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Si un SIUM llega…

Javier Miguel Eiris (Calle 14 No. 102, entre B y C, Céspedes, Camagüey) cuenta que el pasado 29 de septiembre su madre, una anciana de 85 años, sufrió una fractura del cuello del fémur producto de una caída. Y a las 12 del día llegaron al policlínico integral Tte. Tomás Rojas, de dicho municipio. Allí fue atendida sin dificultad por el personal de salud —médicos, enfermeras, técnico de Rayos X— con un nivel de profesionalidad demostrado y un trato amable.

La odisea comenzó cuando fue remitida al Hospital Provincial, en la ciudad de Camagüey, donde debía ser operada. Cuenta Javier Miguel que en Céspedes hay que depender del SIUM (Sistema Integrado de Urgencias Médicas) del municipio de Florida, para que vaya a recoger las remisiones. Ese día, según comentó la enfermera, desde que ella comenzó a trabajar a las siete de la mañana no había entrado ninguna ambulancia.

Junto a la madre de Javier estaban esperando por el servicio de ambulancia una joven con una sospecha de apendicitis, dos señoras con bronconeumonía y otra con una sospecha de leptospira. Con posterioridad llegó una embarazada en trabajo de parto.

El médico de guardia le explicó a Javier que desde las 11 de la mañana se pidió una ambulancia para el caso de la sospecha de apendicitis, y a las 12 volvieron a llamar para reportar el caso de su mamá. Y del SIUM de Florida le dijeron que le iban a mandar una ambulancia grande para solucionar los dos casos.

Durante ese tiempo, la madre de Javier permaneció tres horas sentada en una silla de ruedas, porque en la sala de observación del policlínico las camas estaban ocupadas.

El médico le explicó que era importante llegar temprano al hospital, porque el éxito de la operación estaba en la rapidez con que se hiciera. A las 4:30 p.m. llegó la ambulancia, pero fue una pequeña. Y solo se pudo llevar a la embarazada, por la prioridad del PAMI (Programa de Atención Materno Infantil), acostada, y la paciente del cuadro de apendicitis sentada.

Al preguntarle al ambulanciero si cuando llegara al hospital de Florida y dejara los casos regresaba, le manifestó a Javier que retornaba si no lo mandaban para otro lugar. Al ver eso, comenzaron a tramitar, entre otros, con el Gobierno y la Directora de Salud en Céspedes la posible solución del caso.

La respuesta fue que Céspedes tiene que depender de Florida, pues la ambulancia que dejaron allí es para casos no urgentes.

Después de varias gestiones, la ambulancia llegó a las seis de la tarde a recoger el caso de la madre de Javier, las dos pacientes de bronconeumonía y la paciente con sospecha de leptospira. Esa ambulancia dejó a la madre de Javier en Florida, porque un ortopédico debía valorar el caso para remitirla a Camagüey. Y a las 8:30 p.m. fue que lograron encontrar nuevamente una ambulancia para que la trasladaran a Camagüey, adonde llegó a las 9:30 p.m.

Javier pregunta por qué en un pueblo donde no hay hospital ponen una ambulancia para casos no urgentes, pues parece un contrasentido disponer de ese medio y no brindarle los usos que las diversas situaciones de salud puedan demandar.

Por último lanza una interrogante muy relacionada con la solidaridad: «¿Por qué Céspedes les da la oportunidad de hacerse especialistas a los médicos y cuando se gradúan no regresan?».

Este redactor aprovecha para alertar una vez más sobre las cartas recibidas —ora con denuncias, ora con respuestas de organismos— que carecen de suficiente precisión y omiten necesarios detalles. Hay que recordar que la claridad en la narración por los remitentes es fundamental para crear comprensión y acercar la solución de los casos.

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