No hay manuales ni recetas que valgan para alcanzar la generosidad, ese tesoro tan escaso en el mundo de hoy. El darse al prójimo es una virtud casi hormonal, desoxirribonucleica como el código genético. Viene de muy adentro, y se cultiva desde la infancia, se riega como a esas plantas agradecidas que luego estallan en verdores. De lo contrario, se seca antes de tiempo.
Recibir este honor de la Universidad Mayor de San Marcos, Decana de América, excede cualquier reconocimiento que pudiera soñar. El hecho de que tanta ilustración universal haya pasado por sus aulas, que este premio lo hayan recibido cubanos como Fidel Castro, Nicolás Guillén y Eusebio Leal, y sobre todo la certidumbre de que César Vallejo estudió aquí, me hace sentir usurpador. Muchas veces he proclamado que el autor de Poemas Humanos tuvo un efecto fundacional en mí.
Se me ha nublado en el recuerdo el día en que presencié por primera vez la escena. Aquella en la que varios «botelleros» se colocaron desordenadamente casi en el centro de la vía para mostrar, como señales de stop, sus respectivos abanicos de billetes.
La desidia, ¡qué palabra! Por más que uno trate de obviarla, aunque sea escondiéndola en una cueva más profunda que la de Alí Babá, ella reaparece convertida bien en basurero, bien en parques y jardines abandonados.
Una vez, resumiendo un año de labor periodística conjunta, escribí a un compañero y amigo que si un día Cuba era atacada, con el fusil su puntería sería seguramente tan certera como con la palabra. Mi compañero, mi hermano, nunca llegó a tomar el fusil, y hoy ya no puede regalarnos su periodismo; sus palabras precisas ya no se escuchan, su voz ya no traspasa el éter. Mike murió en La Habana, hace unos dos años. Mike era un Pantera Negra.
Ya en 1932 debieron irse de allí, sin importar que, en la guerra imperialista contra los otomanos (1914-1918), dejaron yacentes en las arenas a 92 000 de sus soldados. Aunque, a decir verdad, eran mayormente de la India, otra de sus posesiones coloniales.
Feria del Libro. La buena palabra, la generosa. Esta vez me tocó verla en La Habana. Nunca vi una cosa así. Miles y miles, la mitad niños. Niños y libros. Algo hay. Todos los niños con un libro o varios o muchos bajo el brazo. Increíble. Libros gratis o también en venta. Pero por monedas. Todas las aventuras del mundo. Los corsarios, los libertadores, los animales de la selva, los magos y las hadas.
Ser antiimperialistas y estar a favor de la justicia social. Esos son los principales requisitos que deben cumplirse si se quiere escribir para la Agencia Periodística del MERCOSUR (APM).
No, no es la solución tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi ni apurar el arsénico de Madame Bovary ni aguardar en los páramos de Ávila la visita del ángel con venablo antes de liarse el manto a la cabeza y comenzar a actuar. Ni concluir las leyes geométricas contando las vigas de la celda de castigo como lo hizo Sor Juana. No es la solución escribir, mientras llegan las visitas, en la sala de estar de la familia Austen ni encerrarse en el ático de alguna residencia de la Nueva Inglaterra y soñar, con la Biblia de los Dickinson, debajo de una almohada de soltera. Debe haber otro modo que no se llame Safo ni Mesalina ni María Egipciaca ni Magdalena ni Clemencia Isaura. Otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser.
Olmert, Rice y Abbas sin acuerdos. Foto: AP