Dijo que prefería la guitarra para componer, en aquel lugar de su casa donde la musa siempre le asistía.

Coleccionista de ranas en miniatura y admirador de los Beatles y de la actriz Marilyn Monroe, el líder de los míticos Van Van también reveló en esa ocasión que le hubiera gustado pintar y escribir. Recordó aquel momento en que «hablando con Miguel Barnet, me comentaba: “Yo escribo un libro, pero no tengo capacidad para hacer historias en tres minutos y sintetizarlas. Y tú lo haces en una canción”. Eso es verdad, pero me hubiese gustado escribir un libro».

Nunca supo Juan Formell Cortina de la efusividad que se apoderó de mí cuando del otro lado del teléfono dijo: «Ven el viernes, a las 4:00 p.m. Por favor, no llegues tarde». Pactó en un momento un encuentro que me tomó cinco meses concretar, debido a que sus ocupaciones no le daban chance.

Sin embargo, esa mágica tarde de octubre de 2008, mi colega Dora Pérez Sáez —a quien invité a compartir ese reto profesional— y yo fuimos testigos de una clase magistral relacionada con la evolución del son cubano que, al decir de Formell, tuvo una etapa de descenso en el gusto popular en la década de 1960.

«Coincidieron varios fenómenos», señaló el autor de El martes, título inmortalizado por la orquesta Revé, y Lo material, que quedó para la historia en la voz de la Señora Sentimiento, Elena Burke. «Uno, la aparición de los Beatles, un hecho muy importante de la música a nivel mundial, y que a finales de los años 60 se separan. En Cuba, erróneamente, se prohibió transmitirlos en la radio, algo muy raro que aún no se sabe por qué ocurrió, y que solo contribuyó a que la gente los oyera clandestinamente.

«A raíz de su desintegración, el público tomó más interés en ellos. También fue la etapa de oro de grupos españoles como Los Brincos, Los Mustang, que prendieron mucho aquí.

«Murió Benny Moré en el 63. La orquesta Aragón empezaba a declinar. Entró Pello El Afrokán como un fenómeno increíble, pero lo que hacía no era un baile de salón. Todo eso conllevó a que la gente perdiera interés en la música cubana, sobre todo la bailable».

Entonces vino la conclusión más importante, la motivación inicial para crear un «tren musical» el 4 de diciembre de 1969, capaz de sintetizar la herencia melódica de antaño con inquietudes sonoras propias y contemporáneas: «Esa realidad me motivó mucho. Me impulsó a hacer cambios sin abandonar la estructura del son cubano. Me serví de la orquesta Revé, que era una agrupación charanga, e incluí timbres diferentes y sonoridades más internacionales», comentó Formell.

El songo, esa particular tendencia del son que indiscutiblemente lleva su firma, tiene en Van Van el laboratorio perfecto. Y no solo trató su director de buscar nuevas sonoridades, impensables para las orquestas charangas, como el uso de los sintetizadores, los trombones de vara, o esa clara influencia de los Beatles percibida en el bajo que tan virtuosamente tocaba Formell.

La orquesta es un verdadero ejemplo de cubanía que tiene siempre en perspectiva las exigencias del bailador, como explicara Formell. «Él decide el juego. Si el público no baila, hay que revisar qué pasa, porque lo que estás haciendo no sirve».

Cronista de la vida cotidiana Isla adentro, Juan y sus muchachos reflejaron, en las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo, a los cubanos de a pie en sus miles de proyectos. Resoluciones legislativas, obras teatrales y cintas cinematográficas, frases populares y una dosis extra de ingenio, motivaron su vida autoral, siempre inquieta y preocupada por revolucionar lo eternamente establecido en términos artísticos.

Cuando el denominado boom de la salsa en los años 90, cuando varias orquestas de la música popular bailable fueron acusadas de emplear textos vulgares, un Formell creativo y cuidadoso de sus letras impidió que lo pedestre encontrara sitio en Van Van.

«Para mí la chabacanería es llamar a las cosas por su nombre, tal y como son, sin crear la finura y lo bonito del doble sentido con que hablamos los cubanos. En la música popular hay cosas que, para que sean ricas y la gente las disfrute, debes emplear una frase específica, que no tiene que ser chabacana.

«Si analizas ejemplos que nos antecedieron: Chapotín, Matamoros... El Cuidadito, compay gallo, de Ñico Saquito, es una historia muy ingeniosa, pícara, preciosa. Tampoco es vulgar eso de: “Dile a Catalina que se compre un guayo, que la yuca se me está pasando...”.

«Aprendí de esos autores. Ellos abordan una temática para que el público piense lo que quiera. Fíjense en: “La mujer de Antonio camina así...”. ¿Cómo caminaría, por ejemplo, para un fotógrafo, la mujer de Antonio? Todos tenemos una mujer de Antonio, porque cada cual tiene un modelo femenino que le gusta.

«Un tema de Van Van en los años 80 decía: “Si yo subo la loma, voy detrás de ese mulo...”. Antes del estribillo había una historia previa, que explicaba que para subir una loma había que ir detrás de un arriero. Sí tú pensabas otra cosa era tu problema. Esa es la base del doble sentido y no es chabacano. Ahí está la razón por la cual a Van Van no lo han acusado de eso», aseguró.

Agrupación escuela, los llamados Rolling Stone de la salsa, en estos casi 45 años han formando a varias generaciones de músicos. Desde José Luis Quintana, «Changuito», César «Pupy» Pedroso, Pedrito Calvo, José Luis Cortés, Mario Rivera y Ángel Bonne, hasta una nueva oleada de instrumentistas y cantantes que actualmente integran la orquesta y que preservan ese indiscutible tono de Van Van.

Tras las casi dos horas de aquella primera conversación, Juan Formell se transformó para mí. Pasó a ser mi mejor entrevistado, algo que le confesé a mi padre, un bailador empedernido que no quiso esperar a que escribiera la entrevista y escuchó sus declaraciones sin el aderezo periodístico que lleva ese género cuando queda finalmente estampado en el periódico.

Otros momentos tuve con él y que han quedado reflejados en estas páginas, como las actuaciones de la orquesta en el Festival Mundial de la Música, desarrollado en Varadero en 2008 y del cual Formell fue presidente; o los recientes premios que le fueron concedidos: el Grammy Latino a la Excelencia Musical y el Womex 2013.

Lamento ahora que no será posible el encuentro que sostendría con los lectores de nuestro diario, cercano a la fecha del aniversario 45 de su agrupación, un momento en que JR le presentaría la historia de Van Van contada a través de nuestras páginas.

Sin embargo, me regocija saber que Juan Formell no ha partido del todo, como han dado cuenta los medios de comunicación desde el jueves, cuando trascendió la noticia de su fallecimiento. Está ahí, en esas historias cantadas que escucho mientras escribo este trabajo. Es que sencillamente su mayor proyecto, Van Van, late en el bailador, quien le ha concedido el máximo galardón, el de «estar metido en la sangre de los cubanos», como nos afirmó una vez, visiblemente emocionado.

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