Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

A cuatro manos

Autor:

Nelson García Santos

Acaban de sonar la campana a conductores de las populares motos amarillas de la empresa de Taxis Cuba. ¿Qué pasó? Lo mismito de siempre: los dejaron desbocarse a la vista pública y ahora, con retraso, esgrimieron el machete después que pasó el majá.

Nada nuevo en el larguísima historial de no atajar a tiempo las transgresiones y, consecuentemente se van generalizando. Si lo hago y no pasa nada es buena señal para seguir adelante.

Lo peor, si cabe, es que llegado el momento son tantísimos los involucrados en el desparpajo que se hacen a arreglos para buscar una solución a un problema, cuya causa vital estuvo en no abortarlo en sus inicios. ¡Ejemplos hay suficientes!

El ojo agudísimo de la calle —no sé por qué muchas veces lo que están para ver, no ven, ni oyen— incitó el campanazo debido a quejas de diversa índole sobre el funcionamiento de las motos amarillas en Santa Clara.

Ante ese reclamo, a pedido del Gobierno de la provincia, pegado al sentir popular, la Dirección de Inspección Estatal realizó una comprobación en diferentes horarios y piqueras. Nuevo,  que digamos tampoco afloró nada, nadita. Veamos.

En esencia descubrieron que incumplen con el contrato pactado con Taxis Cuba. ¿Por qué? Solo se concentran donde hay mayor flujo de personas, quebrantan el tiempo establecido de asistencia a las piqueras y en el horario libre de esa obligación se alquilan a precios desorbitantes, lo cual es una tendencia...

Claro, la revoltura en ese río de traspiés al hombre a pie sobrevive y engorda la billetera, porque brillan por su ausencia las medidas pertinentes por falta de control de la entidad. ¡Le zumba el mango!

En una valoración con la dirección de la empresa realizada por la máxima dirección del Gobierno se constató que  son criterios generalizados de los choferes que el mantenimiento de sus equipos se realiza mediante gestión propia, debido a que la entidad hace dos años que no les puede garantizar baterías, piezas de repuesto, gomas… y que la tarifa de cinco pesos que cobran por pasajero no les alcanza para pagar los impuestos, el combustible y mantener el medio de transportación.

Obvio, ahora se va camino de arreglar el problema con la mira puesta en hacer un análisis justo y racional de los precios de los pasajes. Menos mal que se hizo la comprobación, si no, allá va eso.

Cómo resulta posible que se haya llegado a esa situación que impusieron los conductores sin que la empresa frenara de cuajo ese proceder que en ningún caso les correspondía imponer de espaldas a la dirección. ¿Se le fue entre las manos o la dejaron pasar?

Lo que sí le incumbía a Taxis Cuba ante la falta de recursos era adelantarse a los acontecimientos que se les venían encima —vital en el oficio de administrar— y tener listo ese análisis justo y racional que van hacer para haber evitado las irregularidades que perjudicaron a la población. Y que se deben atajar en las actuales circunstancias a cuatro manos.

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