Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lista de gratitud

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

La temida pregunta me espoleó frente a la cámara del Sistema Informativo: «¿Qué significa este premio para ti?». Si no fuera por la ternura con que la colega me convenció de no salir corriendo del salón de protocolo del capitalino teatro Karl Marx, no hubiera sobrevivido a esa inquietante circunstancia que tanto tememos en el gremio periodístico: una entrevista sorpresiva.

El miedo volvió a mitad de la Gala cubana contra la homofobia y la transfobia, cuando razoné que el momento de recoger un galardón suele ser propicio para hacer declaraciones de principios… Y sí, me hubiera gustado plantar esa noche una semilla, pero lo más urgente por decir ya rebotaba en las pantallas del teatro y en las voces de quienes presentaron el dignificante espectáculo: rescribir nuestra felicidad es aprender a solazarnos con la alegría ajena, y esa no fluye sin el libre ejercicio de todos los derechos, con el respeto como margen y la dignidad como guion, desde la perspectiva peculiar de cada ser humano.

«Siempre hay algo más», insistía mi acompañante… y claro que lo había, pero el poeta Miguel Barnet Laza, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, lo había dicho minutos antes en palabras muy concisas y hermosas, el activista estadounidense Cleves Jones lo tradujo en anécdotas, y yo sabía que mi admirada amiga y realizadora audiovisual Lizet Vila usaría su turno para reiterar una verdad que compartimos: los heterosexuales también somos muy diversos, y deberíamos reivindicar esas diferencias para contribuir al ideal de país que anhelamos consolidar.

«Agradece entonces…», volvió a la carga mi susurrante interlocutor, y ahí sí me reí con ganas, pues si los nervios me daban por recitar en el escenario todos los nombres que han estado viniendo a mi cabeza desde que Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), llamó a casa para notificarme el premio, lo más seguro es que me bajaran de ahí tres horas después, sin público ni artistas para continuar el show.

Tampoco ahora puedo mencionarlos a todos. La lista la guardo en el escritorio de mi PC y a cada rato la actualizo, porque han sido muchas las buenas almas y los rudos maestros que marcaron estas dos décadas de aventura profesional, navegando entre los medios, la labor comunitaria y las instituciones científicas y de salud: colegas, familia, estudiantes, profes, activistas y especialistas; oyentes, televidentes, público de Juventud Rebelde y Cubahora; juristas, artistas, cuadros de diversas organizaciones que nos confían una charla motivacional…

Pero hay más. Mi gratitud se dispersa ligera, como las esporas de la flor diente de león, sugerente ícono del Cenesex y sus redes de trabajo. Tras un premio como este va la paciencia de choferes y pantristas, la cordial vigilancia de los equipos de corrección y documentación, el compromiso creativo del personal de diseño, la negociación de conceptos y prejuicios con las direcciones de cada medio y, sobre todo, la complicidad de quienes van a las peñas y talleres para ayudarnos a hilvanar un tejido de saberes infinitos, donde el sexo «pega con todo» porque no le es ajena ninguna dimensión humana.

¿Que cómo resolví lo de la gala? Pues subí y bajé sin decir nada. En un salvador instante recordé el poema de Fina García Marruz sobre el cine mudo, al que no faltan palabras, dice ella, porque tiene el silencio. Esa noche me decanté por tan valioso lenguaje del corazón, el más útil para las personas tímidas y las «locuaces espantadas», como suele decirme una simpática lectora… a la que ahora mismo voy a sumar a la lista, con permiso de ustedes, para no perder su nombre en los vericuetos de mi despiste habitual.

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